Los musulmanes de Járkov resisten: «El islam nos obliga a defender nuestra tierra»
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La comunidad islámica de la ciudad muestra su apoyo a Ucrania bajo la sombra de la persecución rusa
15 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Marat Sayfulin ha acudido a la mezquita de Járkov, la única existente en la ciudad, para preparar un refugio antiaéreo y calefactores en caso de que su comunidad y los menos pudientes necesiten protegerse del frío de este invierno. «No cerramos la puerta a nadie. Todo el mundo, si lo necesita, puede alojarse con nosotros. Tenemos un enemigo común», dice mientras cierra la cancela que da acceso al templo. Él es el jefe de la comunidad islámica de esta urbe que se encuentra a 40 kilómetros de Rusia y el encargado de velar por la seguridad de toda su congregación.
Sayfulin se ha quedado encargado de la atención espiritual y humanitaria de los pocos musulmanes que quedan en Járkov en ausencia del imán, que se encuentra en Kiev realizando papeleos y atendiendo diálogos interreligiosos. «La mayoría de nosotros se fue del país porque tenían demasiados niños y conformaban grandes familias. En los primeros días, en febrero y marzo, se marcharon a Europa. Algunos hombres se quedaron para organizar las evacuaciones por coche y por tren», asegura el creyente.
Tras el inicio de la invasión, su comunidad se redujo considerablemente. En parte, por el éxodo de las familias numerosas de su comunidad, que contaban con demasiados hijos para exponerles al peligro de los bombardeos y ataques rusos. «La otra mitad que no eran de aquí la conformaban estudiantes y extranjeros. Marroquíes, sirios, argelinos… lo que pasa es que se han ido. Ahora mismo debe haber unos pocos miles de nosotros», comenta compungido.
La mezquita de Al Manar se reedificó en el 2008 después de que los soviéticos la destruyeran finalizada la Segunda Guerra Mundial. Marat no guarda recuerdos de la época en la que estuvieron bajo la bota comunista, pero sí historias. «Nos reuníamos y rezábamos de forma clandestina. Nos habían prohibido hacerlo en público. Una vez se llevaron a nuestro imán y lo encarcelaron. Murió allí. Te puedes imaginar lo que pienso de ellos», comenta el joven musulmán, que no pasa de la treintena de años.
Resistencia islámica
Según cuenta Sayfulin, muchos de los musulmanes presentes en Járkov se unieron en la defensa del país a sus camaradas ucranianos, de mayoría cristiana ortodoxa. Él mismo, cuenta, se dedicó a instruir y orientar a chechenos y otros voluntarios árabes y magrebíes en Leópolis que se alistaron para formar parte de los voluntarios extranjeros que decidieron combatir por Ucrania.
«Estamos obligados a defender nuestra familia, nuestros hogares y nuestro país como indica el islam. Los musulmanes que luchan en el bando contrario no viven según lo que dice la sharia. No son auténticos musulmanes. Según la información que tenemos, los musulmanes rusos que se rigen por la sharia se han abstenido de ir a la guerra», certifica el líder religioso.
El Corán apoya los argumentos de Marat. La sura Al-Baqara, en el versículo 191, se indica: «Den muerte a aquellos que los ataquen donde quiera que los encuentren, y expúlsenlos de donde los han expulsado a ustedes, porque la opresión y la restricción de la libertad a la que son sometidos por los agresores es más grave que combatirlos». Y al final de su anterior versículo, se incide: «Alá no ama a los agresores».
Sin embargo, el líder religioso aclara que el islam permite abandonar la lucha y la tierra donde hay musulmanes [Se conoce como Dar al-islam, la casa del islam] en favor de la protección de los bienes y, especialmente, de la familia. «Tenemos dos opciones: o nos vamos o nos quedamos; pero si nos quedamos, estamos obligados a luchar para no repetir lo que pasó en Bucha, Irpin o Izium», asegura.
Una historia de persecución rusa
La comunidad musulmana tiene un arraigo de siglos en Ucrania. Con la llegada de los tártaros de Batú Kan (hijo del emperador mongol Gengis Kan) y su Horda de Oro al este europeo, se fundó el kanato de Crimea en el siglo XIV, poblando la península de esta etnia. Ya en el siglo XVIII, con el territorio desintegrado políticamente, los otomanos se hicieron con su control, pasando los tártaros a aceptar el islam. Estos representan actualmente el 12 % de la población del territorio anexionado por Rusia en el 2014.
Oenegés como Human Rights Watch denuncian que, tras la ocupación e integración de Crimea en la Federación rusa, se ha perseguido sistemáticamente a los musulmanes tártaros —y conversos— en toda la región, alegando además que los arrestados por profesar su fe han sido torturados y deportados a Rusia o a las regiones de Uzbekistán, Kazajistán o Cheremia, república que forma parte de Rusia actualmente.
Y esta historia, cuenta Marat, no es nueva para ellos. Los tártaros llaman Sürgünlik (exilio en tártaro) a lo que les hizo Stalin en 1944. De ellos, 193.865 fueron deportados y los que fueron movilizados en el Ejército Rojo para combatir a Hitler fueron deportados a gulags en Siberia y los Urales, aunque fueron liberados a la muerte del dictador en 1953.
Los civiles, mayormente mujeres, niños y ancianos, pasaron a trabajar en las granjas colectivas soviéticas bajo la prohibición de moverse a más de cinco kilómetros de sus casas. Tras ello, casi la mitad de los que quedaron en la península murieron de inanición. Ahora están repitiendo lo mismo», cuenta el fiel musulmán, que habla también de cifras de expulsión que podrían alcanzar las 20.000 personas.
Para Sayfulin, la supervivencia de su comunidad y su país es indispensable. Y cuenta que los creyentes en Mahoma lo ven igual. «Los musulmanes, desde hace siglos, siempre apostaron por Ucrania, y los rusos nos han perseguido siempre. El islam de Járkov está con nuestros compatriotas y hermanos», concluye.