La peste negra cambió para siempre nuestro sistema inmune

redacción LA VOZ

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Los investigadores extrajeron ADN de los restos de personas enterradas en los pozos de peste de East Smithfield, que se utilizaron para entierros masivos en 1348 y 1349.
Los investigadores extrajeron ADN de los restos de personas enterradas en los pozos de peste de East Smithfield, que se utilizaron para entierros masivos en 1348 y 1349. MUSEUM OF LONDON ARCHAEOLOGY (MO | EUROPAPRESS

La enfermedad bacteriana, que mató a casi la mitad de la población europea en el siglo XIV, nos hizo más resistentes, pero también más vulnerables a enfermedades autoinmunes

20 oct 2022 . Actualizado a las 08:55 h.

La peste negra, causada por la bacteria Yersinia pestis, se extendió por Europa, Oriente Medio y el norte de África entre 1346 y 1350 y provocó la muerte de entre el 30 % y el 50 % de la población de la época. En los brotes de los 400 años siguientes, las tasas de mortalidad disminuyeron. Ello pudo deberse a una adaptación genética humana a la bacteria, que nos hizo más resistentes, pero también más vulnerable a las enfermedades autoinmunes. El trabajo se publica en Nature.

El trabajo, que ha sido liderado desde la Universidad de Chicago (EE.UU.) por el investigador portugués Luis Barreiro, ha hallado pruebas de que uno de los períodos más oscuros de la historia ejerció una importante presión selectiva sobre la población y produjo cambios en el sistema inmunitario humano que persisten hoy en día.

«La peste negra fue el mayor evento de mortalidad de la historia; por eso, nos propusimos probar la hipótesis de que las personas que sobrevivieron a esta pandemia tenían variantes genéticas que aumentaban su protección contra Y. pestis», explica Luis Barreiro a la agencia de noticias científicas Sinc. En el trabajo, además de la Universidad de Chicago, han participado investigadores de la Universidad McMaster (Canadá) y del Instituto Pasteur (Francia).

Desde hace tiempo, se ha especulado que la pandemia de peste negra, causada por la bacteria Yersinia pestis, podría haber ejercido una presión selectiva sobre los humanos pero era difícil de demostrar estudiando poblaciones modernas porque, desde entonces, los humanos han afrontado muchas presiones selectivas.

Para este estudio, el equipo secuenció antiguas muestras de ADN de huesos de más de 200 individuos de Londres y Dinamarca que murieron antes, durante y después del paso de la peste negra, a finales del 1340. De 300 genes relacionados con la inmunidad, seleccionaron cuatro que, según la variante, protegían o aumentaban la susceptibilidad a Y. pestis.

El equipo se centró en un gen con una asociación particularmente fuerte con la susceptibilidad: ERAP2, que contribuye a que el sistema inmunitario reconozca la presencia de una infección. Los individuos que poseían dos copias de una variante genética específica, denominada rs2549794, eran capaces de producir copias de longitud completa del transcrito de ERAP2, y producían más de la proteína funcional.

«Cuando un macrófago se encuentra con una bacteria, la corta en trozos para presentarlos a otras células inmunitarias señalando que hay una infección. De modo que tener la versión funcional del gen, probablemente mejora la capacidad de nuestro sistema inmunológico para detectar el patógeno invasor», explica Luis Barreiro, de la Universidad de Chicago y coautor del estudio.

«Según nuestras estimaciones, tener dos copias de la variante rs2549794 habría hecho que una persona tuviera un 40% más de probabilidades de sobrevivir a la peste que los que tenían dos copias de la variante no funcional», añade el científico.

«Hasta donde yo sé —agrega—, esta es la primera demostración de que, efectivamente, la peste negra supuso una importante presión selectiva para la evolución del sistema inmunitario humano».

Por su parte, el coautor Hendrik Poinar, profesor de Antropología en la Universidad McMaster, apunta que «lo que proporcionó una enorme protección durante cientos de años de epidemias de peste ha resultado estar relacionado con la autoinmunidad ahora. Un sistema inmunitario hiperactivo puede haber sido estupendo en el pasado, pero en el entorno actual podría no ser tan útil», subraya.

Los autores planean ampliar el proyecto para examinar todo el genoma, no solo un conjunto seleccionado de genes relacionados con la inmunidad. Su próximo objetivo es analizar las variantes genéticas que afectan a la susceptibilidad a las bacterias en los seres humanos modernos, y compararlas con las del ADN antiguo para determinar si esas variantes fueron también el resultado de la selección natural.

«Se habla mucho de cómo los patógenos han moldeado la evolución humana, por lo que ser capaces de demostrar formalmente qué vías y genes han sido objeto de selección nos ayuda realmente a entender qué ha permitido a los humanos adaptarse y existir hoy en día», dice Barreiro, que concluye: «Esto nos habla de los mecanismos que nos permitieron sobrevivir a lo largo de la historia y de por qué seguimos aquí hoy», concluye.