El juego de tronos de la Europa hipermoderna

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La reina Margarita celebró este fin de semana sus 50 años en el trono
La reina Margarita celebró este fin de semana sus 50 años en el trono RITZAU SCANPIX | REUTERS

El tablero dejará, en pocos años, un continente con reyes varones de perfil bajo

12 sep 2022 . Actualizado a las 12:54 h.

Para el papel cuché, el nuevo milenio comenzó oficialmente el 25 de agosto del 2001. Ese día, la boda de Haakon de Noruega, que tantos ríos de tinta había hecho correr a cuenta de su empeño en casarse con una plebeya de padres divorciados, fue toda una declaración de intenciones y el inicio de una nueva era. Europa estaba entonces plagada de herederos que, rondando la treintena, también querían su «felices para siempre», sin por ello renunciar al servicio a la corona.

Bastaron cinco años para que las monarquías del Viejo Continente dieran un vuelco. España, el Reino Unido, Dinamarca y los Países Bajos. En el 2005 la mitad de las casas reales europeas tenían sino al enemigo al lado, sí a alguien a quien no sabían manejar. Separadas, republicanas, madres solteras e incluso alguna, como Máxima Zorreguieta —actual reina de Holanda—, vinculada a la dictadura militar argentina. Las futuras reinas consortes no tendrían sangre azul; ni sus maridos, soberanos cuando llegase la hora, parecían gozar del carisma y aplomo de sus antecesores.

Pasaron los años como si fueran siglos, y con el progreso tecnológico como punto de unión, el tablero de juego político, económico y social nada tiene que ver con aquellos primeros 2000. Algunos de aquellos jóvenes llamados a servir al pueblo peinan hoy canas y vergüenzas, e intentan salvar los muebles de una institución con cada vez menos peso en la sociedad. La llegada al trono de Carlos III, un perfil en cierto modo abúlico, es el último y mejor ejemplo de la postal que dejan las monarquías europeas.

Imperan los hombres. La única mujer es la heredera Victoria de Suecia que, casada con Daniel Westling desde el 2010, espera que llegue el momento de reinar. Que esto vaya a pasar es poco más que fruto del azar. Cuando nació, los médicos advirtieron a su madre, Silvia de Suecia, que no podría tener más hijos. Rápidamente, el entonces y ahora monarca, Carlos XVI Gustavo XVI, movió todos los hilos para acabar con la ley sálica que imperaba en el país nórdico. Victoria tiene dos hermanos. El menor es Carlos Felipe, que por ser varón habría sido el heredero natural de la corona.

Ley sálica aún vigente

Otra característica que comparten todos los reyes y herederos es que están casados, y su cónyuge es del sexo opuesto. Los tiempos han cambiado, pero no hay precedentes en las monarquías europeas recientes de reyes que hayan permanecido solteros. Por mucho que pareciese que Alberto II de Mónaco se iba a quedar para vestir santos. Además, en todas las casas reales está garantizada la línea de sucesión directa, pues todos los monarcas tienen hijos. En algunos casos, eso sí, siguen vigentes variantes de la ley sálica que priorizan que sean los hombres quienes accedan al trono. Sin salir de la familia Grimaldi se encuentra un ejemplo. De los dos hijos mellizos que dio a luz Charlene de Mónaco, Gabriella nació dos minutos antes que Jacques, pero será este último el soberano del Principado cuando llegue el momento.

En Noruega se podrían haber ahorrado muchos quebraderos de cabeza de haberse abolido la ley sálica antes de nacer Marta Luisa, la primogénita de los reyes. Pero lo cierto es que su vida ha levantado no poca polvareda. Su boda con el muy provocador Ari Behn, que acabaría suicidándose hace dos años, y su actual relación con un chamán estadounidense, hacen las delicias de las revistas de crónica social del país.

Los trapos sucios de las casas reales exceden la barrera de lo sentimental. En España esto es más que sabido desde hace años. El rey Felipe VI tiene en su vocabulario una palabra predilecta: transparencia. Tuvo que hacer uso de ella unas cuantas veces desde que Juan Carlos I abdicó, debido a los líos con el fisco de su cuñado Iñaki Urdangarín —ahora en libertad condicional— y su hermana la infanta Cristina. Pero, sobre todo, intentó ganarse el favor de la ciudadanía desligándose de su padre tras dos incidentes que jamás le devolvieron al emérito esa imagen de afable bonachón: el accidente de Botsuana y el enriquecimiento por comisiones internacionales, según el Tribunal Supremo.

Sin llegar a ser apocada, esa imagen sobria y distante que muestran algunos de los monarcas y herederos europeos, puede guardar relación con el intento de alejarse de un foco mediático que no dudaría en ponerlos entre las cuerdas. Lo sabe Felipe de Bélgica, del cual se rumoreó que mantenía una relación con un hombre, y Guillermo de Holanda. Siendo este uno de los reyes más queridos, aún le pasa factura su mala gestión de la crisis del covid: celebraron el cumpleaños de una de sus hijas cuando el ocio estaba prohibido y viajaron a Grecia cuando el Gobierno recomendaba no salir.