Elon Musk, genialidad y espectáculo

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ABRALDES

24 abr 2022 . Actualizado a las 10:04 h.

No tiene mansiones, ni yates. Ni siquiera una casa. Duerme en las de sus amigos. O eso dice. Lo que sí tiene es un avión. Por motivos laborales, se justifica: «Viajo mucho y eso me permite ahorrar tiempo». Y si es verdad que no posee ninguno de los bienes mencionados más arriba es porque no quiere. Que para algo es el hombre más rico del mundo, con una fortuna estimada, según Forbes, de 273.000 millones de dólares. Hablamos de Elon Musk (Pretoria, Sudáfrica, 1971), el fundador de Tesla, entre otras muchas cosas.

Casi siempre noticia, el excéntrico millonario lo es estos días por sus maniobras para hacerse con el control de Twitter, la red social en la que el empresario da rienda suelta a su conocida incontinencia verbal y en la que ha cosechado más de un disgusto. El mayor de ellos hace ya algún tiempo. En agosto del 2018. Aseguró entonces el magnate en un tuit que tenía la financiación necesaria para excluir de bolsa a Tesla y convertirla en una empresa privada. Hasta le puso precio a las acciones: 420 dólares. A los de la SEC (el regulador bursátil estadounidense) aquello no les hizo gracia. Lo consideraron una maniobra del empresario para manipular la cotización de la compañía. E iniciaron una investigación, claro. Meses después de aquello, Musk fue apartado de la presidencia de la firma.

Ahora, reconvertido en una suerte de adalid de la libertad de expresión, quiere comprar Twitter, donde tiene una legión de seguidores. Más de 80 millones. Le ha lanzado una opa hostil y ha puesto sobre la mesa 43.400 millones de dólares. Quiere pagar la acción a 54,20 dólares. La cifra incluye el guarismo 420 (lo mismo que cuando dijo que sacaría a Tesla de la bolsa), que es el número que se emplea para referirse al consumo de marihuana, una broma a la que el multimillonario parece abonado. Ya había recurrido a ella días antes del anuncio de la opa publicando una imagen suya fumando un porro junto a la frase: «El próximo consejo de administración de Twitter va a estar guapo». Y es que, entre otras muchas cosas, Musk se tiene por un tipo gracioso.

La inesperada maniobra llegó apenas tres días después de hacerse público que se había convertido en el principal accionista de la tecnológica de San Francisco, tras hacerse de forma indirecta con el 9,2 % del capital. Una semana antes ya había dejado caer que estaba acariciando la idea de desembarcar en el negocio de las redes sociales para ponerlo patas arriba.

A los de Twitter el movimiento de ficha de Musk los pilló con el pie cambiado, pero no se han quedado cruzados de brazos. Después de haber intentado seducir sin éxito al multimillonario con un puesto en el consejo han optado por plantarle cara y activar lo que en el argot financiero se conoce como una píldora venenosa, que no es otra cosa que un plan especial que puede activarse en caso de que alguien acumule más de un determinado porcentaje del capital —en el caso de Twitter, un 15 %— y lo emplee para pasar por encima del consejo y hacerse con el control de la compañía. Un clavo ardiendo al que agarrarse que la experiencia demuestra que pocas veces funciona y que suele acabar en los tribunales. Pero por intentarlo que no quede.

En esencia, son fórmulas que permiten al consejo de una compañía emitir títulos a un precio muy bajo —inferior al de mercado— para que puedan ser adquiridos por todos los accionistas de la empresa, a excepción del inversor que haya lanzado la opa, que ve diluido así su peso en la firma.

La batalla será larga y no se sabe si Musk culminará o no con éxito su nueva cruzada. Lo que sí sabemos es que al fundador de Tesla, que será lo que sea, pero un visionario, desde luego, no le gusta perder. Lo repite muy a menudo. Y, de momento, ya ha anunciado que tiene la financiación amarrada para su desembarco.