El 28 de octubre de 1922 comenzó la toma del poder en Italia por parte del fascismo, una ideología que la nueva primera ministra rechaza de manera tajante, aunque está en las raíces de su partido
27 oct 2022 . Actualizado a las 19:30 h.«Nunca he sentido simpatía o cercanía hacia los regímenes antidemocráticos; hacia ningún régimen, incluido el fascismo, al igual que siempre he considerado las leyes raciales de 1938 el punto más bajo de la historia italiana, una vergüenza que marcará para siempre a nuestro pueblo». Giorgia Meloni no sorprendió al decir estas palabras en su discurso en la Cámara de los Diputados el pasado martes antes de someter al nuevo Gobierno a la necesaria moción de investidura, que superó ampliamente al lograr 235 votos a favor, 154 en contra y 5 abstenciones. No sorprendió porque no era la primera vez que se expresaba públicamente en esos términos, aunque dada la solemnidad del momento y del lugar, se agradeció que dejara claro su repudio al fascismo. No era una cuestión baladí, pues su partido, Hermanos de Italia (HI), tiene su embrión en el movimiento fundado por los nostálgicos de Benito Mussolini tras la Segunda Guerra Mundial.
A Meloni le interesaba particularmente que no hubiera dudas sobre este punto debido a una peculiar coincidencia: el nacimiento del nuevo Gobierno liderado por HI se produce en la misma semana en la que se conmemora el centenario de la Marcha sobre Roma, el golpe de mano con el que el fascismo se hizo con el poder. Con aquel evento histórico, que se inició el 28 de octubre de 1922, comenzaron las dos décadas de dictadura de Mussolini, que empujaron a Italia a la Segunda Guerra Mundial propiciando una catástrofe de dimensiones hasta entonces desconocidas en el país y en el mundo.
«Una pura coincidencia»
«Es una pura coincidencia, pero no creo que le dé mucho gusto a HI, porque evoca, lo quiera o no Meloni, un momento muy dramático de la historia de Italia, cuando cayó el Estado liberal y se inició una dictadura», explica Simona Colarizi, catedrática emérita de historia contemporánea en la Universidad La Sapienza de Roma y una de las mayores expertas del país en el período fascista. «En aquel momento se infiere una herida constitucional que resulta irremediable. Fue una subida al poder semilegal del fascismo, que fue ejemplo de lo que luego hizo Hitler en Alemania. El rey Víctor Manuel III, que era entonces el jefe del Estado, nombró como primer ministro al jefe de la subversión armada, a Mussolini, y el Estado perdió de esta manera toda su legitimidad al renunciar al monopolio en el uso de la fuerza».
Con la Marcha sobre Roma miles de fascistas llegaron a la capital italiana desde todo el país gritando «¡Roma o muerte!», logrando que, tres días después, Mussolini se hiciera con el Gobierno y comenzara el desmontaje progresivo del sistema democrático. Víctor Manuel III pudo haber evitado la revuelta, pero cedió al Duce las riendas del poder con la esperanza de que resolviera la crisis política y social en que se encontraba entonces Italia. Colarizi no encuentra paralelismos entre la actual coyuntura y aquel período, más allá de la «crisis global de las democracias», y considera además que el fascismo es un fenómeno superado para Meloni.
Pasado neofascista
«Con ese recorrido en realidad ella no tiene nada que ver, pero sí que tienen mucho que ver con el neofascismo muchos de sus dirigentes», sostiene, recordando el pasado de algunas figuras de peso de HI como Ignazio La Russa, aupado por la coalición conservadora a la presidencia del Senado, el cargo institucional más importante de Italia tras el del presidente de la República, que ocupa Sergio Mattarella. Fue llamativo ver a La Russa, que tiene en su casa varias estatuillas del Duce, en la apertura de la legislatura entregándole un ramo de flores a Liliana Segre, senadora vitalicia y superviviente del campo de Auschwitz en 1944, que presidió la sesión por ser la parlamentaria de mayor edad entre los vicepresidentes de la legislatura anterior.
Segre, de 92 años, reconoció sentir «vértigo» ante el «simbolismo» de encontrarse «en el pupitre más prestigioso del Senado» cuando estaban a punto de cumplirse cien años de la Marcha sobre Roma, y rememoró además cómo tuvo que dejar la escuela en 1938 por culpa de las leyes raciales impulsadas por Mussolini.
Otra figura muy respetada en Italia, el escritor Alberto Moravia, fallecido en 1990, recordaba en un documental de los años 70 del siglo pasado de la RAI, la radiotelevisión pública italiana, cómo vivió la Marcha sobre Roma: «Tenía 15 años y fui a la Piazza del Popolo. Me senté sobre una fuente y vi la entrada de los fascistas. Recuerdo muy bien cómo eran. Tuve la impresión de que era un desfile de cazadores de provincias. Eran gente de campo con fusiles de caza, algunos con camisas negras y otros no. No tenían para nada un aspecto militar. El desfile duró mucho, hasta el punto de que no conseguía pasar al otro lado de la calle y no pude entrar en mi escuela».