Biden vuelve a pedir una cambio en la ley después de años de esfuerzos fallidos
26 may 2022 . Actualizado a las 16:31 h.14 de diciembre del 2012. Ese día la voz de Barack Obama se quebró y las lágrimas asomaron en sus ojos tras la masacre de veinte niños, de 6 a 7 años, en la escuela Sandy Hook a manos de Adam Lanza, de 20, armado con un fusil de asalto AR-15. «Vamos a tener que unirnos y tomar medidas significativas para prevenir futuras tragedias como esta», dijo el entonces presidente. Su iniciativa pasaba por la aprobación de un proyecto de ley en el Congreso para limitar el acceso a las armas sobre todo de personas potencialmente peligrosas. En manos del vicepresidente Joe Biden puso la ardua labor de lograr los votos de los congresistas. No era algo nuevo para Biden, ya que durante sus 36 años como senador el control de armas había sido una de sus prioridades.
El 5 de enero del 2016, Obama volvió a llorar en público, tras comprobar que el Congreso, de mayoría republicana, se negaba a hacer algo al respecto. Decidió entonces tomar la iniciativa y aprobar, mediante órdenes ejecutivas, varias medidas.
Medidas que se diluyeron durante el mandato de Donald Trump. Durante sus años en la Casa Blanca, se mantuvo a favor de las armas, alegando que la gente «necesitaba protección». Después de los 17 muertos en el instituto de Parkland (Florida) provocados por el joven Nikolas Cruz, armado con otro fusil AR-15, Trump desistió de cualquier cambio legislativo tras reunirse con el líder de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), el gran lobi a favor de la tenencia de armas y uno de sus principales apoyos.
En octubre del 2017, un jubilado asesinó a 59 personas en un festival country en Las Vegas con un rifle semiautomático modificado para acelerar el disparo. Entonces, la Administración Trump trató de ilegalizar los dispositivos para mejorar el tiro, pero finalmente desistió por las protestas tanto dentro de la Casa Blanca como entre los republicanos y la NRA.
El tiroteo perpetrado este martes en la escuela primaria de Uvalde abre de nuevo las heridas del fracaso político en los últimos diez años. Esta vez con Biden como presidente. «En el nombre de Dios, ¿cuándo vamos a plantarnos frente al lobi de las armas?», imploró la noche del martes.
«¿Qué estamos haciendo aquí?», gritó el senador demócrata Chris Murphy en la Cámara Alta al conocer la noticia de una nueva masacre infantil en su estado. «¡Para qué estamos aquí! Os lo suplico, me pongo de rodillas, trabajemos juntos para evitar que esto siga sucediendo. En ninguna parte del mundo los niños van al colegio temiendo que les peguen un tiro».
Segunda Enmienda
Quienes se oponen a posibles restricciones se amparan en la Segunda Enmienda de la Constitución, que protege el derecho de los estadounidenses a poseer y portar armas. Cualquier cambio en la Carta Magna aprobada en 1788 —en la que se incluyó la Segunda Enmienda en 1791— requiere el apoyo de dos tercios de los miembros de ambas Cámaras del Congreso, así como de tres cuartas partes de los estados del país (38). Existe una segunda opción, por ahora inédita en la historia del país: que dos tercios de los estados convoquen una convención constitucional.
Desde Sandy Hook, Estados Unidos ha sufrido más de 3.500 tiroteos masivos (de más de cuatro muertos), según Gun Violence Archive, una organización que rastrea la violencia armada. Ocho millones de estadounidenses poseen un AR-15, «el arma de América», como gusta llamarla la NRA y que cuesta esta entre 600 y 1.200 dólares.
Las acciones de las principales empresas fabricantes de armas subieron este miércoles tras el tiroteo. ¿El motivo? Al igual que en otras matanzas, los inversores anticipan un aumento en la demanda ante el temor de que se aprueben leyes que restrinjan la venta de armas. Que lleguen a buen puerto es otro cantar.