Hermanos de Italia ha experimentado un cambio desde que llegó al Gobierno mientras la popularidad de su líder aumenta
28 dic 2022 . Actualizado a las 08:42 h.Cuando Hermanos de Italia (HdI) nació, a finales de diciembre del 2012, nadie esperaba que en apenas diez años sus tres fundadores, Giorgia Meloni, Guido Crosetto e Ignazio la Russa, se convertirían respectivamente en la primera mujer jefa de un Gobierno italiano desde 1861, en ministro de Defensa y en presidente del Senado, y que HdI sería la primera fuerza del país transalpino.
Es un éxito arrollador para un partido claramente de derechas con un símbolo controvertido: la llama tricolor que ya aparecía en el logotipo de su predecesor, el partido posfascista Alianza Nacional, y del antecesor de este, el partido de inspiración neofascista Movimiento Social Italiano (MSI), fundado tras la Segunda Guerra Mundial por nostálgicos de Benito Mussolini.
Al igual que el MSI, Hermanos de Italia tiene su sede en Via della Scrofa, en pleno centro de Roma. Y además del nombre, Giorgia Meloni comparte con el histórico secretario del MSI, Giorgio Almirante, una reputación de sobriedad, coherencia y severidad que le reconocen incluso sus adversarios políticos.
En los años sesenta, Almirante recorría Italia en tren con un abrigo desgastado y un bocadillo de tortilla, el típico almuerzo obrero; Meloni nunca sale en las revistas por sus vacaciones en velero o sus fiestas con famosos, a diferencia de otros políticos.
La líder de HdI comenzó su carrera política con apenas 15 años en la organización juvenil del MSI; pero hoy esta mujer de fuerte acento romano parece más plácida y moderada que sus socios de Gobierno, el magnate Silvio Berlusconi, líder del liberal Forza Italia, y Matteo Salvini, secretario de la ultraderechista Liga.
Respeto a las reglas
«Muchos en el extranjero hablaron de fascismo cuando llegó a primera ministra, pero Meloni es todo menos fascista», dice a La Voz un diputado de derechas. «No cabe duda de que es muy ambiciosa, pero respeta las reglas y la Constitución democrática».
El partido y su líder han cambiado visiblemente desde que están en el Gobierno. HdI ya no es una fuerza antieuropea, y Meloni ya no critica duramente a Bruselas, y se limita a afirmar que hay que llevar «la voz fuerte de Italia a la UE». Al asistir la semana pasada a la ceremonia de la festividad judía de Janucá, Meloni definió las leyes antisemitas aprobadas por el fascismo como una «ignominia», algo que la comunidad judía de Italia apreció mucho.
Días antes se organizó una gran fiesta en la Piazza del Popolo de Roma para celebrar los diez años de HdI. Meloni fue recibida triunfalmente, y varios militantes del norte de Italia aseguraron a La Voz que HdI es «un partido unido, que apoya a su líder, contrariamente a lo que pasa en la izquierda». Meloni afirmó que sus prioridades son el crecimiento del PIB, la ocupación y la recuperación de la natalidad, y subrayó que Italia ha «levantado la cabeza» en la cuestión de la gestión de los flujos migratorios.
También hubo unos abucheos en la celebración de HdI, pero fueron todos para Berlusconi, que se conectó a distancia; Meloni sigue garantizando que las relaciones con Berlusconi y Salvini «son excelentes», aunque parece que los militantes de su partido no opinan lo mismo.
Desde que asumió el cargo de jefa del Gobierno a finales de octubre, Meloni se ha mostrado prudente. Ha mantenido una política exterior favorable a la OTAN y de apoyo a Ucrania, y en lo económico se ha movido en la línea de las decisiones del Gobierno de Mario Draghi. Sin embargo, su decisión de reducir significativamente la renta de ciudadanía, una medida parecida al ingreso mínimo vital para las rentas más bajas, ha suscitado muchas polémicas.