El papa condena la eutanasia y pide purificar la Iglesia por los abusos a niños
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Portugal recibe eufórico al pontífice, pero tampoco faltan críticas a la visita
03 ago 2023 . Actualizado a las 17:33 h.Había dudas sobre la llegada del papa Francisco a Lisboa, tras su reciente operación de una hernia abdominal. Y, aunque del avión pasó directamente a la silla de ruedas, poco a poco fue cumpliendo la exigente agenda que tenía prevista para su primer día en Portugal, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, del 1 al 6 de agosto. Fue un día entregado al ámbito institucional, que comenzó precisamente con el representante político que más veces ha insistido en su catolicismo: el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa.
Nada más apearse Francisco del avión, en el aeropuerto militar de Figo Maduro, De Sousa estaba esperando en la pista al pontífice para apretarle las manos con su clásica efusividad. Se completó el recibimiento con un ramo de flores de mano de dos niñas, hijas de miembros de las Fuerzas Aéreas. Juntos, se dirigieron al centro cultural de Belem, donde se reunieron con los más altos representantes oficiales y civiles, así como con miembros del cuerpo diplomático y líderes de la mayoría de los partidos políticos. El Livre y el Bloco de Esquerda se negaron a asistir, en señal de protesta por los más de 80 millones de euros desembolsados por las arcas públicas lusas para organizar el evento.
Allí, el presidente luso dijo que «Portugal acoge (a Francisco) con los brazos abiertos para cinco días inolvidables», en los que el país debe interiorizar los votos del papa por «la dignidad de las personas, entre ellas y en la relación con la naturaleza, por la esperanza, la paz, la fraternidad, la búsqueda de periferias, contra el hambre, las miserias, la opresión, los abusos, xenofobias, intolerancias, exclusiones de los desheredados». De Sousa extendió también la bienvenida a los jóvenes de todo el mundo.
Pero no todo fueron rosas. Varias zonas de la ciudad amanecieron con carteles instalados en vallas publicitarias (uno de ellos, en Oeiras, ya fue censurado) que aludían a los escándalos de abusos sexuales a menores destapados en una reciente investigación. Los carteles muestran el número de víctimas que sufrieron agresiones sexuales por parte de miembros de la Iglesia (4.815), de acuerdo con la comisión independiente que realizó la investigación, seguido del texto, en inglés: «Sufrieron abusos por parte de la Iglesia católica en Portugal».
Francisco no eludió la polémica. Pidió, por la tarde, a la Iglesia de Portugal «una purificación humilde y constante» en relación con el escándalo de los abusos a menores y que las víctimas «sean siempre acogidas y escuchadas». «La Iglesia siempre debe escuchar el grito de angustia de las víctimas de abusos», dijo por la tarde ante el clero luso.
No es el único asunto doloroso para los católicos portugueses, tras la aprobación, después de innumerables intentos, de la ley de la eutanasia y el suicidio asistido. Fue el momento en que Francisco se mostró más crítico con el primer ministro, António Costa, entre los asistentes al acto de la mañana. «En el mundo desarrollado de hoy, paradójicamente, se volvió prioritario defender la vida humana, puesta en riesgo por derivas utilitaristas que la utilizan y la descartan», dijo, también refiriéndose al aborto. «El fácil acceso a la muerte, una solución conveniente que parece dulce, pero en realidad es más amarga que las aguas del mar», dijo Francisco.
Francisco: «Que Europa apague los focos de la guerra»
A pesar de las polémicas, la elección de Lisboa es de un enorme valor simbólico y estratégico para el pontífice, que se refirió en varias ocasiones a la profunda relación de la ciudad con el mar: «Lisboa, abrazada por el océano», mostró un «gran trabajo y generoso empeño» para acoger la cita, elogió el papa. «Lisboa abraza diferentes pueblos y culturas» y «se vuelve cada vez más universal», transformándose «en la capital del mundo», destacó.
De hecho, uno de los principales motivos para la elección de la capital lusa fue la creciente relación de la Iglesia con el mundo lusófono, que todavía halla en Lisboa su principal punto de encuentro. La Jornada Mundial de la Juventud de este año, marcada por la visión más «periférica» que el papa Francisco tiene de la Iglesia frente al eurocentrismo que suele caracterizarla, es un intento por reunir también a las comunidades más creyentes del mundo. Y es que Portugal, que se mantiene como uno de los países con más practicantes de Europa, es también uno de los países mejor conectados con África y Latinoamérica, donde el peso de la institución religiosa es cada vez mayor.
Un rezo por la paz
Continuando con el mar como metáfora de la unión entre distintos pueblos, Francisco apuntó a otros de los temas de más actualidad: «¿Hacia dónde navegas si no ofreces procesos de paz, caminos creativos para poner fin a la guerra en Ucrania y a tantos conflictos que ensangrientan el mundo?», ha preguntado el pontífice. Y advirtió, por último, de que «estamos navegando en circunstancias críticas, tempestuosas, y percibimos la falta de rumbos valientes hacia la paz, mirando con cariño sincero a Europa en el espíritu de diálogo que nos caracteriza».
Que Europa «utilice su ingenio para apagar los focos de la guerra y encender luces de esperanza», dijo, en un discurso que también cuestionó las fronteras del mundo. Francisco cerró su primera jornada con la cúpula eclesiástica portuguesa. A partir de hoy se reunirá con los jóvenes.