La postura militar de Biden en el Indo-Pacífico es un error
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Al centrarse en la amenaza china, EE.UU. ha descuidado sus lazos en el Este
27 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.La Base Naval de Changi, en el este de la costa de Singapur, cerca de las concurridas rutas marítimas del Estrecho de Singapur, ha recibido en los primeros meses del 2023 a visitantes estadounidenses armados. Menos de dos semanas después de que comenzase el nuevo año, tuvo una visita del USS Makin Island, un barco de asalto anfibio. Días después, el USS Nimitz, un portaviones con tripulantes equivalentes a los de una pequeña ciudad, hizo escala, acompañado de tres destructores.
Este tipo de visitas son el aspecto más visible de la cooperación militar que es característica de la estrategia del presidente Joe Biden para el Indo-Pacífico, la región que engloba la extensión del mar y las naciones desde la costa del Pacífico de Estados Unidos hasta el océano Índico. Las tropas estadounidenses tienen acceso a cinco bases militares en Filipinas, que es una antigua colonia estadounidense y el tratado aliado más antiguo de Estados Unidos en Asia. A principios de este mes, los dos países alcanzaron un acuerdo que da acceso a las fuerzas estadounidenses a cuatro más. A ese anuncio le siguió la decisión por parte de japoneses y estadounidenses de mejorar su cooperación militar.
El globo espía
El fin, a veces hablado, otras no dicho, de estos progresos es contrarrestar la presencia asertiva de China en la zona. Ahora, Washington ve a Pekín como una amenaza creciente para Estados Unidos y para sus socios y aliados allí. Estas preocupaciones solo se han intensificado desde que un globo espía lanzado por China fue derribado hace dos semanas. De ahí el enfoque de la Administración de Biden en defensa y seguridad en el Indo-Pacífico.
Sin embargo, ese enfoque significa que la Administración no ha conseguido avanzar en una política económica fuerte para igualar el incremento militar. Hay un consenso de que este es un problema, tanto en los círculos de política exterior de Washington como entre los líderes políticos en el resto de las capitales. Un gesto significante del presidente Biden en este sentido, el Marco Económico del Indo-Pacífico para la Prosperidad, fue recibido con una decepción casi general cuando fue presentado el año pasado.
«Pasos de bebé»
Lee Hsien Loong, el primer ministro de Singapur, se refirió diplomáticamente al documento, breve y repleto de palabras de moda, como «pasos de bebé», y esa fue una de las opiniones más optimistas sobre el plan. Inu Manak, un experto en política comercial en el Consejo de Relaciones Exteriores, señaló que «probablemente sería una oportunidad perdida para profundizar en los lazos económicos en el Pacífico». Van Jackson, un antiguo funcionario del Pentágono que ahora da clases de relaciones internacionales en la Universidad Victoria de Wellington, fue más directo. «Sin fundamento», fue su veredicto. «Existe para decir que están haciendo algo en economía política», dijo. Pero «solo porque pongan las palabras no significa que valgan de algo».
Los orígenes de esta situación pueden remontarse en parte a los años de Biden como vicepresidente en la Administración Obama. El «pivote hacia Asia» de Biden estuvo muy presente en ese momento. Aunque este supuesto reajuste estratégico de la política exterior de Estados Unidos parecía más prometedor sobre el papel, falló al materializase. En medio de los desafíos de otros desarrollos nacionales e internacionales, el plan decayó, con pocos logros además de la Asociación Transpacífica. Este gran acuerdo comercial, del que formaban partea 12 países de la costa del Pacífico, incluido Estados Unidos, y comprendía alrededor el 40 % de la economía global, se dio por finalizado a principios del 2016.
Postura crítica de Trump
En ese momento, el acuerdo había sido criticado en Estados Unidos. Rechazado por los sindicatos, también hizo frente a la oposición bipartidista en el Congreso y nunca fue ratificado. Donald Trump, que fue muy crítico con el acuerdo durante su campaña electoral, sacó a Estados Unidos del mismo el primer día en el cargo, en el 2017. Los países involucrados continuaron igualmente, firmando un tratado alternativo en el 2018. China solicitó unirse en el 2021.
Durante su mandato, Trump estaba obsesionado por conseguir un acuerdo con China y mejorar las relaciones con Corea del Norte. No obstante, evitó el sudeste de Asia durante los años de su presidencia.
Complementar su presencia con una política económica
Desde que está en el cargo, Biden merece crédito por «no hacer nada muy malo» en el Indo-Pacífico, según Blake Herzinger, miembro no residente del American Enterprise Institute. Sin embargo, esto ha sido más por error que por diseño, ya que dos grandes desafíos de política exterior han desviado la atención de la Casa Blanca de la zona: primero, la retirada de Afganistán; después, la invasión rusa de Ucrania.
Si Estados Unidos ofreciese una reestructuración de la deuda a los países del Este, que atraviesan una crisis de endeudamiento, según advierten algunos expertos, sería una buena forma de reposicionarse. Camboya, donde Estados Unidos es crítico con la expansión de la influencia china, debe cientos de millones de dólares a Washington por un préstamo concedido a principios de la década de los setenta.
Si Biden falla en esto, alimentará el «ciclo perverso» en el que los países agobiados por la deuda no tienen otra opción que no sea buscar capital adicional en manos de China.
La primera línea de la estrategia del Indo-Pacífico de Biden es breve y clara: «Estados Unidos es una potencia del Indo-Pacífico». Hay, según se alardea en el documento, más miembros del Ejército estadounidense con base en la región que en cualquiera otra fuera de Estados Unidos. Pero si desean mantener la buena posición en la que se ve, parece ser muy necesaria una política económica que complemente su presencia militar.
Timothy Mclaughlin colabora con The Atlantic con base en Hong Kong. © 2023 The Atlantic. Distribuido por Tribune Content Agency. Traducido por S. P.