Benedicto XVI será enterrado en la tumba que ocupó Juan Pablo II hasta ser santo
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Miles de fieles visitaron ayer la capilla ardiente, instalada en San Pedro
03 ene 2023 . Actualizado a las 08:59 h.Amanecía en el Vaticano cuando un coche funerario recorrió el pequeño trayecto que separa el monasterio Mater Ecclesiae de la basílica de San Pedro. Varios hombres vestidos de negro abrieron el vehículo para trasladar a hombros a Benedicto XVI hasta el lugar en el que está instalada la capilla ardiente, un catafalco de tela dorada a los pies del Altar de la Confesión y del baldaquino de Bernini, sobre el lugar en el que fue sepultado San Pedro. Sin palio, porque no se trata de un pontífice «reinante». Son estos detalles que se van desvelando del nuevo protocolo, generado expresamente para el entierro de un papa que renunció para dar paso a otro. El emérito será enterrado en las grutas vaticanas, en la antigua tumba que ocupó su predecesor, Juan Pablo II, hasta que fue beatificado y trasladado a la capilla de San Sebastián, en la basílica de San Pedro. Ratzinger reposará, por tanto, en una cripta destinada a los pontífices. En ella se colocará una lápida de mármol blanco en la que figurarán, escritos en latín, los años de su pontificado.
Miles de fieles se acercaron ayer a San Pedro para despedir al papa emérito, un total de 65.000, apuntan desde el Vaticano. Algunos tuvieron que esperar hasta dos horas para decir adiós a Benedicto XVI. La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, fue una de las primeras personas en llegar. Junto al jefe del Estado italiano, Sergio Mattarella, permaneció en la basílica durante la celebración de una misa discreta. En esos primeros momentos también acompañaron al papa la llamada familia vaticana de Ratzinger, el círculo cercano del pontífice. A la cabeza, su secretario personal, el alemán Georg Gänswein, y las cuatro religiosas de la Memores Domini, grupo del movimiento Comunión y Liberación, que se ocuparon de asistir a Benedicto XVI durante su retiro.
La reina Sofía, en el funeral
El funeral —que será «solemne, pero sobrio», según fuentes del Vaticano— estará oficiado por el papa Francisco este jueves a las 9.30 horas en la plaza de San Pedro. De hecho, acudirán de forma oficial únicamente las delegaciones de los Gobiernos de Italia y Alemania. También asistirá el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, y otros jefes de Ejecutivo y de Estado, a título personal. La reina Sofía y el ministro de Presidencia español, Félix Bolaños, como encargado de las relaciones del Gobierno con la Iglesia, confirmaron ayer a la agencia Efe su presencia en la ceremonia, a la que además han sido invitados los embajadores ante la Santa Sede, por lo que está previsto que asista la exministra Isabel Celaá. Seis obispos españoles han confirmado también que acudirán.
Benedicto XVI murió el pasado 31 de diciembre a los 95 años de edad. La capilla ardiente seguirá abierta al público hoy y mañana, pero ampliando su horario: desde las 7.00 hasta las 19.00 horas.
Con Benedicto XVI la Curia dejó de ser solo para italianos
Bajo el pontificado de Joseph Ratzinger se produjo una importante internacionalización del gobierno central de la Iglesia
Valentina Saini
Muchos católicos en Italia lamentan la pérdida del papa emérito Benedicto XVI, quien definió el país transalpino como «una segunda patria» en su testamento. Sin embargo, cabe destacar que precisamente bajo el pontificado de Joseph Ratzinger se produjo una importante internacionalización de la Curia, que poco a poco fue haciéndose menos «italiana».
La elección de Juan Pablo II como Santo Padre en 1978 fue una gran sorpresa, entre otras cosas porque todos los papas desde 1523 habían sido italianos. Pero cuando Ratzinger fue escogido en el 2005, los políticos y fieles italianos se dieron cuenta de que la excepción se había convertido en regla: la Curia había dejado de ser «el jardín de los altos prelados italianos», como explicó a La Voz el antiguo asistente de un importante ministro demócrata cristiano ya jubilado.
Aunque Benedicto XVI puso al frente de la Secretaría de Estado al cardenal italiano —y sobre todo colaborador histórico— Tarcisio Bertone, lo cierto es que llevó a cabo una política de desitalianización del gobierno central de la Iglesia. Nombró, por ejemplo, arzobispo de Nápoles al italiano Crescenzio Sepe, que hasta entonces había dirigido el poderoso Propaganda Fide, el dicasterio para la evangelización disuelto en el 2022 por el papa Francisco, y en su lugar colocó a un prelado indio. Como presidente de la junta de superintendencia del Instituto para las Obras de Religión (IOR) —históricamente un centro de poder de los italianos en el Vaticano— puso a un banquero de la nobleza alemana, Ernst Von Freyberg, al que sucedió un francés, el economista católico francés Jean-Baptiste de Franssu. Y de secretario personal eligió en el 2012 al alemán Georg Gänswein, a quien Francisco confirmó en su cargo de prefecto de la Casa Pontificia un año después, tras la renuncia de Ratzinger.
Las reformas de Benedicto XVI, aunque no siempre exitosas, allanaron el camino a las del papa Francisco. Ambos pontífices se enfrentaron a la resistencia de la Curia, y particularmente a la de algunos altos prelados italianos contrarios a cualquier cambio. Prueba de ello es la constitución apostólica Praedicate Evangelium, que entró en vigor en el año 2022. Con Francisco, el papa venido «del fin del mundo», como se autodenominó, la Curia se ha convertido en una especie de Naciones Unidas, con miembros de unas ochenta naciones y muy atenta al sur del mundo.
Esto no significa que Italia haya dejado de ocupar un lugar especial en el corazón de los papas. Francisco también siente gran afecto por Roma e Italia, habla bien el idioma y considera al país transalpino su segundo hogar, después de su Argentina natal. Entre los expertos vaticanistas, no se descarta que el sucesor de Francisco pueda ser de nuevo un italiano, quizá «un pontífice de compromiso», pero después de casi dos mil años, la era de la Curia en manos exclusivamente italianas parece haber terminado.