La ceremonia fue presidida por el papa Francisco, que destacó la «búsqueda apasionada» de Ratzinger por comunicar el Evangelio
05 ene 2023 . Actualizado a las 14:14 h.En una ceremonia inédita en siglos de historia eclesial, el papa Francisco presidió este jueves el funeral de su antecesor, Benedicto XVI, fallecido el pasado sábado a los 95 años. Alrededor de 50.000 personas se congregaron en la plaza de San Pedro del Vaticano para participar en las exequias, al final de la cual el féretro fue conducido a hombros hasta las Grutas Vaticanas, donde fue sepultado en un triple ataúd, mientras algunos fieles gritaban «¡santo subito!» (santo ya). También pudo verse una pancarta con el mismo mensaje y otros carteles que daban las gracias al Pontífice escritas en alemán, su lengua materna. Ya en los días previos el arzobispo Georg Ganswein, secretario personal del Papa emérito, había advertido que podían esperarse estos gritos durante las exequias.
Pese a la solemnidad y emotividad del momento, el ambiente fue muy diferente al que se vivió en el mismo escenario hace 17 años, cuando más de un millón de personas participaron en las exequias de Juan Pablo II y exigieron con vehemencia la inmediata proclamación como santo del Papa polaco, cuya popularidad e imagen acabó eclipsando a su sucesor, mucho más tímido y frío. Aquella petición de los fieles acabaría haciéndose realidad en el 2014, cuando Karol Wojtyla fue canonizado por Francisco al mismo tiempo que a Juan XXIII.
Desde primera hora de la mañana de este jueves fueron formándose colas en los alrededores del Vaticano por parte de los fieles más madrugadores, que vivieron su primer momento emotivo a las 8.50, cuando el féretro con los restos mortales de Benedicto XVI fue trasladado desde la basílica vaticana hasta la parte de la plaza de San Pedro más cercana a la fachada. Fue acogido con un rezo del rosario que se prolongó hasta las 9.30, la hora en la que comenzó el funeral presidido por Francisco.
Ofició en cambio la liturgia el purpurado italiano Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, para evitar que el papa tuviera que estar mucho tiempo de pie, como le desaconsejan los médicos debido a sus problemas de movilidad y dolores de rodilla. Jorge Mario Bergoglio, no obstante, al final de la ceremonia se acercó caminando con su bastón al féretro, lo tocó, y rezó frente a él durante unos instantes. Antes, durante la homilía, había realizado varias citas de textos de Benedicto XVI, al que calificó de «fiel amigo del esposo» (Jesucristo), deseando que «tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre su voz».
130 cardenales y alrededor de 3.700 sacerdotes concelebraron en la ceremonia, en la que participaron jefes de Estado o de Gobierno de 14 países. La delegación española estuvo encabezada por la reina Sofía y por el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, que el día anterior presentaron sus respetos al papa emérito en la capilla ardiente instalada en la basílica vaticana, por donde pasaron más de 200.000 personas en los tres días en que estuvo abierta.
«Queremos seguir sus huellas», dice Francisco
En su homilía, Berglogio ha reivindicado la «búsqueda apasionada» de Benedicto XVI por comunicar el Evangelio y ha instado a la Iglesia a «seguir sus huellas». «También nosotros, aferrados a las últimas palabras del Señor y al testimonio que marcó su vida, queremos, como comunidad eclesial, seguir sus huellas y confiar a nuestro hermano en las manos del Padre: que estas manos de misericordia encuentren su lámpara encendida con el aceite del Evangelio, que él esparció y testimonió durante su vida», ha señalado el Pontífice.
Francisco ha citado al propio Benedicto XVI con sus palabras en la misa de acceso al Pontificado en el 2005: «Apacentar quiere decir amar, y amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir. Amar significa dar el verdadero bien a las ovejas, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de Dios; el alimento de su presencia». Precisamente, aunque en su homilía prevista, el papa solo nombraba a su antecesor como «nuestro hermano» (tampoco lo hizo en la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII), en la frase final se ha referido directamente a él improvisando su nombre. «Benedicto, fiel amigo del Esposo (Dios), que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre su voz», ha dicho. Por el contrario, en la misa de exequias de Juan Pablo II en el 2005, el entonces cardenal Joseph Ratzinger le nombró hasta en ocho ocasiones tanto como Juan Pablo II como por su nombre de pila Karol.