Qué ha cambiado en el mundo tras un año de guerra
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La propuesta de paz para Ucrania que este viernes hacía pública China es inconcreta. En realidad, son más las condiciones para una tregua que una propuesta propiamente dicha para poner fin al conflicto. Es interesante, porque revela la voluntad de Pekín de jugar un papel internacional del que antes se autoexcluía, pero «interesante» no es necesariamente «bueno». Nadie se cree su pretensión de neutralidad, y el hecho de que los chinos se ofrezcan como mediadores hay que entenderlo más bien como que se promocionan como los sucesores de Rusia en el conflicto con Occidente.
Ambas cosas, tanto el ascenso de China como el declive de Rusia, son ejemplos de tendencias que la guerra de Ucrania ha reforzado. Pero esas tendencias ya estaban ahí. Rusia lleva décadas en esa decadencia imparable, por muchos motivos, entre ellos el demográfico. De hecho, la invasión de Ucrania hay que verla, en parte, como reacción desesperada contra la pérdida progresiva de peso internacional. El resultado ha sido el contrario al esperado: en un año de conflicto, Rusia ha degradado sustancialmente la capacidad de su Ejército y con ello su posibilidad de intervenir militarmente en el futuro frente a la OTAN; ha agravado su déficit de hombres en edad militar y aumentado su dependencia económica de la exportación de hidrocarburos y de China.
El ascenso de China, por su parte, es otra tendencia de largo recorrido que comenzó hace dos décadas y tendría que estar alcanzando ahora su cénit, algo que no termina de ocurrir a causa de sus problemas con la pandemia y la inadecuación de su economía. En todo caso, el período dorado de la economía china no durará mucho, también a causa de un problema demográfico irresoluble; pero la aceleración del eclipse de Rusia a causa de la guerra de Ucrania le ofrece un protagonismo momentáneo que Pekín, como se ve en su intento de mediación entre Kiev y Moscú, quiere realzar.
Si queremos encontrar un cambio en la esfera internacional debido exclusivamente a la guerra de Ucrania tendremos que buscarlo mucho más cerca, en Occidente. No en Estados Unidos, que, a pesar de ser el aliado más comprometido con Ucrania, apenas se ha visto afectado por la guerra, sino en Europa. La guerra ha revitalizado la OTAN, que durante la presidencia de Donald Trump muchos creyeron que podía incluso desaparecer; y también ha provocado una brusca reconfiguración de la política energética europea. Para países como Alemania se trata de una transformación que revierte décadas de integración en la economía rusa, mientras que lo mismo ahí que en los países del este europeo, no está claro qué es lo que lo va a sustituir de manera sostenible, especialmente porque la guerra y la pandemia han evidenciado la excesiva dependencia de China que presentan las energías renovables.
Un año después del comienzo de la guerra de Ucrania, la comunidad internacional ha cambiado como suele hacerlo: no tanto dando sorpresas como eligiendo algunas tendencias que ya estaban presentes y dándoles un impulso que no era fácil prever.
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