
La adhesión de Ucrania a la alianza será uno de los temas principales de la reunión que se celebrará en julio en Vilna, como lo fue hace 15 años en Bucarest
21 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Con la cumbre de la OTAN que se celebrará a mediados del mes de julio en la capital de Lituania, Vilna, cada vez más cerca, la pregunta que está en la mente de todos es cómo evitar otra debacle relacionada con la posible entrada de Ucrania en la Alianza. Cuando los líderes de la OTAN afrontaron al mismo problema en Bucarest hace 15 años, no consiguieron llegar a un acuerdo sobre cómo gestionar las aspiraciones de Ucrania y Georgia en aquel momento. Desde entonces, todos hemos estado viviendo las consecuencias.
En la víspera de la reunión de la Alianza en el 2008, los presidentes de Ucrania, Víktor Yúshchenko, y de Georgia, Mijaíl Saakashvili, convencieron al de Estados Unidos, George W. Bush, de que ser miembros de la OTAN era la mejor opción para sus países. Bush, a su vez, les prometió que les daría una respuesta en la cumbre de Bucarest. No terminó bien. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, y la canciller alemana, Angela Merkel, se mostraron contrarios a la idea, argumentando que Ucrania y Georgia no estaban preparados para esa membresía, y que no se debería correr el riesgo de enemistarse con Rusia.
El primer punto fue razonable con respecto a Ucrania, sobre todo porque un gran segmento de la sociedad ucraniana se había opuesto a formar parte de la OTAN. Solo había pasado una década desde que cayeran las bombas de la Alianza en Belgrado, por lo que la opción de unirse a ella era una cuestión que tenía a la sociedad dividida. Si esa membresía se hubiese llevado a un referendo, no está claro lo que hubiesen votado los ucranianos.
Obviamente, Rusia también se opuso a la idea. El presidente ruso, Vladimir Putin, lo dejó claro cuando se unió a la cumbre (eran tiempos diferentes) y dio un discurso en el que negaba especialmente a Ucrania como Estado. Es la postura que ha mantenido durante años.
En la reunión, los líderes de la OTAN cerraron un compromiso que representó el peor de todos los mundos posibles. Aunque la Alianza dejó claro que Georgia y Ucrania debían convertirse en miembros, se apresuró al señalar que la adhesión no sería en aquel momento. La puerta a la futura membresía parecía haberse abierto, avivando las llamas en Rusia y las esperanzas de aquellos que apoyaban la idea.
No obstante, ninguna de las partes tenía razón alguna para creer lo que creía. Ese compromiso de la OTAN no suponía una amenaza para Rusia porque en realidad no acercaba a Ucrania y Georgia a la membresía. Hasta la anexión ilegal de Crimea de Putin en el 2014, Ucrania mantuvo una política de neutralidad frente a Rusia y la OTAN.
Pero el legado de la debacle de la OTAN en Bucarest ha seguido siendo una carga para la Alianza desde entonces. Ahora que hay un nuevo impulso para la adhesión del país ucraniano, el problema ocupará un lugar importante en Vilna. La situación ha cambiado desde el 2014. La invasión rusa de Ucrania el año pasado ha hecho que el miedo de provocar al Kremlin sea discutible, y la idea de formar parte de la OTAN ya no es una cuestión que divida al pueblo ucraniano. La guerra de Putin ha unido por completo al país para apoyarlo.
Aun así, la política del tema no es menos complicada que hace 15 años. En Washington y en otras capitales de Occidente son cautos a la hora de llevar a Ucrania a la Alianza demasiado rápido. Sigue siendo complicado que dos tercios de los senadores de Estados Unidos estén preparados para ratificar la membresía de la OTAN para Ucrania en la víspera a las elecciones presidenciales del 2024. El problema no es solo que algunos republicanos se opongan a un «cheque en blanco» para Ucrania, es que la Administración de Joe Biden y los demócratas en el Congreso no querrán entregarle a Donald Trump un buen tema con el que apoyar su candidatura a la reelección de «Estados Unidos primero».
Además, la membresía de Ucrania en la OTAN no sería el problema más importante en este momento. Aunque la perspectiva de que Estados Unidos despliegue tropas en el campo de batalla de Bajmut está lejos, mantener un apoyo económico y militar fuerte y consistente a Ucrania es urgente y alcanzable siempre que haya voluntad política para ello. En los próximos meses, el apoyo concreto será mucho más útil para Ucrania que los compromisos formales en un papel.
Sin embargo, lo que pasó en Bucarest estará presente de algún modo en la cumbre de este año. Muchos de los miembros de Europa del este de la OTAN creen que ahora es el momento para corregir errores del pasado y de llevar a cabo la promesa de hace 15 años. Otra debacle como la de Bucarest, advierten, perseguirá a la Alianza en los próximos años.
Al final, quienes tienen el don de la palabra tendrán que presentar una solución que muestre un camino claro hacia la membresía de Ucrania, incluso aunque no se consiga la adhesión inmediata. A diferencia del 2008, no puede haber ninguna duda de que eso llegará algún día. La seguridad de Ucrania es clave para la estabilidad de Europa, y eso seguirá siendo así durante décadas. Resistir la agresión y salvaguardar Europa son las razones por las que la OTAN se creó en primer lugar. Lo que está en juego en Vilna no es solo el futuro de Ucrania, sino también el de la propia Alianza.
Carl Bildt es ex primer ministro y titular de la cartera de Relaciones Exteriores de Suecia. © 2023 Project Syndicate. Traducido por S. P.