Francia cierra la campaña al Elíseo sin acuerdo de veto a la ultra Le Pen

Asunción Serena PARÍS / E. LA VOZ

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Marine Le Pen, rodeada de seguidores en un acto electoral en Perpiñán
Marine Le Pen, rodeada de seguidores en un acto electoral en Perpiñán Albert Gea | REUTERS

Macron y la líder de la extrema derecha pasarán a segunda vuelta, según sondeos

09 abr 2022 . Actualizado a las 10:02 h.

La esencia del programa de Emmanuel Macron que le llevó a la presidencia de Francia era recomponer el sistema político, acabar con los viejos partidos de conservadores y socialistas que habían dominado la vida de la V República. La misión está prácticamente cumplida, a la espera de lo que ocurra en las legislativas con el partido de Los Republicanos, sin embargo no ha logrado responder a las expectativas de todos aquellos que votaban a los extremos, y hoy, Marine Le Pen, la líder de la Reagrupación Nacional está más cerca que nunca de alcanzar el poder.

Todos los sondeos coinciden en que habrá un duelo entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen en la segunda vuelta de los comicios. Y aunque las encuestas sobre la segunda vuelta realizadas antes de que se haya celebrado la primera no tienen mucho sentido, sí que indican las tendencias del momento, y estas van de forma invariable en la misma dirección: una reducción de la distancia que los separa.

A diferencia de lo que ocurrió en el 2017 cuando Macron y Le Pen se encontraron por primera vez en la segunda vuelta de las elecciones, y sobre todo en el 2002, cuando Jacques Chirac se vio frente a Jean-Marie Le Pen, y Chirac acabó siendo elegido por más del 82 % de los electores, esta vez, el resto de fuerzas políticas se resisten a crear un «cordón sanitario» en torno a Le Pen y ofrecer un plebiscito a Macron frente a la extrema derecha.

A la izquierda, Ségolène Royal, candidata socialista a las presidenciales del 2007, considera que «el voto útil en la izquierda» es Jean-Luc Mélenchon, la única forma de que el progresismo esté en la segunda vuelta. También la antigua ministra de Justicia, Christian Taubira, y candidata malograda de la izquierda a las presidenciales, dice que va a votar por Mélenchon para detener y «bloquear la ruta» de la extrema derecha. 

El apoyo de Valls

La reacción entre los macronistas no se ha hecho esperar. Aunque el presidente de la República dice estar tranquilo, lo cierto es que se movilizan para pedir el voto para su candidato. Es el caso de Manuel Valls, que ha anunciado su apoyo a Emmanuel Macron, y señala en Twitter que pedir el voto por Mélenchon no es un voto para frenar a la extrema derecha ya que «en caso de duelo entre Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon, no hay ninguna dura: es Marine Le Pen quien será elegida».

A la derecha, la candidata de Los Republicanos, Valérie Pécresse, solo disfruta de un 9 % de intenciones de voto, pero a pesar de ello dice que espera «estar en la segunda vuelta» y no pierde su optimismo: «Pienso que soy yo quien va a ganar». En caso de que las encuestas no se equivocasen tampoco va a pedir el sufragio para Emmanuel Macron. Dice que no va a dar consigna de papeleta para la segunda vuelta. «No daré jamás consignas a los franceses porque son libres y son ellos los que votan», ha comentado en France Inter, precisando que se limitará a decir por quién votará ella.

Emmanuel Macron, por su parte, ha centrado sus últimas horas de campaña en la llamada «Francia de la periferia», los chalecos amarillos, que piensan que quien mejor les defiende es Marine Le Pen. Desde las páginas de Le Parisien les dice que Le Pen «miente» porque ofrece un programa social que no puede financiar, pero quizás el mensaje les llegue un poco tarde.

El rural francés: «Nadie se acuerda de nosotros; tenemos demasiado poco poder» 

l. m. pascual

Vincent vive en una pequeña granja a las afueras de un pueblo de la Borgoña francesa. El cartero pasa un día a la semana, el médico más cercano está a 30 kilómetros y de los bancos no quiere oír ni hablar. «Ya solo responden por internet». A sus 45 años, Vincent tiene la vida que eligió, alejada de la gran ciudad donde vivió varios años y de la que huyó para montar su granja de corderos. Pero reconoce que no esperaba encontrarse tan alejado de los servicios públicos esenciales.

 Es un ejemplo de lo que en Francia se conoce como «el desierto rural», que aglutina la gran mayoría de un país del que sobresalen un puñado de grandes urbes y, muy por encima de todas ellas, París.

Francia tiene 36.000 municipios, más que ningún otro país de Europa, la mayoría de ellos insignificantes. «Nadie se acuerda de nosotros, tenemos demasiado poco poder electoral», lamenta Hubert Lemonnier, alcalde de Flottemanville-Bocage, un pueblo normando de unos 200 habitantes que tiene cinco explotaciones agrarias y ningún servicio público. «Menos mal que el cartero sigue pasando», apunta.

Su ayuntamiento ha ido perdiendo funciones. Hace años tenía potestad para renovar un carné de identidad y otros papeles. Pero le han ido privando de esas atribuciones. «Hay una voluntad política para asfixiarnos e ir obligando a los pequeños municipios a fusionarse, para crear mancomunidades», asegura el regidor, que ve en ello «la pérdida de un signo de identidad francesa».

Asiste atónito a que el problema de la Francia rural no aparezca apenas en la campaña presidencial, que el domingo vivirá su primera vuelta. «A nadie le preocupa. Si acaso, un poco a Jean Lassalle, que es un hombre de campo», señala en referencia a este candidato al que los sondeos apenas otorgan un 2 % de los votos.

Lassalle, de 66 años, nació en un pequeño pueblo de los Pirineos y fue pastor antes de dedicarse a la política. Es diputado desde el 2002. En sus discursos siempre reserva unas palabras para las aldeas y uno de sus temas favoritos, «el desierto médico», en referencia a la falta de doctores en las zonas rurales.

Según informe del Senado del 2021, de 6 a 8 millones de franceses viven en el «desierto médico». En algunos departamentos apenas hay 60 doctores por cada 100.000 habitantes, un tercio de los que pasan consulta en París.

El problema reside en que un médico puede instalarse donde quiera. «Lo pueblos no atraen», sostiene Lemonnier.