Ucrania, granero internacional, trata de sacar adelante sus cosechas en medio de la guerra
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Los agricultores, eximidos de alistarse: «Mientras los misiles no caigan, vamos a seguir haciendo nuestro trabajo»
31 mar 2022 . Actualizado a las 16:58 h.Vitali Bilan tiene 100 hectáreas sembradas de trigo, lechugas y otras verduras. Las plantas empiezan a brotar en su granja cercana a la ciudad ucraniana de Odesa, donde resiste con sus tres hijos para conseguir sacar adelante la cosecha en un país en guerra que es el quinto exportador mundial de trigo.
Vitali tiene suerte. Está en una zona relativamente tranquila a la que no han llegado los bombardeos, a pesar de que el frente se encuentra a unos 150 kilómetros al este de Odesa. Por eso, sus tierras están indemnes y su veintena de trabajadores se han quedado en los campos a trabajar junto a él. Pero muchos agricultores ucranianos no están en su misma situación y han saltado las alarmas.
La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ya ha avisado de que la próxima temporada de trigo en Ucrania podría afectar a la inseguridad alimentaria mundial porque nadie sabe si los agricultores del país tendrán la paz y la mano de obra necesarias para acometerla, ni siquiera si podrán cosechar en junio la ya sembrada.
Exportador mundial
Y es que Ucrania es el quinto exportador de trigo mundial y junto con Rusia, que es el primero, proporcionan más de un tercio de las exportaciones mundiales de cereales. Los dos países suministran el 19% mundial de cebada, el 14% de trigo y el 4% de maíz. También son los principales proveedores de colza y representan el 52% del mercado mundial de exportación de aceite de girasol.
El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, alentó en una de sus alocuciones a los agricultores a seguir trabajando en este sector clave, para dar de comer a los propios ucranianos y mantener también a muchos otros países, cuando el trigo es un alimento básico para el 35% de la población mundial.
«No está claro si los agricultores ucranianos podrán cosechar y entregar las exportaciones restantes de cereales al mercado. El desplazamiento masivo de población ha reducido el número de trabajadores agrícolas. El acceso a los campos es difícil», dijo en una reciente entrevista a Efe el director general de la FAO, Qu Dongyu.
Vitali tampoco sabe qué pasará de ahora a junio, pero sí que, hasta donde pueda, resistirá. «Mientras los misiles no caigan, vamos a seguir haciendo lo que veníamos haciendo», afirma a Efe junto a sus campos de esta granja familiar que reparte su producción entre el mercado interno y el externo, con Polonia, Alemania, Israel y Holanda como sus principales destinos.
Eximidos de alistarse
Por ahora, está cambiando ligeramente la producción y plantando más verduras que se producían en la zona de Jersón, la última ciudad controlada por las tropas rusas en su avance desde el Dombás hacia el este por la parte sur de Ucrania.
Cuando empezó la guerra, Vitali trabajaba en la granja junto a su mujer y sus cinco hijos, pero después de diez días su esposa y una de las hijas se marcharon a Francia. Los tres chicos y su otra hija se quedaron. Ellos no tienen que ir al frente porque el Gobierno ucraniano les exime, al trabajar en un sector clave.
«Es importante tenerlos aquí porque hay muchos chicos con experiencia militar, pero no tantos que tengan la cualificación para estas tareas en el campo», destaca el padre. Uno de sus hijos, Maxim, reconoce que sí pensó en alistarse, aunque destaca que no tiene formación militar. «Si es necesario, iré a luchar. Si llegan aquí, todo el mundo debería luchar», dice. Por ahora se dedica a ayudar a las unidades de defensa territoriales haciendo guardias nocturnas de dos horas en los puestos de control cercanos a la granja.
El coste de la producción
En los campos de Vitali trabaja también Oleksei, el ingeniero que se encarga de mantener la maquinaria y confía en que las tropas rusas no lleguen a Odesa: «Creo que no van a pasar, que se van a ir en la otra dirección (hacia el este), aunque depende de lo locos que estén».
Aparte de ver marchar a su mujer a hija, Vitali ha notado la guerra en el aumento de los precios de los fertilizantes. Ahora, dice, paga el doble por ellos que hace un año. Y es que Rusia es el principal productor de estos productos en el mundo. Aún así, sigue al frente del negocio y apoya a su gobierno porque cree que su presidente «es la única persona que le ha enseñado los dientes a Rusia».
«Si el Estado necesita nuestra ayuda para proteger a la población de Ucrania del hambre, haremos todo lo que esté en nuestras manos para ayudar», dice añadiendo en que «esto pasará» e intentado sacar el lado más positivo a una guerra. «Cuando regresen los refugiados sus valores cambiarán. Cambiarán las relaciones entre la gente y se ayudarán más entre ellos. En Ucrania es ahora más valiosa la tierra que los coches o los lujos. Es nuestra tierra santa».