Saúl Castro, abogado: «Todavía hay padres que llevan a sus hijos LGTBI a terapias de conversión para que se 'curen'»

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El letrado gallego publica «Ni enfermos ni pecadores», una obra que denuncia la existencia de estas prácticas en España

04 jul 2022 . Actualizado a las 13:35 h.

Hablar de una terapia de conversión para «curar» la homosexualidad puede parecer una especie de argumento de película, inconcebible en pleno siglo XXI. Pero es una realidad hoy en día en España, tal y como atestigua el abogado gallego Saúl Castro en su libro Ni enfermos ni pecadores (Sinequanon), en el que denuncia la violencia silenciada de este tipo de prácticas.

—¿Esto está pasando en España realmente?

—Por supuesto. No solo se practican en determinados grupos terapias de conversión contra miembros del colectivo LGTBIQ+, sino que, además, este tipo de violencia no se ha tomado en serio por las instituciones ni las autoridades, está invisibilizada y totalmente impune. El hecho de que parezca tan marciano o tan ajeno a nuestra época es porque lo es, pero ello no implica que no esté pasando. El problema es que los casos que se han denunciado se han quedado como en hechos aislados sin profundizar en cuál es la gravedad o cuántas personas hay afectadas.

—¿Pero todavía hay quien se refiere a la homosexualidad como una enfermedad?

—La orientación sexual no heterosexual salió ya hace tiempo de los criterios diagnósticos, pero eso no significa que no haya autoridades a nivel internacional que siguen refiriéndose a la homosexualidad como una enfermedad. En el Líbano la sociedad médica no dejó de referirse en términos médicos a la homosexualidad como una enfermedad hasta el 2013, el progreso es lento a nivel internacional. Y no olvidemos que las personas trans siguen estando patologizadas en la actualidad.

—¿Así es como la ven quienes realizan terapias de conversión en España?

—Los perpetradores de estas terapias entienden que la homosexualidad y otra identidades de género pueden tener dos «explicaciones»: o son una patología (un fallo orgánico que necesita tratamiento); o un problema en la maduración por experimentar eventos traumáticos durante la infancia y la adolescencia que hacen que se desarrolle la atracción hacia personas del mismo género o identidades no cisgénero. Luego están los enfoques basados en la fe, que no se centran tanto en cuál es el origen o la causa primigenia de la diversidad, sino que entienden que determinadas manifestaciones de deseo o de la identidad son moralmente reprobables y deben de reprimirse.

—¿Está la religión detrás de estas terapias?

—En España hay agrupaciones vinculadas a la iglesia católica y congregaciones evangélicas —que no son parte oficial de estas iglesias pero están conformadas por miembros del clero o miembros de la pastoral que sea— que tienen funciones de control, de captación e incluso de práctica de las distintas técnicas de conversión.

—Pero no son exclusivas de la Iglesia.

—Luego también hay personas que ofrecen servicios profesionales con los que dicen que pueden ayudar a recuperar la cisheterosexualidad si se sigue el tratamiento que proponen. El principal enfoque que comparten todos estos perpetradores y promotores de terapias de conversión en España es el psicoterapéutico y también un enfoque de fe. Todos parten de la misma premisa: que la atracción hacia personas del mismo género o como les llaman ellos AMS (que es la atracción hacia el mismo sexo no deseada) se produce por un desarrollo incompleto de la masculinidad o de la feminidad.

—¿Y cómo se enfoca esa terapia?

—El enfoque que ellos hacen está centrado en la terapia hablada y reprocesamiento de los eventos que se supone que fueron traumáticos en cada una de las «víctimas que tienen, para ayudarles primero a cerrar esos traumas y a crecer en su masculinidad. Aplican técnicas EMDR que solo se usan para eventos traumáticos y estrés postraumático. Hacen ejercicios de desnudez forzada donde obligan a las víctimas practicar deporte o hacer actividades juntas, pero desnudas, para que normalicen el cuerpo de personas de su mismo género y no lo sexualicen. También hacen ejercicios que llaman bioenergéticos, que consisten en liberar energía a través de dar golpes -o bien a almohadas o bien con bastones o con hachas a troncos- para liberar energía y gritar el nombre de las personas que produjeron lo que ellos consideran «la herida». Hacen también abrazoterapia o logoterapia para aprender a hablar como una persona masculina, enseñan técnicas para ligar... Y todo esto se hace en un discurso muy sectario dentro de estas estructuras

—En su libro da nombres concretos.

—Las dos principales asociaciones en España son Es posible la esperanza y Verdad y Libertad, que tienen una composición muy jerárquica, en la que hay un líder, o dos, y por debajo se crea un cuerpo medio de orientadores o de «hermanos mayores» que se encargan de supervisar a todas las personas que están itinerando.

—¿Cómo funcionan?

—¿Qué hacen? Pues los meten en grupos de Telegram, les obligan a escribir diariamente lo que están pasando, les recomiendan que corten relación con todos sus lazos fuera de los grupos... Todo para crear como una mente de colmena y un ambiente de control absoluto.

—Suena como a secta.

—Es que es un funcionamiento de secta, en el que tú funcionas y cumples con lo que hay que cumplir (por ejemplo, no te masturbas ni tienes ningún tipo de fantasía sexual). Si tienes una caída te condenan al ostracismo. Juegan con eso de darte todo: una comunidad en la que estás arropado las 24 horas, intercambiando temas sobre tu vida, que haces planes todas las semanas, vas al cine, haces deporte, quedas para cenar... Pero si incumples sus reglas o no progresas con ese proceso te aíslan y ya no solo sientes que estás fracasando en algo que nunca va a ser eficaz, sino que te genera una soledad absoluta porque tú ya has cortado con tus vínculos de fuera y te están relegando al ostracismo.

—¿Y cuánto tiempo se supone que dura esto?

—Ninguno de los perpetradores de terapias de conversión en España te da un plazo. Siempre dicen que el tiempo de «curación » o «sanación» dependerá del interés que ponga la víctima. Así ellos se guardan las espaldas. En Verdad y Libertad lo que proponen es un itinerario que son 270 días de abstinencia social absoluta. Según sus teorías después de este plazo el cerebro se reconfiguraría y dejaría de tener atracción sexual hacia personas del mismo género.

En conexión con estas agrupaciones, además, hay distintos psicólogos y psiquiatras para aquellas personas que no progresan o que les cuesta «aguantar» el deseo sexual. Los orientadores les remiten a ellos para que les den medicación que está prescrita para dolencias como la bipolaridad o los trastornos epilépticos entre cuyos efectos secundarios está la reducción o anulación de la libido. Les pautan esas pastillas para que se las tomen y contribuyan a la castidad que tiene que preceder a la heterosexualidad.

—Pero habrá quien diga que los que están ahí lo hacen de forma voluntaria.

—¿Se puede hablar de que la gente va a ahí voluntariamente? Yo creo que no, en el sentido de que tú para poder consentir a una práctica tienes que hacerlo de forma informada. Estos grupos se aprovechan de que hay un desconocimiento enorme en nuestra sociedad sobre diversidad sexual y de género. Emplean estudios falsos que no están validados científicamente, que tienen un enfoque muy psicoanalítico y dicen que la homosexualidad viene de que abusaron de ti en tu infancia. Luego dicen que el lobby gay está impidiendo que esta información se difunda. Ellos explotan la lgtbfobia personal que todos tenemos por vivir en una sociedad profundamente discriminatoria para aumentar y reafirmar la idea de que sí se puede recuperar la fisioheterosexualidad, cuando no es posible. Yo, por ejemplo, cuando salí del armario y me empecé a cuestionar mi orientación sexual muchas veces lo primero que quería era no ser gay, me costó muchísimo admitirlo. Si yo hubiera estado en un contexto en el que me hubiera dado por buscar en Google «cómo dejar de ser gay» habrían salido páginas web que me habrían redirigido a esta gente. O si hubiera estado en un circulo pastoral, o en un colegio, y mi profesor viese que yo era un poco amanerado, me diría: «oye, que igual estás teniendo dudas, que son cosas que pasan habitualmente, pues vete a hablar con esta persona».

—¿Algo está mal en la sociedad para que pase esto?

—Algo está mal para que la persona que es gay piense que quiere dejar de serlo, y esto no solo se va a solucionar con criminalizar las terapias de conversión y meter en la cárcel a todo el que las practica. Esto tiene un recorrido mucho más largo, que es garantizar que todas las personas recibimos una educación que impide que nadie caiga en el engaño por la desinformación.

—Lo más duro es que sigue habiendo mucha presión familiar.

—De acuerdo con las estadísticas internacionales, tres de cada cuatro personas van de forma forzada a las terapias de conversión. Y de este 75 %, un 21 % son forzadas por sus progenitores o familiares más cercanos. Todavía hay padres que llevan a sus hijos LGTBI a terapias de conversión. Aún peor: un estudio del Williams Institute dice que el 50 % de las personas que han sufrido terapias de conversión las sufrieron mientras eran menores de edad. Es innegable que los padres, o cualquier figura de autoridad, tienen un rol muy importante en forzar o introducir a la víctima de estas prácticas.

—¿Cuál es el daño que causan estas terapias a las personas?

—La Asociación Americana de Psiquiatría publicó un informe en el que alertaba de los graves riesgos para la salud de las personas de estas prácticas: reducción del autoconcepto, reducción de la autoestima, generación de pensamientos de autoodio, frustración vital, dificultades para conectar con terceras personas, aumento de las conductas de riesgo, abuso de sustancias, conductas sexuales de riesgo, aumento de autolesiones e ideas y tentativas suicidas; además de cuadros ansiosos y depresivos.

«Lo único que que garantiza que se acabe con esto es que sus autores se enfrenten a penas de cárcel»

—¿En España hay comunidades que han prohibido estas terapias?

—Sí, en España hay ocho comunidades autónomas que prohíben las terapias de conversión e imponen multas a las personas que las practiquen. Son Andalucía, Madrid, Valencia, Aragón, La Rioja, Cantabria, Castilla la Mancha y Canarias. Pero no vale de mucho. En Madrid, por ejemplo, la norma lleva en vigor seis años y todavía no se ha impuesto ninguna sanción. No hay posibilidad de que la víctima se querelle, porque es una decisión de oficio. No hay ni medios ni voluntad: hay denuncias que llevamos años esperando a que terminen de estudiarlas.

—¿Qué es lo que proponen? ¿Es la nueva ley Trans la solución?

—Lo que proponemos es que se criminalice, como se hace en muchos países. La ley Trans lo único que hace es replicar un modelo fallido, que es el de las autonomías, con lo cual solo se va a conseguir mantener un sistema de sanciones económicas que no se van a implementar. Además, en el caso que se lleve a cabo y haya sanción, no va a ser disuasoria, porque tenemos ya casos que se han sancionado y no se les ha inhabilitado. Lo único que que garantiza que se luche de una forma útil contra la impunidad de estas prácticas es que sus autores se enfrenten a penas de cárcel y antecedentes penales, además de que haya un procedimiento judicial en el que puedan intervenir las víctimas como acusaciones particulares o la sociedad civil como acusación popular.

—¿De qué manera puede buscar ayuda alguien que esté en sufriendo esta situación?

—Puede contactar con nosotros en la página web www.noesterapia.net. Le escucharemos y luego, en función de lo que quiera la víctima, también ofrecemos acompañamiento integral, asistencia jurídica completa y les derivamos a profesionales de psicología (LGTBI inclusivos) y les ayudamos a deshacer todo el mal y la violencia que han sufrido, paso a paso.