Las joyas de la envidia y la polémica

Juan Francisco Alonso LONDRES

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HENRY NICHOLLS | REUTERS

A dos semanas de la coronación de Carlos III, los símbolos de la Casa Real británica están  en el centro de una tormenta

24 abr 2023 . Actualizado a las 07:29 h.

Con Carlos III, las grandes protagonistas de la próxima coronación que tendrá lugar en el Reino Unido serán las joyas que se emplearán en ese acto. Las piezas que durante decenios han sido el símbolo de la casa real británica, orgullo nacional y la envidia de otras monarquías están hoy en el centro de diversas polémicas y disputas, algunas de ellas internacionales.

El próximo 6 de mayo, los británicos podrán ver cómo a su nuevo monarca el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, le ciñe, en la abadía de Westminster, la famosa corona de San Eduardo. El accesorio, que data del siglo XVII y solo se usa para esta ceremonia, está elaborado en oro macizo de 22 quilates y contiene 444 piedras preciosas. Casi al finalizar el acto está previsto que el soberano se coloque la corona Imperial del Estado, la cual fue encargada en tiempos de la reina Victoria y contiene más de 2.800 diamantes, entre ellos el Cullinan II o Estrella de África. Sudáfrica demanda la devolución de la gema, por considerar que fue adquirida irregularmente a principios del siglo XX, mientras el país estaba bajo dominio de Londres.

Precisamente, las reclamaciones relacionadas con el pasado colonial del Reino Unido fueron los motivos que llevaron al Palacio de Buckingham a decidir que la reina Camila no porte la corona que utilizó Isabel Bowles, abuela de su esposo y la última reina consorte, en la coronación de su marido, el rey Jorge VI, en 1937 y en las sesiones de apertura del Parlamento hasta 1952. ¿La razón? La pieza tiene incrustado el diamante Koh-i-Noor, una de las piedras más grandes de su estilo y la cual es reclamada por al menos cuatro países.

No obstante, la decisión de la Casa Real no implica que la monarca no vaya a lucir ninguna joya. Está previsto que la esposa de Carlos III lleve una corona y que en ella se coloque un diamante de 94 quilates, el cual es conocido como el Cullinan III.

Abriendo otro frente

La decisión sobre las alhajas que portará la nueva reina, sin embargo, han provocado revuelo interno. La joya escogida para Camila no forma parte de la colección estatal, sino de la privada que perteneció a la difunta Isabel II y esto ha reabierto un debate en relación con las finanzas de la familia real.

El diario londinense The Guardian ha estado publicando, a lo largo de abril, una serie de investigaciones sobre la fortuna de los Windsor; en uno centrado en las joyas reales aseguró que la piedra, que la anterior soberana utilizaba en un broche, tiene un valor estimado en unos 180 millones de libras (205 millones de euros).

El diamante formaría parte de una colección personal, conformada por unas 90 piezas, que Isabel II heredó de sus padres y que fue engordando en sus 95 años de vida y 70 de reinado. La colección, que incluye broches, pendientes, collares, brazaletes, relojes y tiaras, algunas de ellas con carga histórica, pues pertenecieron a la familia imperial rusa, tendría un valor en el mercado de 533 millones de libras (605 millones de euros), de acuerdo con el periódico.

Pero si lo anterior no fuera suficiente, The Guardian también halló que unas once piezas, valoradas en 80 millones de libras (90 millones de euros), y que fueron regaladas a la difunta monarca, tampoco forman parte de la colección estatal. En este grupo se encontraría un collar, elaborado por la firma de joyeros Cartier con diamantes y esmeraldas, que un príncipe indio dio a la anterior reina.

«No comentamos sobre las propiedades privadas de la familia real», fue la escueta respuesta que el Palacio dio al diario cuando este le consultó por qué estas piezas no forman parte de la colección real estatal, gran parte de la cual se resguarda y exhibe a los turistas en la Torre de Londres, el famoso castillo medieval que está a las orillas del río Támesis.