Pedro Castillo cumple un año como presidente de Perú contra las cuerdas

Héctor Estepa
héctor estepa BOGOTÁ / E. LA VOZ

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Una mujer protesta contra el presidente peruano durante una manifestación en marzo en Lima
Una mujer protesta contra el presidente peruano durante una manifestación en marzo en Lima Paolo Aguilar | EFE

Tres cuartas partes de la ciudadanía desaprueba la gestión del izquierdista

28 jul 2022 . Actualizado a las 09:16 h.

Pedro Castillo cumple este jueves un año de un errático mandato, acorralado por acusaciones de corrupción y con la desaprobación de tres cuartas partes de los ciudadanos. El presidente peruano juró el cargo, hace 365 días, tras ganar las elecciones por apenas 44.000 votos a la ultraderechista Keiko Fujimori en un polémico recuento. En la primera vuelta electoral había logrado apenas el 19 % de los votos. Para el resto de quienes le apoyaron en el balotaje, Castillo era el mal menor.

El líder izquierdista, sin experiencia en gestión pública, había llegado al poder de la mano del partido marxista Perú Libre, presentándose como una persona de origen campesino, alejada de la política tradicional limeña.

Fue objeto de una feroz oposición desde el mismo pistoletazo de salida de su mandato, a la que no ha sabido responder y que ha avivado con sus propios errores.

Una de las principales críticas contra el maestro de escuela es el nombramiento de personas poco válidas al frente del Gobierno. Por el Ejecutivo, de 19 carteras, han desfilado en un año 50 ministros. Parte de ellos han sido acusados de no tener las aptitudes necesarias para ejercer el cargo, y algunos de corrupción. Han sido hasta cuatro Gabinetes distintos. Un ministro ha dejado el Gobierno cada siete días desde que Castillo es presidente.

Programa «neoliberal perdedor»

Parte de los analistas interpretan que en el actual Ejecutivo prevalecen pequeños grupos de interés y personas específicas que son funcionales al presidente. Las aptitudes e incluso la ideología son secundarias y, de hecho, algunas personas cercanas a Castillo han sido calificadas por la prensa como ultraderechistas.

El mandatario rompió en junio con Perú Libre tras ser acusado por la directiva del partido de intentar fragmentar el grupo parlamentario e implantar un «programa neoliberal perdedor».

Los vaivenes dentro de los ministerios han hecho que decenas de cargos medios técnicos de izquierda y centro izquierda dejen el proyecto ante la falta de una visión global en un Gobierno cuya principal misión parece ser sobrevivir y que no ha generado en este año las grandes políticas sociales que esperaban sus votantes.

Siete personas han dirigido el Ministerio de Interior en 365 días. El último en salir, Mariano González, destituido la semana pasada, ha acusado a Castillo de obstrucción a la Justicia después de que el presidente supuestamente pusiese pegas a la conformación de un equipo especial de la policía cuya misión era investigarlo a él y a su entorno. Uno de sus antecesores ya había denunciado que Castillo pretendía situar a funcionarios de confianza en puestos claves para estar al tanto de las investigaciones en su contra.

Causas abiertas

El presidente peruano tiene hasta cinco casos abiertos en la Fiscalía. Castillo es señalado por encabezar presuntamente una organización criminal junto a uno de sus sobrinos, el exministro de Transportes José Silva y seis congresistas para conceder contratos de obra pública a cambio de dinero.

Podría ser clave para esclarecer este caso su exsecretario de presidencia Bruno Pacheco, que dejó el cargo en noviembre —después de que fueran hallados 20.000 dólares en efectivo en el baño de su oficina en el palacio de Gobierno—, huyó de la Justicia en marzo y se entregó finalmente a la policía este sábado.

Pacheco habría comenzado a cantar, acusando a Castillo de haber dado la orden a su actual subsecretario de presidencia de coordinar la fuga de Pacheco, según información del diario peruano El Comercio.

Castillo es investigado, además, por presunto tráfico de influencias, colusión agravada y delitos contra la Administración por los ascensos de militares en el 2021 y por la injerencia en una compra de biodiésel por parte de Petroperú, además del presunto delito por el plagio de su tesis.

Entretanto, su cargo sigue en la cuerda floja. El presidente ha sobrevivido ya a dos peticiones de destitución en el Congreso gracias a que no había el cuórum suficiente de diputados. Esos parlamentarios también son señalados con el dedo acusador de la opinión pública. El Congreso, donde conviven decenas de políticos de izquierdas y de derechas acusados de corrupción, tiene, de hecho, menos popularidad en las encuestas que el presidente.

Los peruanos apuestan, desde hace años, a que se vayan todos. La clase política está profundamente desacreditada. Por eso, muchos son escépticos ante unas nuevas elecciones, que no garantizan una mejora de la situación.

Castillo, aun así, está sobreviviendo. Al inicio de su mandato pocos esperaban que consiguiese mantenerse un año en el cargo. Parte de los seguidores que conserva aún confían en un relanzamiento de su presidencia. A ello apuntará Castillo en su discurso de hoy, en el que pedirá al Congreso que entierre el hacha de guerra.

La realidad es que el mandatario continúa teniéndolo muy difícil en un país donde han desfilado cinco presidentes en los últimos seis años, dos de ellos destituidos por los parlamentarios.