Este gallego capturó el año pasado con su Nikon el rescate de 106 personas en el Mediterráneo central. La experiencia le ha valido el LUX de oro en categoría documental el mismo año en el que fue elegido mejor fotógrafo nacional de bodas
10 ene 2023 . Actualizado a las 09:13 h.La esperanza puede ser el más frágil propósito de año nuevo. Uno fundamental. Y es también el estado de ánimo que deja la colección de imágenes, material sensible, que le han valido el título de mejor fotoperiodista del año a Alfonso Novo (Ribeira, 1971). El que se llevó el premio a mejor fotógrafo nacional de bodas en el 2021 ya no retrata novias. «Solo hago bodas que me motive hacer», dice quien suma en su palmarés cinco distinciones como mejor fotógrafo de España. A finales de año, recibió el último reconocimiento por parte de la Asociación Española de Fotógrafos Profesionales, y el premio es un regalo de Reyes para los seis días de infierno que vivió en el Mediterráneo central, documentando el rescate de 106 personas en el barco Aita Mari. Con ellas, aferrado a su Nikon, cruzó el oleaje a la intemperie, con veinte casos de covid a bordo y con la comida justa. Pasaron hasta seis días pidiendo puerto para atracar, con la callada por respuesta por parte de España y la expulsión del puerto de Malta, hasta conseguir el sí de Italia y atracar en Trápani (Sicilia) el 25 de octubre del 2021.
«La fotografía de boda es la que me ha enseñado a hacer fotoperiodismo —afirma—. Arrastro mucho de ahí. Creo que muchos fotógrafos que no han hecho bodas no son conscientes de la dificultad que tiene. Imagina la situación: la novia va a llegar a la iglesia en coche. Van a pasar unos segundos desde que llega hasta que entra en la iglesia. Dentro del coche hay una luz específica, poca, y una zona sombría. En el momento en que la novia baja del coche, tiene una luz completamente distinta y en el momento en que está dentro de la iglesia no hay luz. Así que tienes que, como fotógrafo, tienes que ser capaz en cuestión de segundos de ajustarte a esas diferencias de luz. Una fotografía de boda tiene que ser elegante. No vale disparar cuando el paso no es el correcto o cuando ella mira para abajo. Hay mil cosas que tener en cuenta, y que hacen que seas rápido e intuitivo. Aprendes a anticiparte. Ves a alguien caminando, pero intuyes que unos pasos detrás viene su historia, la foto que hay que hacer».
Así detalla el mejor fotoperiodista de España, según la Asociación de Fotógrafos Profesionales del país, cómo pasó de hacer fotografía de eventos sociales a brillar en documentales con carga social. Más de un año después de sobrevivir al cementerio que es para tres mil migrantes al año el Mediterráneo, el ribeirense mantiene amistades que hizo a bordo. «Con Mohamed [el chico que se tapa la boca con la mano en una de las fotos del reportaje] es una de las personas con las que mantengo el contacto. Él sigue en Sicilia y es rara la semana que no manda un audio preguntando cómo estoy, diciendo: ‘Te echo de menos’, ‘¿cómo te va la vida?’. Es un tío al que le he cogido un montón de cariño. Era el único chico de Gambia que iba en la patera; el resto, egipcios. Un tío ejemplar. Él era todos los días el último en la cola que hacían en el barco de salvamento para comer y fue el último en ser rescatado, el último en bajarse del barco en Trápani. Y, en cambio, era siempre el primero en colaborar en todo», asegura Alfonso, que hace tres años logró el primer premio de la Federación Española de Fotógrafos Profesionales documentando el parto de su hijo Marco, ese big bang.
Quien llega a puerto tras cruzar el mar en patera vuelve a nacer. Eso le sucedió a Mohamed, que tiene mujer e hijos en su país. En el barco con destino a un porvenir, los migrantes como él no llevan nada, ni teléfono. «Como mucho, un número envuelto en papel film para que no se moje, un número que les han dado de alguien que está en Europa, para que llamen a ver cómo les pueden ayudar», explica Alfonso. Fueron las vivencias y las palabras que compartieron a bordo las que mantuvieron unidos, con un mar de kilómetros por medio, a Mohamed y a Alfonso. Y sus números de teléfono. «A través de uno de los marineros del barco —cuenta el fotógrafo—, conseguí el teléfono de la mujer de Mohamed. Le escribí a su mujer en inglés, le mandé una foto de los dos juntos, para que pudiera identificarme, y esa fue la manera de contactar».
«Él nunca me pidió nada, y menos dinero. Es una persona que ves que tiene una manera de ser muy honesta, es honrado. Esa foto [de la serie documental en la que Mohamed sale en primer plano] corresponde a ese momento en el que estamos viendo tierra... Ese es el momento de soltar toda la tensión», relata el ribeirense.
A los Premios LUX, referente de los galardones de fotografía en España, Alfonso presentó una colección de doce fotos. «No necesariamente son las mejores. Son doce fotos que tienen que contar una historia. Es lo que he intentado hacer, contar el rescate en el Mediterráneo con doce imágenes. La colección tiene el título: ‘El Mediterráneo central, el mayor cementerio de emigrantes del mundo».
El valor que le echan esas personas que salen al mar por tener una oportunidad «es increíble. Plantéate dejar a tu marido y a tus hijas y meterte en una embarcación, estar dispuesta a pasar de todo... Porque ellos soportan quemaduras en la piel, palizas... Ellos saben que meterse en el barco es echar una moneda al aire a cara o cruz. Ser capaz de tomar una decisión así tiene que ser dificilísimo», nos insta a imaginar un segundo.
«Piensa en los niños, niños de 12, 13 años a los que sus padres meten en el barco, que van solos. ¿Cómo unos padres pueden tomar la decisión de decir: ‘Merece la pena arriesgar la vida de mi hijo para que tenga un futuro’. Es duro».
«NO, NO ES UN NEGOCIO»
Alfonso defiende el trabajo de las oenegés en rescates como el que ha vivido con la española Salvamento Marítimo Humanitario. «Cuando se dice que es un negocio, no lo creo. Por lo que he vivido, diría un no rotundo. Vi que todas las personas embarcadas en el rescate lo hacen por vocación. Lo ves en la manera en la que desarrollan su función todo ese tiempo que están. Ves gente que pide excedencias o que dedica a ello su mes de vacaciones».
La emigración es un tema «en el que entran un montón de variables, de intereses», considera. «A un Gobierno le interesa dar una imagen progresista, pero es solo un mordisco a la tarta de los votos. Y, a nivel europeo, hay condicionantes que te limitan. Mucha palabrería y pocos hechos», se moja.
Desde el primero de los seis días que pasaron azotados por el oleaje en el Mediterráneo, el capitán del barco en el que iba Alfonso pidió ayuda a España. No hubo respuesta. «Y llegó un momento en que el capitán dijo: ‘Necesitamos ayuda de donde sea’. La situación era extrema: empezaba a escasear la comida, las olas entraban dentro del barco y salimos con 20 contagiados de covid», recuerda Alfonso. Italia, finalmente, les dio puerto.
Y así salió un poco el sol. El verano tras el trabajo que le dio el LUX de oro, Alfonso lo volcó, entre otras cosas, en conocer el trabajo de los bomberos del Barbanza. «Ves lo duro que es cuando sales con ellos y estás en primera línea», cuenta quien documentó los incendios que en agosto devoraron dos mil de hectáreas en la comarca. «El viento me daba de cara, las ascuas venían hacia mí y no veía nada. Me costaba respirar, ¡no soltaba la manguera para saber dónde estaba! Los bomberos son héroes. Terminada su jornada, les decían: ‘Descansad, que el fuego no lo apagamos hoy. Pero ellos no querían, querían empalmar con el día siguiente. No son de los que están a cumplir ocho horas. Es muy duro», valora Alfonso. «Lo que también me llamó la atención fue la solidaridad de la gente, de los vecinos, cómo venían a ayudar de otras aldeas. Es admirable», concluye el mejor fotoperiodista, que nunca le falló a la novia...
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