Felipe González: «El mayor esfuerzo en 1982 era que no volviéramos a las andadas»
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El expresidente del Gobierno recuerda sus mandatos con motivo del 40 aniversario de la victoria del PSOE de 1982, en la que obtuvo 202 diputados
27 oct 2022 . Actualizado a las 18:45 h.El expresidente del Gobierno, Felipe González, asegura que la prioridad número uno a su llegada al poder en 1982 fue mantener la convivencia para que «no volviéramos a las andadas», ya que estaba y está convencido de que, sin ella, todo hubiera resultado «superfluo, reversible, inútil».
En una entrevista con la Agencia EFE con motivo del cuarenta aniversario de la victoria electoral del PSOE el 28 de octubre de 1982, González repasa aquella histórica fecha, sus años de Gobierno (1982-1996) y cómo ha cambiado España y el mundo desde entonces.
«Había una contradicción entre entusiasmo y terror»
Cuando aquella noche se confirmó que el PSOE había obtenido 202 diputados y que sería el encargado de formar el primer gobierno de izquierdas desde la II República Felipe González se sintió «abrumado». «Por eso priorizaba por encima de todo la convivencia, porque veníamos de acontecimientos que intentaban romperla una y otra vez. Lo primero era la convivencia democrática para vivir en libertad y en paz».
El expresidente explica que las expectativas de la sociedad española eran una contradicción entre «entusiasmo y temor» y recuerda que, mientras meses antes en Francia un millón de personas celebró en las calles el triunfo del también socialista François Mitterrand, en España, había millones de personas pero en su casa. «Podían verlo por televisión pero en la calle no querían estar».
«El peso de nuestra historia —recuerda—, una convivencia una y otra vez frustrada... el 27 de octubre (ahora ya lo han dicho unos y otros, ya estábamos advertidos de que habría un intento de golpe de Estado) pero es que veníamos de un golpe de Estado de febrero de 1981. Y para colmo ETA agitaba lo peor de su sentimiento perverso, asesinando a gente y tratando de interrumpir ese proceso».
Felipe González, que a lo largo de la entrevista vuelve una y otra vez a hablar de convivencia, recuerda una conversación con una mujer mayor en pleno «ruido de sables» tras el 23F que le pidió: «si tenemos que repartir el mendrugo de pan hagámoslo, pero volver a lo que nos pasó, nunca más». «Es la definición de la convivencia como prioridad por encima de todo, y como condición necesaria para que lo demás se produzca».
«El mayor esfuerzo era que no volviéramos a las andadas»
González, preguntado por su mayor logro en el Gobierno, insiste en que el mayor esfuerzo era «que no volviéramos a las andadas» y por ello se muestra especialmente satisfecho de los avances en las consideradas «grandes cuestiones históricas» pendientes en la sociedad de entonces: El papel de los militares en la política, la dialéctica clericalismo-anticlericalismo, la división social y la descentralización política. «La reforma militar se hizo y hoy —subraya González— tenemos unas Fuerzas Armadas con un enorme prestigio internacional y nacional. Y en la cuestión religiosa se avanzó muchísimo».
En cuanto a la división social: «Construimos una sociedad ampliamente de clases medias, media-media, media-baja, media-alta. Pero no digo que yo las definiera así, sino que la gente se consideraba así». Ese esfuerzo por consolidar la democracia, hacerla irreversible, fue lo más importante, según González, que recuerda que, antes de 1977, «de la transición que protagonizó Adolfo Suárez», el país venía de una larga historia de falta de entendimiento entre españoles. Habla entonces del papel del rey.
La «inmensa contribución» de Juan Carlos I
Felipe González dice sentir «pesar» por la situación del rey emérito y que se encuentre fuera de España: «No estoy dispuesto a olvidar la inmensa contribución que para el paso de la dictadura a la democracia y en el proceso de consolidación hizo Juan Carlos, y lo digo sin ser monárquico y sin que eso me lleve a decir que los errores posteriores no existen. Pero desde el punto de vista institucional eso es así».
En otro momento de la entrevista, valora que «el viejo rey Juan Carlos, fue rey constitucional antes de que hubiera Constitución, porque cedió todo el poder que tenía y lo puso en manos de Adolfo Suárez».
«Modernización sí, pero no una cualquiera»
Sus trece años de Gobierno supusieron la modernización del país, término que, no obstante, el expresidente matiza: «Modernización sí, pero no era una modernización cualquiera, sino con sentido de inclusión social y desarrollo de los valores socialdemócratas».
«A mi se me identifica con la modernización de España, pero se refieren a las infraestructuras, claro. Estuvimos diez años modernizando el país: comunicaciones, telecomunicaciones, energía y agua. Era obvio que había que llevar la luz y el agua a quienes no la tenían o al menos una cabina a las aldeas que no tenían manera de comunicarse», dice González, que lamenta que se olvide la situación en la que vivían muchos españoles.
Pero ese esfuerzo en infraestructuras, explica el presidente, debía ir en paralelo al de poner los pilares de la sociedad del bienestar con un Sistema Nacional de Salud para todos, o una educación universal, para la que hubo que recurrir al sistema de concertación porque el estado no tenía plazas escolares para garantizar ese nuevo derecho.
Recuerda que Ernest Lluch, entonces ministro de Sanidad y Consumo, se pasó tres años y medio hablando con todos los sectores —«aunque teníamos 202 diputados»— para poner en marcha la sanidad universal y, en cuanto a la educación, subraya que se pactó que se respetara el principio de acceso para todos en las mismas condiciones.
«Claro que se ha ido torciendo esa parte», admite para el caso de la educación concertada, aunque insiste en que, en el contexto de aquella época, probablemente volvería a impulsar la misma ley de Educación.
Pero no es solo esa cuestión la que el expresidente socialista cree que no ha evolucionado como debería e incluso reconoce que hubo «sin duda» errores en la reconversión industrial, por ejemplo, o que la descentralización política no ha acabado como había pensado.
«Descentralización política y centrifugación del poder»
Felipe González destaca la puesta en marcha del Estado de las Autonomías como reconocimiento de que España, además de plural en las ideas era diversa en el sentimiento de pertenencia, aunque admite que «no tenía ningún interés en precipitarlo».
«Sobre todo quería evitar, y reconozco que eso no lo conseguí, que se confundiera descentralización política con centrifugación del poder». «Yo creo —reflexiona González— que nunca en España ha habido un desarrollo más rápido que cuando se ha descentralizado el poder y nunca ha empezado a haber más inconvenientes en la convivencia que cuando la descentralización se ha convertido en centrifugación y poder enfrentado de unos con otros».
Es una situación «absurda», que hay que corregir con la aplicación de la Constitución, insiste, para eliminar esos elementos «absolutamente irracionales». Para explicarlos pone como ejemplo que aumentaría la eficacia en la lucha contra los grandes incendios «que no tienen color político, que no piden permiso -ironiza- para pasar de una autonomía a otra» con un mecanismo central para combatirlos y prevenirlos.
«Siempre creí que el Ministerio de Sanidad no debería desarmarse entero», continúa el expresidente que subraya que siempre lo creyó, incluso antes de que la pandemia pusiera a prueba este sistema. A su juicio, durante su gobierno, pero sobre todo después, «se distribuyeron algunas competencias que nadie reclamaba, pero que una vez distribuidas, nadie quiere perder».
Detrás de ese reparto de competencias »a todas por igual», González reconoce que puede estar parte del problema de no haber logrado todavía el encaje definitivo de Cataluña y el País Vasco en España y recuerda que, durante su Gobierno, hubo muchas competencias transferidas a algunas comunidades pero no a todas.
«Pequeñas guerras culturales»
Cuarenta años después la sociedad ha cambiado y el escepticismo y el desapego de la política son predominantes; «Una especie de fatiga», lo llama el expresidente que lo atribuye al enorme crecimiento de la desigualdad en todo el mundo. «Estamos en pequeñas guerras culturales, más o menos importantes, pero, en general, no solo en España, la desigualdad ha crecido mucho».
Como ejemplo pone el debate sobre la presencia de más o menos mujeres en los gobiernos: «En Italia tenemos una jefa de Gobierno —Giorgia Meloni— que quiere ser 'jefe de gobierno'; preside el consejo de Gobierno rodeada de hombres y con tres mujeres en una esquina; o lo contrario, un hombre rodeado de mujeres... sí, pero en el fondo los problemas, que es lo que debería definir siempre los avances serios de la Justicia social y por tanto de la lucha contra la desigualdad, siguen vigentes».
«Participar en la construcción europea»
Cuando el PSOE ganó las elecciones del 82, Felipe González tenía un proyecto de país que pasaba por «romper el aislamiento de España» y lo primero que trató de hacer fue romper la barrera psicológica que nos separaba de Europa.
Reconoce que aún le exaspera escuchar hablar de Europa como algo que está fuera o a quienes afirman «Bruselas nos dice, Bruselas pide» como si no formáramos parte de ese ámbito de decisión. «Mi compromiso no era entrar en Europa, era participar en la construcción europea», sentencia el expresidente del Gobierno, que critica que algunos países estén en la UE «a medio gas».
González considera que el brexit ha hecho buena la frase de su ministro de Asuntos Exteriores Francisco Fernández Ordóñez de que «de Europa no se va la gente porque fuera hace más frío» y concluye: «Parece que hace más frío en Gran Bretaña de lo que hacía. ¿Qué es lo que hay que preservar hoy de Europa?», se pregunta quien dirigiera hace unos años el grupo de reflexión sobre el futuro de Europa y dice que quizás no sea posible que haya una unidad de visión en todos los temas, pero hay que mantener «una unidad política frente a la amenaza de Putin».
En cuanto a los triunfos de la extrema derecha y de la extrema izquierda, González dice: «Obviamente no me gustan, no me gusta ese deslizamiento».
«No somos irrelevantes»
El expresidente del Gobierno explica que, además de en Europa, España tiene que saber jugar su papel en el mundo, consciente de su dimensión y «evitando la arrogancia de sacar pecho imperial».
«Ni somos grandes para amenazar, ni pequeños para ser irrelevantes», resume González, que pone el énfasis en que «nuestra identidad de identidades está en América Latina» y recuerda que por eso le dio prioridad en 1982 y ha dedicado un gran esfuerzo a lo largo de su vida.
También cita el Mediterráneo como «nuestro espacio natural» y las relaciones con los vecinos del sur y destaca que tuvo «buena relación, podría decir que muy buena relación, con Marruecos y Argelia» y en ese área cree que, aunque el equilibrio es complicado «es posible y deseable».
El expresidente rememora que el único gasoducto que se hizo «en tiempo y forma» —dos intentos con Italia se retrasaron— atravesando 700 kilómetros de Marruecos desde Argelia fue el que se hizo en su mandato con el impulso del empresario Pedro Duran Farrell, inaugurado en 1996 y que ahora ha cerrado Argelia tras el cambio de postura de España respecto al Sáhara Occidental.
Felipe González permaneció en el Gobierno trece años y medio y cree que, al terminar esa etapa, dejó una sociedad mejor; «podría haber sido incluso mejor —apunta— pero algunos de los fallos que cometimos fueron que, trece años después de llegar al Gobierno, no supimos que la sociedad a la que le hablábamos era otra y no supimos hablarle a la nueva sociedad».