Alfonso Vidal: «Muchos dolores de cabeza y de espalda indican que no llevamos la vida que queremos»

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El doctor Alfonso Vidal revela tácticas, hábitos y la eficacia de algunos fármacos para el dolor en su guía «Vivir sin dolor».
El doctor Alfonso Vidal revela tácticas, hábitos y la eficacia de algunos fármacos para el dolor en su guía «Vivir sin dolor». LUIS DOMINGO

«Podríamos vivir casi casi comiendo solo lentejas», afirma el jefe de la unidad para el tratamiento del dolor del Hospital La Luz, de Madrid, autor de la guía «Vivir sin dolor». «El sueño es tan importante como el ibuprofeno o más», advierte

16 dic 2022 . Actualizado a las 20:18 h.

¿Sientes dolor a diario?, ¿puede doler el corazón?, ¿cuándo hablamos de dolor crónico?, ¿cómo influyen la vitamina D, el sueño o el estilo de vida en la salud y el bienestar de las personas? A preguntas como estas responde el jefe de la Unidad para el tratamiento del Dolor del Hospital La Luz, Alfonso Vidal, en Vivir sin dolor. Guía definitiva para aliviarlo y recuperar tu vida, que exprime la larga experiencia de este especialista en anestesiología, reanimación y terapéutica del dolor, profesor de la Universidad Complutense. «En todos mis años de profesión me he dado cuenta de lo importante que es que los pacientes entiendan lo que les pasa y la manera en que pueden ayudarse a sí mismos. Este libro pretende acercar el conocimiento del dolor y las maneras de tratarlo de forma sencilla», dice.

—Lo primero es reconocer ese dolor, porque hay quien no quiere siquiera saber y entender qué le pasa...

—Cada persona es libre de tomar sus decisiones, de aceptar sus responsabilidad y entender qué le pasa. No hay peor sordo que el que no quiere oír.

—¿Es posible vivir sin dolor?

—Cuando nos planteamos con la editorial ponerle título al libro, pensé que este es un título muy ambicioso. No se puede vivir sin dolor, el dolor es necesario. El dolor es un mecanismo de defensa. Los métodos que tenemos para aliviar el dolor cuando se presenta de forma crónica no son métodos perfectos. Pero tratamos de aliviar al máximo y lo antes posible el sufrimiento, para reducir en lo posible ese malestar y que las personas puedan hacer una vida parecida a lo que es normal.

—¿El dolor, para aliviarlo, debemos no callarlo? Nos enseñan a ocultarlo, a restarle importancia.

—Tenemos una cultura impregnada de la tradición judeocristiana en la que el dolor era una especie de «premio» que llevaría a una mejoría en un futuro, en una vida más allá de la vida. Respetando las creencias, no tenemos confirmación de que esa vida esté, por lo que debemos cuidar esta. Lo mismo que si la comida está sosa puedes echarle sal, puedes aliviar el dolor.

—El dolor en el parto es uno de los que aborda esta guía, es un dolor de «buena madre». Pedir la epidural nos convierte en sospechosas...

—Recuerdo cuando era estudiante, hablando con algún ginecólogo, hace ya mucho tiempo, que decían que si no dolía el parto no se era buena madre y no se quería a los hijos. Claro que es mentira. Hay un mensaje disfrazado de cierto ecologismo sobre el parto natural. El parto natural, perdóname, es aquel en que estabas en la cueva y tenías que escapar del oso. Nuestro mundo es un mundo civilizado para bien. En algunos aspectos del libro, hablo de cómo da la impresión de que el dolor se ceba en la condición femenina. Pero nunca las mujeres han tenido mejor situación, disposición, reconocimiento, que actualmente. Y nunca la medicina y sus herramientas han sido potentes como ahora.

—¿Las mujeres callamos más el dolor, lo tenemos más, digamos, asumido?

—A las mujeres les duele para otros y a los hombres les duele para sí mismos. Es cultural. Es decir, cuando viene un paciente masculino al que le duele, siempre es: «No puedo hacer, no puedo ir a pádel, no puedo trabajar...». Mientras que las mujeres cuando se quejan del dolor es «Es que no puedo hacer la cama, no puedo hacer la comida, no puedo cuidar a mi hijo o a mi nieto...». Esto es educacional. Hay que entenderlo, pero hay que decir: «La cama la puede hacer él o se puede hacer entre dos, los nietos los pueden cuidar sus padres...». La caridad bien entendida empieza siempre por uno mismo.

—¿El dolor es subjetivo?

—Sí. A uno le parece que la sopa está demasiado caliente y un poco sosa, llega otro y te dice que no, que está bien, y otro te dice: «Pues a mí me parece que está un poco salada». Claro que podemos cuantificar aspectos, como la cantidad de sal, como la tensión arterial que tiene una persona... El martillo en el dedo causa dolor, pero hay que ver cómo le afecta ese dolor a una persona. La experiencia del dolor es subjetiva, distinta en cada persona, pero tenemos unas herramientas más o menos objetivables para medirlo. Entre ellas, la escala visual.

—¿Cómo sabemos que duele lo normal o que se trata de un dolor anómalo?

—Es la pregunta del millón y es una pregunta simple. ¿Quién necesita tratamiento asistencial para su dolor? El que lo percibe, el que lo pide, el que lo está sufriendo. A uno le dan un martillazo en un dedo y no le molesta y a ti igual te pinchan y te duele. Necesita asistencia el que lo reclama. Y oye, igual tú interpretas que el martillazo no te genera dolor porque toda la vida te han dado martillazos...

—¿Hay un sobreconsumo de pastillas para todo, en especial para la ansiedad?

—Es que hoy no damos el tiempo razonable a que las cosas evolucionen. Queremos todo de hoy para hoy. Si esperas unas horas y te relajas, se te pasará el dolor de cabeza, pero si tomas una pastilla se pasa inmediatamente. A veces el dolor se debe a que tienes una china en el zapato y lo que debes es quitarte el zapato y la china. El dolor es un mecanismo de defensa y lo que indica es un daño. Más que la pastilla, es muy importante en el dolor el estilo de vida. Te levantas, haces un poco de gimnasia, comes lentejas, te ríes con la gente, coges un peso con cuidado, pides ayuda... Muchas de estas cosas son fundamentales. El mejor tratamiento es siempre la prevención.

—¿No somos todavía conscientes de la importancia de la vitamina D? ¿Aquí en Galicia todos la tenemos baja?

—... En toda España. La vitamina D es, si no la sal, el pimentón o el perejil del plato: con muy poquito tienes suficiente. Pero si no lo tienes, ¡eso no sabe! La vitamina D está en un montón de alimentos. Así que no es imprescindible tomar el sol. Casi todas las grasas animales y muchas de las vegetales tienen vitamina D.

—Anotamos: lácteos, guisantes, yema de huevo, pescado azul...

—Sí. La dieta mediterránea, que incluye a Galicia. Comer verduras, legumbres y pescado azul es comer normal. Si comes normal, no necesitas suplementos vitamínicos, a menos que no absorbas bien alguna vitamina. Esto entronca con lo de tomarse una pastilla para resolver rápidamente. Necesitamos tiempo para comer. Te haces unas lentejas, te las guardas en la nevera y mejor que comas eso de poco en poco y que abrirte una lata cada día. Podría uno vivir casi casi comiendo solo lentejas. Y luego algo que llevase aminoácidos esenciales animales.

—Revelador el capítulo sobre dolores viscerales. Porque pervive la idea de que «el corazón no duele».

—Esto no es verdad, el corazón duele; es lo que les pasa a las personas que tienen angina de pecho. El corazón duele, pero cuando hay una angina a veces el primer dolor no aparece a la altura del corazón. El dolor puede aparecer incluso en la mandíbula. Y duelen las vísceras, el hígado, dentro del hígado no, pero la bolsa en la que está, la cápsula de Glisson, sí.

—¿Acupuntura y pilates son buenos remedios para el dolor?

—Sí. Tener un entrenamiento con relajación y estiramiento de la musculatura, a la larga, te hace más fuerte y te hace soportarlo todo mucho mejor. Creo que el pilates es algo que deberíamos hacer todos todo el tiempo, desde pequeños.

—¿Qué es lo que más nos duele hoy?

—La cabeza y la espalda. La prevalencia del dolor de espalda se entiende cuando pasas ocho horas sentados al día en una silla, con posturas forzadas. Creo que lo que estamos manifestando con muchos dolores de cabeza y de espalda es que no tenemos la vida que queremos. Pero con los signos de alarma del dolor solemos mirar para otro lado, porque queremos seguir haciendo las cosas que hacemos. El dolor general de adaptación a la sociedad y su ritmo lo tratamos con medicamentos y ansiolíticos, pero la causa sigue ahí. Y tomando cuatro o cinco cafés para estar despiertos y luego la pastilla para dormir, solo estamos cebando un círculo vicioso.

-Interesante esa pregunta que plantea: ¿deberíamos tratar el dolor del recién nacido?

-La medicina no es una ciencia exacta, es una ciencia inexacta y humana, humanística. Hay muchas cosas que son de la condición humana y debemos tenerlas presentes como médicos. Algunas preguntas filosóficas como esa que comentas  hay que tenerlas presentes. El nacimiento es una situación traumática: salir de un espacio sin ruidos, donde estás protegido y templadito... y de pronto ¡plom!, debes salir por un agujero estrecho, apretando la cabeza y sometido a todo tipo de dificultades, como no tener en un momento dado ni respiración. Dices: "Esto es una experiencia traumática, que no tienen los bebés que nacen por cesárea". Ahora bien, el hecho de que la criatura salga por ese agujero estrecho le va bien para comprimir los pulmones y vaciarlos de líquidos y hacerlos más aptos para respirar. Y hoy por hoy sabemos que, cuando la criatura está dentro de la madre a punto de salir, prácticamente su sistema nervioso está maduro. El pinchazo se convierte en dolor cuando tienes esa capacidad cognitiva, y esa no se desarrolla hasta el primer año. 

—¿Cuánto influye en el bienestar y el dolor el sueño?

—El sueño sirve para que el conjunto del cuerpo, y el sistema nervioso más, se relaje, para que haga un pilates. El sueño es tan importante como el ibuprofeno, o más...

—¿Atender el dolor en los niños es la asignatura pendiente?

—Sí. Pongo un ejemplo, que te salgan los dientes es una patología, dura más de seis meses, es dolor crónico... Tendemos a minusvalorar las quejas de los niños y los niños no mienten. Si son muy pequeños y no tienen capacidad de hablar, hay todo un código de gestos que expresan lo que quieren decir.

—Los casos particulares que recoge el libro hacen que sea más real, cercano. Son muy conmovedores.

—Son personas que he conocido, a las que he conocido y he tratado y que me han dado alegría y otras veces tristeza.

—Recoge, entre otros, el caso de un paciente al que ir a urgencias por un dolor de cuello, que acabó en infarto, le salvó la vida...

—Bueno, creo que en ese caso los dos tuvimos suerte, él porque escapó y yo porque pude acertar y ayudarle.

—¿Qué debemos hacer para aliviar el dolor de vivir?

—Buen descanso buena alimentación, buen entorno laborable, buen entorno afectivo. Y este conjunto, un 80 %, podemos llamarlo estilo de vida; el otro 20 % restante, oye, si tienes un problema, acude a un dispensario de salud.