Perú inicia la transición con Castillo en prisión y Boluarte instando a la unidad
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El expresidente está acusado de rebelión y conspiración por su autogolpe
09 dic 2022 . Actualizado a las 17:02 h.Esposado y en helicóptero. Así fue trasladado a altas horas de la noche del miércoles el ya entonces expresidente peruano Pedro Castillo a la prisión de Barbadillo, donde el también exmandatario Alberto Fujimori (1990-2000) cumple condena por crímenes de lesa humanidad. Acababa entonces una jornada vertiginosa e histórica, en la que el líder izquierdista decretó el cierre del Congreso y la reorganización del poder judicial, acción calificada como golpe de Estado por el Tribunal Constitucional y la práctica totalidad de la política peruana, y que acabó en la destitución de Castillo en el Parlamento, y su posterior detención, al ser acusado de rebelión y conspiración, delitos por los que podría pasar entre 10 y 20 años en la cárcel.
La vertiginosa concatenación de acciones tuvo lugar en apenas dos horas y puso punto y final al también corto período de Castillo en la presidencia: apenas un año y medio de un turbulento mandato, con una feroz oposición parlamentaria, vaivenes políticos, graves acusaciones de corrupción y el paso por el palacio de Gobierno de cinco gabinetes y ocho decenas de ministros distintos.
Castillo fue en el 2021 el sorpresivo candidato electoral de la formación ultraizquierdista Perú Libre, cuyo líder, Vladimir Cerrón, no pudo presentarse por problemas judiciales. Ganó la primera vuelta con apenas el 18 % de los votos, un porcentaje exiguo, que convirtió en una ajustadísima victoria en la segunda vuelta al enfrentarse a Keiko Fujimori, la hija del autócrata, en un país donde buena parte de la población no puede ni escuchar ese apellido.
La consecuencia es que Castillo inició su mandato con escaso apoyo en la calle —muchos le votaron para que no fuese elegida Fujimori— y una implacable oposición en un Congreso de mayoría conservadora que bloqueó su programa electoral.
Pronto empezó la sucesión de errores que desembocaron en la frenética jornada del miércoles. Para lograr la gobernabilidad Castillo empezó a aliarse con políticos conservadores, dejando de lado parte de sus promesas, y nombrando, al mismo tiempo, en su Ejecutivo a personas de escasa preparación, perdiendo, poco a poco, el apoyo de su partido y del bloque de izquierda, que aún así lo mantuvo en el poder en dos votaciones de destitución anteriores. La acusación de la Fiscalía, que considera a Castillo líder de una organización criminal en el seno del Gobierno, aceleró la tercera moción y el suicidio político del presidente.
La hasta ahora vicepresidenta, la izquierdista Dina Boluarte, tomó posesión el miércoles por la tarde y aseguró que su intención es crear un Gobierno de unidad nacional, con representantes de todas las tendencias políticas, para gobernar hasta el 2026, cuando iba a terminar el mandato de Castillo. «Convoco a un amplio proceso de diálogo entre todas las fuerzas políticas representadas o no en el Congreso», señaló.
La mayoría de analistas coincidían este jueves en que es muy posible que el criticado Congreso, que rechaza el 86 % de la población, dé una tregua al Ejecutivo, sobre todo si Boluarte se rodea de reconocidos y limpios tecnócratas, pero ya se escucharon las primeras voces a favor de unas nuevas elecciones, algo que encontraría, en cualquier caso, la resistencia de parte de los legisladores que no quieren perder los privilegios de su puesto en el Parlamento. Es una de las razones de que no hubieran destituido a Castillo en ocasiones anteriores.
La calle, en cualquier caso, despertó tranquila, en un país muy tensionado políticamente.
La destitución de Castillo fue criticada este jueves por el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, que considera «lamentable» que las élites económicas y políticas hayan mantenido un «ambiente de hostilidad» contra el líder peruano que le llevaron a tomar las «decisiones» que condujeron a su salida del poder. Confirmó, al mismo tiempo, que Castillo solicitó asilo en México. El exmandatario andino recibió este jueves la visita del embajador del país norteamericano en el penal donde está detenido.
Dina Boluarte, una izquierdista alejada del totalitarismo
H. E.
La nueva presidenta peruana, Dina Boluarte (Chalhuanca, 1962), al igual que Pedro Castillo tiene escasa experiencia política. Abogada de profesión —ocupó un cargo de relevancia en el Registro Civil peruano—, no entró en la esfera pública hasta el 2018, cuando fue candidata a la alcaldía de Surquillo, que no ganó. Dos años después se postuló a un escaño del Congreso, que tampoco consiguió. No fue hasta el 2021 cuando logró el apoyo de la formación ultraizquierdista Perú Libre y se presentó a las presidenciales como número dos de Castillo. A la tercera fue la vencida, y Boluarte juró como vicepresidenta de Perú en julio del pasado año, convirtiéndose también en ministra de Desarrollo e Inclusión Social.
Se mantuvo fiel a Castillo cuando comenzaron los primeros problemas en el Gobierno, y llegó a declarar, a finales del pasado año, que si el entonces presidente era destituido ella también dejaría su cargo. Una promesa que finalmente no ha cumplido.
A principios del 2022 rompió con Perú Libre tras distanciarse de los postulados ideológicos del partido. «Soy de izquierda, pero de izquierda democrática, no totalitaria ni sectaria, que permite la divergencia y la crítica y donde no hay líderes infalibles ni intocables», dijo en aquella ocasión, manteniendo su lealtad al presidente, de quien no se alejó hasta la semana pasada, cuando Castillo nombró a Betsy Chávez como nueva primera ministra.
Comienza ahora un mandato difícil como presidenta. Boluarte no forma parte de ninguno de los grupos parlamentarios del Congreso y deberá buscar apoyos en las distintas formaciones si quiere lograr la gobernabilidad y mantenerse en el poder.
Este jueves ya comenzaron las peticiones para convocar elecciones, que la nueva presidenta calificó de «democráticamente respetables», pero a la vez puntualizó que primero analizará con los partidos cuál es el mejor camino a seguir. En su primera rueda de prensa solo apuntó que su papel ahora es «reorientar lo que hay que hacer con el país», sin desvelar cuál será su siguiente paso.