Erdogan lanza una ofensiva contra los kurdos en Siria, en medio de la caída de su popularidad por la crisis económica
04 dic 2022 . Actualizado a las 09:21 h.Desde la definición de las fronteras modernas de Oriente Medio al final de la Primera Guerra Mundial, el Kurdistán, la mayor nación del mundo sin Estado propio, con más de 25 millones de personas, ha sido centro recurrente de las tensiones regionales. En las últimas semanas, ha crecido la tensión en esta región dividida entre cinco Estados —Turquía, Irak, Siria, Armenia e Irán—, y una probable ofensiva militar turca en las zonas de mayoría kurda de Siria podría provocar un estallido violento.
El presidente turco, Recep Tayip Erdogan, hace días que anunció una operación militar terrestre para ampliar el territorio que controla su Ejército en el norte de Siria, donde la guerra civil, iniciada hace más de una década a rebufo de las llamadas primaveras árabes, se resiste a terminar. El objetivo de Erdogan es desalojar a las fuerzas de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG) de la zona con la frontera turca.
Durante los últimos días, el Ejército turco ha lanzado ataques aéreos contra las posiciones de las YPG causando más de 40 víctimas mortales entre combatientes y civiles. En teoría, la ofensiva turca es una respuesta al atentado terrorista en Estambul del pasado 13 de noviembre en el que murieron seis personas. Según Ankara, la responsable del atentado es una mujer siria que residía en la zona kurda, y que habría confesado haber sido entrenada para formar parte de las YPG.
Sin embargo, varios hechos relacionados con el atentado han suscitado dudas respecto a la versión oficial. Para empezar, la presunta autora del atentado con una mochila bomba ni tan siquiera es kurda, sino árabe. Además, las YPG, que han negado cualquier vinculación con el atentado, nunca han realizado ataques contra civiles en Turquía, y no tendrían ningún interés en hacerlo. «Los servicios secretos turcos están detrás del atentado. Ellos manipularon a la mujer arrestada», sostiene un disidente turco residente en España que atribuye el atentado a un maquiavélico cálculo electoral de Erdogan.
Antes de un año electoral
El próximo mes de junio hay elecciones en Turquía. Nunca antes, Erdogan se había enfrentado a unas encuestas desfavorables, desde la primera de sus ininterrumpidas victorias electorales en el 2002. La severa crisis económica, que hace años atraviesa el país, ha supuesto un duro golpe para la popularidad de un líder desgastado, a pesar de su control sobre los medios de comunicación. Ante esta difícil tesitura, el astuto Erdogan podría querer intensificar el conflicto con el PKK para erigirse, ante una opinión pública encendida, como el defensor de la nación turca.
Sin embargo, dos obstáculos de peso se interponen a una invasión turca: Washington y Moscú. Las YPG fueron y continúan siendo el principal aliado de EE.UU. en la lucha contra el Estado Islámico (EI), aún presente en las zonas remotas del desierto sirio. Y Moscú rechaza una intervención que debilitaría a su aliado, el presidente Bachar al Asad.
La situación no es más tranquila en el Kurdistán iraquí, que goza de una amplia autonomía desde el 2003, apoyada también por Washington. Desde hace décadas, allí se alojan pequeñas milicias kurdoiraníes. El régimen de la República Islámica ha acusado a estas milicias de estar detrás de las protestas de las últimas semanas, especialmente fuertes en la zona kurda. Teherán incluso las ha acusado de armar a los manifestantes. Durante las últimas semanas, el Ejército iraní ha realizado diversos ataques contra los pueblos kurdos en Irak, cerca de la frontera, utilizando, sobre todo, drones. Teherán ha amenazado con multiplicar sus ataques si las autoridades iraquíes no desalojan a las milicias kurdoiraníes de su territorio. Pero el Gobierno autónomo kurdo no cede. En los últimos años, se ha ido tejiendo una fuerte solidaridad pankurda por encima de antiguas rencillas, que explica las tensiones actuales con los Estados que han dominado el Kurdistán el último siglo.