Beatriz Flamini abandona la cueva de Motril donde ha estado 500 días aislada: «No pensé en abandonar nunca. De hecho, no quería salir»
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La deportista de élite, alpinista y escaladora ha definido el reto como «excelente e insuperable»
14 abr 2023 . Actualizado a las 18:50 h.La deportista de élite, alpinista y escaladora Beatriz Flamini ha abandonado este viernes la cueva de Motril, en Granada, en la que ha permanecido sola durante 500 días a 70 metros de profundidad, cumpliendo así el reto que se propuso cuando decidió vivir este desafío personal, que ha definido como «excelente e insuperable».
En una rueda de prensa, la deportista ha confesado que, lejos de haber pensado en abandonar, no quería salir de la cueva. «Estaba experimentando lo que quería, estaba donde quería estar», confesó, añadiendo que se ha quedado «muy a gusto y muy satisfecha». Para ella, lo más importante ha sido la «coherencia». «Lo que piensas, lo que sientes y lo que dices están unidos. Ha habido momentos difíciles y otros muy bonitos, ambos han sido los que han conseguido que cumpla los 500 días, que era mi propósito».
Cuando llegó la gente del equipo a sacarla de la cueva, «estaba durmiendo». «Pensé que venían porque había ocurrido algo», confiesa. Dejó de contar los días y perdió la concepción temporal: «Yo sigo anclada en el 21 de noviembre del 2021, no se que ha pasado en el mundo. Para mí sigue siendo ese día». Al salir y ver el sol, admite que no sintió «nada», «porque para mí hace solo un rato que he entrado. No tengo la sensación de haber echado de menos el exterior». Explica que, al no llevar un cómputo de los días externos, estructuraba su rutina en función de sus sensaciones: «Tengo sed, bebo. Tengo hambre, como. Si tengo sueño, duermo».
Informa Efe que con la ayuda de miembros del Grupo de Actividades Espeleológicas de Motril, la localidad costera de Granada donde se ubica la cavidad, Flamini salió de la cueva minutos después de las 9.00 horas en aparente buen estado de salud, con gafas de sol para protegerse la vista y una amplia sonrisa del refugio bajo tierra que ha sido su hogar durante los más de dieciséis meses que ha durado el experimento, con el que ha batido además un récord mundial.
A primeras horas de la mañana bajaron a la cueva dos espeleólogos y una psicóloga para dar cobertura a la deportista en su salida al exterior, que se ha prolongado unos 40 minutos. En el exterior de la cueva la esperaban, además de personas involucradas en el proyecto, amigos que, con mascarilla para proteger su salud, la han recibido con un fuerte aplauso, a lo que Flamini, que entró con 48 años y ha salido con 50, ha respondido diciendo que los quiere «un montón» y que se siente «muy agradecida», y ha pedido disculpas y que no tomen en cuenta lo sucedido abajo.
Una vez más calmada y siempre sonriente, se ha dirigido a los medios allí congregados: «Me gustaría poder ser amable, poder contestaros pero hay una rueda de prensa, si me permitís que me pueda pegar una ducha, que llevo un año y medio sin tocar el agua, nos vemos luego en un ratito», relató Efe. Ha agradecido además la profesionalidad del grupo de psicólogos, espeleólogos y entrenadores físicos involucrados en el proyecto porque sin ellos, ha dicho, no hubiera sido posible.
Durante todo este tiempo, ella ha ido dejando las tarjetas de vídeo que grababa en la zona de intercambio de la cueva programada con los espeleólogos, donde también se producía la entrega de alimentos y retirada de basura sin comunicación alguna.
Esta vivencia forma parte del proyecto Timecave, que se inició hace dos años, cuando esta apasionada de expediciones en solitario por las cimas más altas del mundo y experta en autosuficiencia contactó con la productora Dokumalia para plantearle el reto de permanecer sola y sin contacto exterior en una cueva durante 500 días.
La productora ha registrado su vida cotidiana a setenta metros bajo tierra, que grupos de investigación de las universidades de Granada y Almería han seguido de cerca para estudiar cómo afecta el aislamiento social y la desorientación temporal extrema a la percepción del tiempo, así como los cambios neuropsicológicos que ha conllevado este tremendo desafío ante la soledad, la ausencia de luz natural y el aislamiento cognitivo y social.