Más de cien bombas rusas rasgan el cielo de Mariúpol cada día

Gabriela Consuegra
Gabriela Consuegra REDACCIÓN / LA VOZ

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Una mujer planta tulipanes con su hija cerca de un edificio destruido tras un bombardeo ruso en Mariúpol.
Una mujer planta tulipanes con su hija cerca de un edificio destruido tras un bombardeo ruso en Mariúpol. ALEXANDER ERMOCHENKO | REUTERS

La Cruz Roja Internacional trasladó hasta Zaporiyia a mil civiles huidos de la devastada ciudad portuaria que, según el Gobierno de Kiev, ha sufrido 118 bombardeos en la última jornada

06 abr 2022 . Actualizado a las 20:06 h.

Cinco explosiones por hora. De repente tu casa existe y al siguiente instante ya no. En el peor de los casos, el que deja de existir eres tú. El cronista español Manuel Chaves Nogales describía así la sensación: «Si se está cerca, se sufre en las entrañas un tirón de descuaje como si le rebanasen a uno por dentro y le quisieran volcar fuera. El estómago, que se sube a la boca, y el tímpano, demasiado sensible para tan gran ruido, son los que más agudamente protestan. Eso es todo». Después, la vida sigue y comienza el horror. Así, una y otra vez. Concretamente, 118 veces, que es lo que han denunciado las autoridades de Ucrania. Según ellas, es el número de ataques aéreos perpetrados por las tropas rusas contra la ciudad costera de Mariúpol. Solo durante la última jornada, porque lleva asediada semanas.

Según la comisionada de Derechos Humanos del Parlamento ucraniano, Liudmila Denisova, los bombardeos más intensos suceden en esta ciudad, si bien también se han llevado a cabo en otros puntos de la geografía ucraniana, como en Lisichanks, Popasna o Severodonetsk, todas estas ciudades del óblast de Lugansk.

Así, en la región se han contabilizado unos 80 bombardeos en la última jornada, mientras que en el óblast de Járkov se han registrado cerca de 30 ataques aéreos, muchos de ellos contra instalaciones civiles, según recoge la agencia Ukrinform.

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En este contexto, Denisova denunció que los ataques rusos constituyen crímenes de guerra y de lesa humanidad, así como una violación de los Convenios de Ginebra de 1949, centrados en la protección humanitaria de los civiles afectados por conflictos bélicos. Por tanto, la comisionada de Derechos Humanos del Parlamento ucraniano ha instado tanto a Naciones Unidas como a la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) a que investiguen estos presuntos atentados contra los derechos fundamentales.

Finalmente, incidió en la petición del Gobierno de Ucrania para que la comunidad internacional apruebe una zona de exclusión aérea sobre el país. También ha hecho un llamamiento para que los países socios brinden «armas para luchar» contra Rusia.

Los civiles huyen sin esperar a la Cruz Roja

No sorprende que las personas que han estado sometidas a tal horror huyan a la menor oportunidad, aunque en la localidad no existan garantías de seguridad para evacuar. O lo que es lo mismo: no hay corredores humanitarios. Las opciones son escapar y echarlo a suertes o permanecer viviendo a golpe de cinco explosiones por hora, esperando la catástrofe en un búnker, sin agua, luz, comida, ni los servicios más básicos. El Comité Internacional de Cruz Roja (CICR), que no ha podido entrar a la localidad precisamente por la falta de garantías, trasladó este martes a un millar de civiles que apostó por la primera opción. 

El convoy del CICR llegó a estar a 20 kilómetros de la ciudad. Tras cinco días y cuatro noches de espera, la organización concluyó que «las condiciones de seguridad han hecho imposible entrar» y, por tanto, decidió ayudar a trasladar a los civiles que lograron salir por sus propios medios. Así, el martes partió desde Berdiansk un convoy de autobuses y de vehículos privados que ha llegado este miércoles hasta Zaporiyia. A bordo viajaban inicialmente unas 500 personas, según un comunicado de la organización.

La jefa de comunicaciones del CICR en Ucrania, Patricia Rey González, explicó en una entrevista a Europa Press que otros vehículos se unieron al convoy durante el trayecto al ver el emblema de la organización y sentirse protegidos, por lo que en total unas mil personas han llegado a Zaporiyia.

En este sentido, el jefe de la delegación del CICR en Ucrania, Pascal Hundt, subrayó que la evacuación es «un enorme alivio para cientos de personas que han vivido un inmenso sufrimiento y ahora están en un lugar más seguro». No obstante, ha advertido de que no basta con esto. Atrás quedan decenas de miles de personas que viven una situación «apocalíptica», en palabras de Rey González, quien ha recordado que ya cuando había personal del CICR dentro de Mariúpol constataron «escenas de horror», como personas hirviendo agua recogida de charcos de nieve derretida.

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«Miles de civiles permanecen atrapados. Mariúpol necesita un corredor seguro para salir y para que la ayuda entre», ha reclamado Hundt, que ha hecho valer la condición del CICR como «intermediario neutral» para facilitar en última instancia la protección de una población que se ha visto inmersa en el fuego cruzado. Las autoridades locales estiman que más de 100.000 personas siguen atrapadas en Mariúpol, sin apenas suministros básicos.