La violencia machista conmociona Italia, con cinco asesinatos en pocos días

Valentina Saini VENECIA / LA VOZ

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La muerte de Giulia Tramontano, embarazada de siete meses y asesinada por el padre del bebé, espolea un país que arrastra peores cifras que España

19 jun 2023 . Actualizado a las 18:43 h.

Todo el mundo en Italia sabe quién es Giulia Tramontano, la joven de 29 años asesinada de 37 puñaladas la noche del 27 de mayo por su pareja y padre del hijo del que estaba embarazada de siete meses. Su asesinato ha reavivado el debate sobre la violencia de género en el país transalpino; las páginas de periódicos y revistas están llenas de fotos de la joven, la radio y la televisión le están dedicando programas enteros. Al principio los medios dieron la noticia que Giulia había desaparecido porque su novio hizo creer que se había marchado a algún sitio en el extranjero. Pero cuando se supo que los investigadores habían cerrando el cerco precisamente en torno a él, y que pocas horas tras su detención había confesado el asesinato, pareció el final que todos esperaban. En las redes, muchos escribieron que nunca habían creído que la chica se hubiera ido. Jessica, una joven dependienta, dice a La Voz: «Enseguida pensé que la había matado un hombre; su pareja, un exnovio, alguien que estaba obsesionado con ella... Era tan guapa. Las cosas son así en Italia».

Un total de 122 mujeres fueron asesinadas el año pasado en Italia. Solo en las dos últimas semanas, otras cuatro mujeres, además de Giulia Tramontano, han perdido la vida a manos de un hombre. Para las expertas italianas, la base de la violencia contra las mujeres es, ante todo, un problema cultural. Silvia Fornari, profesora de Sociología de la Universidad de Perugia, señala que en Italia el estudio sistemático de la violencia de género no empezó hasta el 2006, con una investigación realizada por el Istat (el equivalente al Instituto Nacional de Estadística), cuya publicación además fue tan obstaculizada que no se produjo hasta dos años después.

La familia

«Aquella investigación demostraba que la mayor parte de la violencia contra las mujeres se comete en el ámbito doméstico, en la familia», afirma Fornari, «y la familia en Italia siempre se ha considerado una realidad estrictamente privada». Refranes populares en el país transalpino como «los trapos sucios se lavan en casa» son un ejemplo de ello. «Es un contexto cultural que tiene efectos muy negativos a la hora de abordar el tema de la violencia de género», añade la académica.

La violencia física no es más que la punta del iceberg. A diferencia de España, que en el 2004 formó un Gobierno paritario y el debate público sobre el tema está mucho más extendido, Italia no cuenta con un fuerte compromiso político y social contra la violencia de género, y es penúltima entre los países de la OCDE en cuanto a empleo femenino. Una de cada dos mujeres no tiene trabajo, y las que lo tienen perciben un sueldo casi un 28 % inferior, en promedio, al de los hombres. Según la socióloga Chiara Saraceno, una de las mayores expertas en desigualdad y relaciones de género en este país, «además de ser el resultado de una cultura machista, que discrimina a las mujeres en el mercado laboral, al tiempo que les confía casi todo el trabajo de cuidados gratuito, sitúa a las mujeres en una posición de debilidad en sus relaciones con los hombres, reduciendo sus posibilidades de romper relaciones disfuncionales y/o peligrosas».

Según Fornari, es crucial «cambiar el comportamiento de los hombres». Eso es lo que hace el equipo del centro S.A.Vi.D. (acrónimo de Stop a la Violencia Doméstica en italiano) que en el 2009 fue el primer centro de reeducación de hombres violentos creado en Italia. Su directora, Isabella Merzagora, catedrática de Criminología en la Universidad de Milán, explica que la mayoría de los hombres que trata su centro proceden de la cárcel y han cumplido gran parte de su condena. «Por eso es necesario ofrecerles valores diferentes, que desmonten su idea de estar sufriendo una injusticia. Ellos piensan que han hecho cosas que tenían derecho a hacer», apunta. «Se expresan con frases como “he disciplinado a mi mujer” o “he puesto orden en mi casa”. Por eso, lo primero que hay que hacer es responsabilizarlos, desmontando sus narrativas de que fue culpa de ella o del alcohol, y dejando claro que no hicieron lo que estaba en su derecho, sino que cometieron un delito», concluye.