¿El consumo de pornografía aumenta las agresiones sexuales?

Lucía Blanco
lucía blanco REDACCIÓN / LA VOZ

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Foto de un menor usando el teléfono.
Foto de un menor usando el teléfono. iStock

El acceso a material erótico implica que los jóvenes tiendan a reproducir actitudes violentas y machistas, según los expertos

17 jul 2023 . Actualizado a las 09:09 h.

En julio de 2016 una chica de 18 años fue violada por cinco hombres durante los sanfermines. Lo que parecía un hecho aislado, acabó por convertirse en una escalofriante tendencia, ya que las agresiones sexuales en grupo no han cesado desde ese momento. Muchos expertos han puesto el foco en la pornografía y la vinculan con la proliferación de las manadas y con la actitud de los agresores que toman el cuerpo de las víctimas para su placer. «Consumir porno con violencia a edades tempranas implica que un chico normalice conductas y actitudes de violencia sexual y tienda a reproducirlas», dice Antonio Rial, doctor en Psicología Social y profesor de la USC.

La mujer como un objeto destinado a cubrir la necesidad del hombre es el nuevo paradigma en esta industria. «Hay una pornografía violenta, que busca un placer muy directo y rápido y que consiste en poseer, más que compartir. Esa búsqueda directa y en primera persona lleva a la que la violencia sea una manera más de satisfacer tu propio placer», explica Jorge Gutiérrez, impulsor de la asociación Dale Una Vuelta (DUV), que informa sobre la pornografía y sus efectos.

La edad de iniciación en el consumo de material erótico, que se sitúa en torno a los 11 años, también influye. Durante la infancia y la adolescencia, la visualización de estos contenidos lleva a construir «unha sexualidade dunha maneira patolóxica, incluso con condutas onde hai violacións, ao contrario de buscar a compenetración, o entendemento e a comunicación», cuenta Concha Rodríguez, psicóloga sanitaria. 

Estereotipos de género y violaciones

Pero además del incremento de la violencia física y verbal, «los estudios indican que a mayor consumo de porno aumentan los estereotipos de género y se forma una visión cosificada de las mujeres, por lo que se incrementan las variables de provocar una agresión», añade Alejandro Villena, psicólogo, sexólogo y autor del libro ¿POR qué NO? Cómo prevenir y ayudar en la adicción a la pornografía.

Aunque no se puede demostrar al 100 %, porque se trata de una cuestión psicológica, el porno provoca «que se imiten modelos grupales de violación entre menores, en los que influye la impulsividad o el carácter agresivo del adolescente». El consumo de sustancias también tiene parte de culpa, sin embargo, detrás de estos casos «suele haber antecedentes de relaciones online y de un uso de redes sociales, internet y porno», dice el profesor de la USC.

Pero los varones no son los únicos que adquieren actitudes machistas. «También las chicas porque interpretan como normal y aceptable esas conductas, con lo cual no van a denunciar, van a reproducir y a retroalimentar eso», asegura. El acceso a este tipo de materiales interioriza valores y moldea la manera en que los adolescentes ven el sexo. «No hay consumo sin consecuencias, viendo pornografía aprenden de porno pero no de sexo, aunque ellos no lo tienen tan claro. Hay estudios que indican que piensan que es real, que lo consumen para imitar posturas o maneras de seducir», aclara Villena.

De esta manera, se normalizan procesos de seducción basados en la utilización, donde no existe el cariño o la empatía por la otra persona. «Reproducen o acoso, buscan certas prácticas aínda que a súa parella non queira. Moitas mulleres novas cóntanme que ao final ceden para que pare», añade Concha Rodríguez. El tipo de escenas sexuales que visualizan los menores también arroja un poco de luz en este debate, pues tienen cada vez menos erotismo y promueven la brutalidad.

Sexualización de la infancia

«El 70% del porno al que acceden está etiquetado como hardcore, contiene sexo explícito, presencia de genitales y violencia. Estamos hablando de porno duro y el 45% nos dice que lo encuentra de forma casual y que la principal motivación es la curiosidad», argumenta el doctor en Psicología Social. Esta práctica se produce debido a una «sexualización progresiva de la infancia y de la adolescencia, que está vinculada a un acceso cada vez más temprano a un mundo sin límites».

Además, entre los habituales del material sexual entra en juego la demanda de una mayor agresividad, según Jorge Gutiérrez. «Te acostumbras a contenidos que ya has visto, das un paso más para satisfacer el deseo con más con violencia, con sadismo. En este caso, la que peor sale parada es la mujer, porque la terminan cosificando, todo sirve para que tú mismo tengas más placer».

Pero los peligros de la exposición al porno no se limitan a las agresiones sexuales. «Se multiplica la tasa de sexo sin protección, sexo en grupo, sexo no deseado o el acoso escolar», detalla Rial. Junto a estos riesgos, cobra protagonismo el sexting y el contacto con desconocidos. De hecho, según un estudio de Unicef sobre el impacto de las tecnologías en las relaciones de estudiantes de ESO, uno de cada diez adolescentes ha recibido una proposición sexual explícita de un adulto a través de la red. «Esa tasa se duplica entre niñas que consumen porno de manera regular porque las lleva a tener un perfil en TikTok erotizado», señala el experto, que es el coordinador científico de la investigación.