¿Por qué estamos todavía lejos de instaurar un sistema de voto digital?

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El bum de la ciberdelincuencia, una actividad delictiva cada vez más sofisticada, la desigualdad de acceso a las herramientas tecnológicas y la desconfianza de un sector de la ciudadanía a ceder datos personales son las principales barreras para aplicar un modelo más sostenible, que muchos demandan y que supondría un importante ahorro de tiempo y de costes

20 jul 2023 . Actualizado a las 12:53 h.

En pleno verano, con el calor acechando, y con miles de ciudadanos que han optado por el voto por correo, son muchos los que se preguntan por qué en plena era tecnológica no se implanta un sistema de voto digital. Todo está a golpe de clic: una compra, una transferencia, la consulta de un informe... Sin embargo, lo que parece tan sencillo, no lo es, porque son muchas las barreras que alejan la instauración de un modelo de este tipo. Existen una serie de riesgos que pueden atentar contra la seguridad, la transparencia y la privacidad de los votantes. 

Los que defienden la necesidad de un voto telemático respaldan sus argumentos como la comodidad o la accesibilidad. La imposibilidad para desplazarse hasta el colegio electoral es un inconveniente tanto para los votantes como para los candidatos, que pueden estar perdiendo votos. A esto cabe sumar un «componente clave en materia de sostenibilidad: el ahorro de recursos como el papel, que termina significando también un gran ahorro en costes», tal y como explica Leticia García, responsable editorial de la escuela digital tecnológica Tokio School. Además, el voto digital no supondría solamente un ahorro económico y de recursos, sino también de tiempo, ya que el recuento de sufragios o la entrega de resultados sería automática y, en consecuencia, más eficiente.

Pese a las ventajas que podría conllevar este sistema de votación, los profesionales no terminan de ver del todo claro la digitalización de este proceso y las razones para no hacerlo son «importantes, ya que tienen presentes conceptos como la seguridad de los votantes o la transparencia de los procedimientos», explica Jordi Navarro, de Deusto Formación. ¿Cuáles son exactamente esas berreras? En primer lugar, la escasa privacidad: los datos necesarios para llevar a cabo este trámite son sensibles y personales, hecho que puede llevar a muchos a desconfiar del proceso y preocuparse por su privacidad y por un posible uso indebido de sus datos. En segundo término, la falta de seguridad:  si se digitaliza un proceso, se corre el riesgo de que haya ataques cibernéticos y fraudes con tal de decantar los votos hacia un partido u otro. «Esto implicaría un claro atentado contra la democracia, por lo que, hasta que no se garantice la existencia de un voto on-line 100% seguro, este sistema es poco viable», afirma Leticia García. Por último, estaría la desigualdad a la hora de participar: si bien muchos defienden una mayor accesibilidad con el voto digital, la realidad es que muchas personas podrían quedarse fuera debido a la falta de recursos tecnológicos o la falta de alfabetización.

Es cierto que, para aquellas personas con problemas para desplazarse al colegio electoral, sería una gran ventaja, pero mientras no dispongan todos del mismo acceso, esta alternativa sigue siendo poco igualitaria. Llegados a este punto, surge la pregunta obligada. ¿Cómo de lejos estamos de poner en marcha un modelo digital de voto? Países como Estonia tienen un implantado un sistema de voto telemático.

La lógica invita a pensar que llegará en algún momento, pero los expertos consideran que no es viable a corto y medio plazo. A las reticencias de los ciudadanos y los partidos, se suma que España es un país administrativamente muy lento, como queda de manifiesto en la implantación del certificado digital. Un sistema de participación electoral en internet requería un despliegue de recursos económicos y técnicos enormes. Pero quizá la mayor barrera es la ciberdelincuencia.Cualquier ataque, por pequeño que fuese, pondría en cuestión la limpieza del proceso. «Ahora imaginemos que a un jáquer se le ocurre lanzar al mismo tiempo muchas peticiones al sistema, algo que podría hacer facilísimamente: colapsaría todo, lo saturaría, y habría que impugnar toda la votación», explica Leticia García.

Los expertos consultados coinciden en que son necesarios recursos humanos y técnicos, pero sobre todo falta garantizar a la población que su voto llega a un buen puerto. Hay que asegurarse de garantizar el anonimato, que un trámite tan personal no se queda en la nube y que se materializa de verdad en un resultado político.