El cariño que el pueblo depositó en la princesa después de su fallecimiento todavía sigue haciendo sombra a la familia real británica
31 ago 2022 . Actualizado a las 14:23 h.Hace 25 años, el 31 de agosto de 1997, el mundo entero recibió con estupor la noticia de la muerte de Diana de Gales, una mujer a la que había visto convertirse en princesa y futura reina de Inglaterra y afrontar entre lágrimas los infinitos obstáculos de un matrimonio infeliz y una familia real en la que nunca encajó. Dejaba a dos hijos completamente destrozados, Guillermo y Enrique, y a la monarquía británica enfrentada al hecho de que la persona que había derribado de su pedestal la imagen del heredero, el príncipe Carlos, se hubiera convertido en un icono para la eternidad.
No fueron tiempos fáciles para la monarquía británica, ya que, de alguna manera, se culpó a sus miembros del terrorífico accidente que tuvo Lady Di. Fue en el túnel del Pont de L'Alma, en pleno centro de París, donde Diana tuvo un accidente de coche que acabó con su vida, recoge una crónica de Europa Press. El conductor huía a gran velocidad de los paparazi que la perseguían para captar la imagen de la Princesa de Gales con su nuevo amor, Dodi Al-Fayed. Él y el chófer murieron también en el impacto mortal contra un pilar del subterráneo. Solo el guardaespaldas sobrevivió.
A partir de entonces nació un icono. «Reina de corazones» y «princesa del pueblo» fueron las expresiones acuñadas para la difunta princesa, cuya imagen en el corazón de los británicos se hizo tan grande que todavía hoy, un cuarto de siglo después, hace sombra a la familia real británica. Su presencia, sus estilismos, su manera de enfrentarse al mundo siguen estando muy presentes cada día y los claros guiños que sus nueras hacen en numerosos actos oficiales demuestran que no solo la admiran, sino que la sienten consigo.
Diana de Gales es uno de los grandes personajes del mundo por la repercusión que tuvo en la vida social. Una mujer aristócrata que se casaba con el futuro rey de Inglaterra y que rompía a cada paso con los moldes de la corona. Ni protocolo, ni sonrisas forzadas... era independiente y así se mostró cada día de su vida.
Un matrimonio sellado por el desamor, las infidelidades y las humillaciones públicas por parte del príncipe Carlos. Obstáculos y prohibiciones que solamente le hicieron más fuerte. Mostrándose ante el mundo como una mujer que se había sobrepuesto al sufrimiento de sus años casada con el heredero a la corona.
Cinco años después de darse el «sí, quiero» el príncipe Carlos retomó de forma clandestina su relación de amor con Camilla Parker y desde entonces empezó a ser un secreto a voces que la relación con Diana estaba más que acabada. No fue hasta 1996 cuando ambos decidieron dar el paso de gestionar el divorcio, apoyado por la reina Isabel después de las polémicas que habían saltado a la prensa y que salpicaban de lleno a su hijo. El ataque definitivo se produjo el día en que Diana concedió una histórica y demoledora entrevista al periodista Martin Bashir, periodista de la BBC, y en la que se pronunció sin cortapisas sobre la infidelidad de su marido: «Éramos tres en este matrimonio y tres personas son demasiadas». También habló de su depresión, de sus problemas de salud mental y de la bulimia que padeció durante años.
Desde su separación, Lady Di se ganó el cariño y el amor del pueblo. Utilizó su condición de princesa y su posición social para luchar por causas sociales y dar visibilidad a muchas de ellas. Independiente de Carlos, seguía acaparando aún más los focos por su forma de vestir, por ser icono de moda, pero también por lo generosa y especial que se mostraba en todos los actos a los que acudía.
Sus trágicas últimas horas con vida
Hoy en día su recuerdo sigue vivo, especialmente cuando cada 31 de agosto llega el día en el que miles de personas recuerdan dónde estaban y qué hacían cuando conocieron la noticia de la muerte de la princesa. Sus últimas horas y los detalles del accidente han sido analizados de forma exhaustiva para intentar averiguar cómo una princesa protegida por guardaespaldas pudo perder la vida en el centro de una gran metrópolis.
Todos los dedos señalaron desde el primer momento a los fotógrafos que perseguían el coche en el que Diana y Dodi Al-Fayed huían a gran velocidad. La primera acusación explícita llegó entonces del hermano de la princesa, el conde Spencer, que aseguró: «Siempre pensé que la prensa mataría a mi hermana, pero jamás imaginé que sería de una manera tan obvia». Más tarde se sabría que a aquella persecución temeraria entre el coche de la princesa y los paparazi se sumó, además, el estado de embriaguez del conductor.
El año pasado salieron a la luz testimonios de algunas de las personas que compartieron detalles de las últimas horas de Diana. Entre ellas hay varios médicos, como el doctor Frederic Mailliez, que se detuvo para auxiliar al ver el accidente sin saber qué iba a encontrarse entre aquel amasijo de hierros. Fue el primero en llegar al lugar.
Allí se encontró a dos personas ya sin vida y, tras ir al coche a por su maletín, trató de ayudar a una mujer que «estaba sentada en el suelo en la parte de atrás». «Descubrí entonces que era una mujer muy hermosa y que no tenía ninguna herida grave en la cara. No sangraba, pero estaba casi inconsciente y tenía dificultad para respirar. Entonces mi objetivo era ayudarla», según publicó el Daily Mail hace un año.
Ni el médico ni Xavier Gourmelon, sargento de los bomberos que acudieron al lugar del siniestro, sabían quiénes eran las víctimas. Recuerda que cuando se acercó a la princesa ella le dijo, ya más consciente: «Dios mío, ¿qué ha pasado?». Cuando se marchó en ambulancia hacia el hospital Pitié-Salpêtrière de París, nunca pensó que su estado era tan grave como para morir.
En el centro hospitalario uno de los médicos que la atendió fue Monsef Dahman. Lo avisaron para que acudiese a urgencias y lo hizo sabiendo solamente que una joven había sufrido un grave accidente de tráfico. Allí se enteró de quién era la paciente. «Solo necesité ese momento para comprender toda esa actividad inusual», confesó.
La salud de la princesa de Gales estaba en grave peligro y había empeorado en su traslado. Tras varias pruebas, descubrieron que sufría una hemorragia interna muy grave. Pese a practicarle un drenaje torácico «para permitirle respirar, su corazón no podía funcionar correctamente porque le faltaba sangre». Nada surtió efecto. Había sufrido un desgarro en el pericardio y otro en la vena pulmonar superior izquierda. «No pudimos salvarla y eso nos afectó mucho», recuerda. «La idea de que has perdido a una persona importante, por la que te preocupabas personalmente, te marca de por vida», confiesa.
A estos datos se sumó el testimonio de uno de sus guardaespaldas, Colin Tebbutt, que aseguró que Diana no tenía que estar en París aquel día, ya que tenía previsto regresar a Londres antes, pero no lo hizo por las críticas que recibió por parte de los tories, que la acusaron de aprovechar sus viajes contra las minas antipersona para promocionarse a sí misma.
Aquel accidente casi inexplicable alimentó muchas teorías de la conspiración nunca confirmadas que aseguraban que Diana estaba embarazada y había recibido aquella misma noche en París un anillo de compromiso, lo que, de ser cierto, abocaba al futuro rey de Inglaterra a tener un padrastro árabe.
Los dos hijos de la princesa de Gales y Carlos de Inglaterra, que entonces solo tenían 15 y 12 años, fueron la imagen de la tristeza y la desolación cuando perdieron a su madre. El pueblo se volcó y depositó en ellos el cariño que habían sentido por Diana. Este miércoles afrontan este 25.º aniversario del día más duro de sus vidas separados por miles de kilómetros de distancia física y emocionalmente más divididos que nunca.