El enfrentamiento entre China y Estados Unidos escala la tensión entre los dos lados del estrecho en un conflicto que lleva más de 70 años sin resolverse
23 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.En diciembre de 1949, el general y presidente de la República Popular de China, Chiang Kai-shek, se refugiaba con sus afines en la isla de Taiwán. El Kuomintang (el Partido Nacionalista chino) había perdido la guerra civil frente a los comunistas liderados por Mao Zedong. El exilio a Taiwán se conoce como el Gran Retiro y más de millón y medio de soldados y funcionarios huyeron a la isla. Debía ser una medida temporal para rearmarse y volver a conquistar el continente. Un sueño que no sé cumplió.
Nacía así uno de los conflictos más largos de la Guerra Fría, que más de 70 años después sigue sin resolverse. Todo lo contrario, en los últimos años el enfrentamiento entre China y Estados Unidos ha hecho escalar la tensión entre los dos lados del estrecho de Taiwán. La invasión rusa de Ucrania ha aumentado los temores a que finalmente se produzca un conflicto militar también en el Pacífico. El mundo avanza hacia una nueva guerra fría con dos frentes Rusia y China por un lado y los países occidentales capitaneados por EE.UU. y la OTAN por otro.
Durante la guerra civil la Unión Soviética apoyó a Mao y el Partido Comunista Chino (PCCh), mientras que Estados Unidos ayudó al Kuomintang (KMT) y a su presidente Chiang Kai-shek. A pesar de que Chiang organizó varias operaciones miliares para desembarcar en China, nunca se produjo la deseada gran ofensiva. La Casa Blanca estaba inmersa en la dura guerra de Vietnam y no apoyó nuevas aventuras.
Chiang Kai-shek impuso una dictadura militar en la isla que se prolongó más allá de su muerte en 1975. Taiwán vivió bajo la ley marcial hasta 1987. El hijo de Chiang pilotó una transición que permitió celebrar en 1996 las primeras elecciones democráticas.
Al principio la mayoría de los países reconocieron el Ejecutivo de Taiwán como el gobierno legítimo de toda China, incluidas las Naciones Unidas. Hasta la década de los setenta en que EE.UU. y otros países se abrieron a mantener relaciones diplomáticas con Pekín.
En 1971 la ONU transfirió la representación de China al Gobierno de la República Popular que desde entonces tiene derecho a veto en el Consejo de Seguridad.
Taiwán quedó en una especie de tierra de nadie diplomática, aunque siguió contando con la ayuda económica de Washington para la que siempre ha sido una pieza estratégica en la región. La mayoría de los países amigos mantuvieron las relaciones con la isla a través de las oficinas comerciales y asociaciones culturales. Taiwán es tratada como una economía, como es el caso de España. Hoy en día, solo 13 países reconocen a Taiwán como país. El último en renunciar ha sido Honduras.
Tensiones en el estrecho
Las relaciones entre las dos orillas del estrecho han pasado por diferentes fases de conflicto. El «consenso de 1992» marcó un punto de inflexión. Ambas partes se comprometieron de forma ambigua a reconocer que solo hay «una China» y que las dos partes trabajarían para la reunificación.
Seguramente el mejor momento de las relaciones fue durante el mandato de Ma Ying-jeou del Kuomintang, entre el 2008 y el 2016. Un momento en que se abrieron vías de intercambios y comercio entre los dos lados del estrecho. Este acercamiento lo pagó el Kuomintang en las urnas y ganó las elecciones Tsai Ing-wen del Partido Democrático Progresista (PDP) y abiertamente independentista.
La emergencia de China ha provocado fricciones con Estados Unidos, y Taiwán se ha convertido en una pieza clave. Desde el 2016 ha habido una escalada militar con numerosas maniobras aéreas y navales. China ha modernizado su Ejército y se cree que en un corto espacio de tiempo puede tener la superioridad militar para invadir Taiwán.Por su parte, el presidente Joe Biden no ha dudado en asegurar que defenderán la isla, al tiempo que EE.UU. ha ido aumentado la venta de armas
Un conflicto bélico es difícil de predecir y para China provocaría su aislamiento internacional. De momento ya ha causado el rearme de países vecinos como Japón o Corea del Sur.
Pero Pekín tiene otros medios para ahogar a Taipéi: las constates maniobras militares bloquean su espacio aéreo o marítimo y afectan a sus exportaciones. Y no hay que olvidar los intereses económicos de Taiwán en China. Tras las reformas de Deng Xiaoping a finales de los setenta, gran parte de las primeras inversiones provenían de Taiwán. Actualmente Foxconn, una multinacional taiwanesa, tiene las fábricas en China donde se montan la mayoría de los productos Apple que se venden en todo el mundo. Y su director se postula como candidato del KMT para las próximas elecciones. Un cambio de gobierno también podría propiciar un cambio de ciclo en las relaciones entre los dos lados del estrecho.
Para China el futuro de la reunificación es un objetivo ineludible y Xi Jinping desea pasar a la historia como el líder que lo consigue. En el horizonte está la fecha del 2049, el centenario de la creación de la República Popular. Es la fecha en que lo que según el ideario de Xi se alcanzará el «rejuvenecimiento de la nación china» y el gigante asiático volverá a ser una gran potencia.
Una democracia
La distancia media entre la costa china y Taiwán es de 180 kilómetros, pero 74 años de vida separada ha hecho que la distancia se agrande y surja un sentimiento de identidad taiwanesa, Según una encuesta del 2022, el 61 % de la población se la isla se considera exclusivamente taiwanés.
Actualmente Taiwán es una democracia plena. El índice de democracia de The Economist del 2022 le sitúa en el puesto diez de los países más democráticos. Además, ha sido uno de los primeros países de Asia en reconocer los derechos LGTBI y el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Es difícil que la sociedad quiera renunciar a sus libertades para abrazar un régimen autoritario como el de Pekín. La represión en Hong Kong también ha dinamitado el discurso chino de ofrecer la reunificación bajo el principio de «un país, dos sistemas» utilizado en la excolonia británica.
Los microchips, el petróleo de Taiwán
Los microchips son el petróleo de Taiwán. El país domina el mercado mundial de un artículo que es necesario para la economía moderna. Cualquier producto, desde un móvil o un coche a un cohete espacial, necesita un microchip. Taiwán produce el 70 por ciento de los microchips del mundo y lo que es más importante su tecnología es la más avanzada. TSMC (Taiwán Semiconductor Manufacturing Company) es la empresa líder y ya ha empezado a construir fábricas en otros países, como Estados Unidos o Japón, para deslocalizar producción y evitar los efectos de un posible bloqueo de sus puertos por la armada china.
Las sanciones estadounidenses alejan al Gobierno de Pekín del acceso a los semiconductores más avanzados y por tanto bloquean su desarrollo tecnológico. Y una China unificada sería un país que controlaría el mercado mundial de microchips.
Talón de Aquiles
Taiwán es una isla y no es autosuficiente. Depende del exterior para el suministro de energía e incluso de agua. Es su talón de Aquiles. El control de China continental sobre el estrecho de Taiwán también representa el control sobre uno de los correderos con más tráfico del comercio marítimo.
Para la Administración estadounidense, Taiwán tiene una función estratégica en su presencia en el Pacífico. Es el primer enclave frente a las costas chinas de lo que para Washington son una cadena de islas de países amigos, que van desde Japón al archipiélago filipino.
Taiwán es una rémora de la Guerra Fría, una pieza del puzle de contención del comunismo un período que parecía superado con la caída del Muro de Berlín, pero que la invasión de Ucrania y la emergencia de China han vuelto a reactivar.