«Hola, papá. Mi teléfono está roto. Tengo un número temporal, pero no puedo llamar. ¿Puedes enviar un wasap a...». La estafa del hijo corre como la pólvora a través de WhatsApp y de SMS. Con mensajes como el que figura arriba (sin signos de puntuación y con erratas), intentan engañar a padres y madres para que contacten con impostores y, con insistencia, acaben enviando dinero.
Si el destinatario no hace caso o si o los sistemas automáticos de los móviles para identificar o interceptar spam efectúan su trabajo, el intento de estafa ya no tiene recorrido. Si se responde, insisten y aprovechan el texto de la respuesta para tejer la trampa con mensajes personales y emoticonos.
En estos casos no son un banco o Hacienda los que piden el dinero, sino familiares. Cambia el método, pero no el destinatario: los usuarios menos avezados en el entorno digital. ¿Qué se puede hacer para protegerlos? Concienciarlos de que funcionan las mismas pautas que en el mundo analógico: no decidir en caliente y desconfiar de cualquier mensaje no convencional, sobre todo si hay peticiones de euros de por medio. Y también recordarles un par de trucos digitales: buscar en Google si hay reseñas o denuncias a partir de textos similares; y consultar las noticias de los medios serios y los avisos de la Policía Nacional y la Guardia Civil en las redes.
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