Rusia mantiene el asedio a la capital mientras ataca el Este y causa al menos catorce muertos en un bombardeo en Mikolaiv
31 mar 2022 . Actualizado a las 08:37 h.Un total de 1.300 kilómetros separan Estambul de Kiev y el anuncio realizado el martes en la ciudad turca por Moscú no llegó al norte de la capital de Ucrania. Rusia no cumplió con la «reducción drástica de la actividad militar» ni en el frente de Kiev, ni en el de Chernígov. Al contrario. Desde que se hizo público este anuncio, los cielos de estas ciudades registraron una inusitada actividad y no cesaron las explosiones. Los combates continúan y cientos de civiles volvieron a ser evacuados de urgencia de las zonas de combate. Llegaban al puesto de registro de la capital exhaustos y aterrorizados, después de pasar semanas metidos en sótanos y búnkeres.
Si en el norte una treintena de bombardeos nocturnos alcanzaron este miércoles la propia Chernígov, Bucha, Irpín, Vyshgorod y Brovary, en el sur la ciudad más castigada fue la portuaria Mikolaiv. Catorce personas perdieron la vida en la ofensiva que las fuerzas del Kremlin realizan en la región, y las autoridades locales también denunciaron que un edificio del Comité Internacional de la Cruz Roja en Mariúpol fue blanco de los misiles.
Las autoridades ucranianas mantuvieron cerrado el paso a Irpín debido a «motivos de seguridad», pero los servicios de rescate trabajaron todo el día con intensidad en la evacuación de la población y la retirada de cuerpos de las calles. Esta ciudad, junto a Bucha y Hostomel, sede del aeropuerto militar, ha sido el punto clave de la contienda y los ucranianos la han defendido con todos los medios porque era la última barrera antes de llegar a la capital. Tras perder el control durante tres semanas, desde el domingo no hay presencia invasora en sus calles.
«Después de tres semanas de ocupación, las tropas rusas abandonaron sus posiciones dentro de Irpín el domingo, pero su salida no supuso el final de los combates porque entonces empezaron a castigarnos con artillería», cuenta Vita. Esta mujer de 43 años, como el resto de los civiles recién evacuados, han aguantado hasta el límite, hasta que las bombas han llegado a sus casas. Solo entonces han salido. «Nada más llegar comenzó el saqueo apartamento por apartamento. Se llevaban todo lo que podían. Y lo que no, lo rompían. En nuestro bloque, cinco vecinos perdieron la vida por culpa de los bombardeos y sus cuerpos pasaron siete días tirados en la calle, hasta que nos dieron permiso para alejarlos al menos al bosque, un bosque que han dejado lleno de minas».
La Policía registra el equipaje de los recién llegados y sus documentos. Hay un puesto de Cruz Roja para atender a heridos y otro con comida caliente y bebidas. La fuerte presencia de medios obligó a las fuerzas de seguridad a acordonar la zona de llegada y poner carteles de 'Stop Press'. Ante la imposibilidad de acercarse a las zonas de combate, estos civiles evacuados son los corresponsales improvisados que pueden contar la situación en el frente. Incomunicados «¿Anuncio de reducción de actividad militar al norte de Kiev?», responde alucinado Aleksander cuando se le interroga por el anuncio de Estambul. «Una de las primeras cosas que hicieron los rusos al llegar fue ponernos contra una pared y obligarnos a entregarles los móviles y ordenadores. Los destrozaron allí mismo. Sin teléfono, sin electricidad. Llevamos más de tres semanas aislados e incomunicados. No sabemos nada de lo que está pasando, pero las explosiones son cada vez más fuertes», afirma Aleksander, que ha dejado atrás su casa junto a su gato Tom. Describe Irpín como «una ciudad fantasma; no queda nadie». El alcalde calcula que entre 200 y 300 personas han perecido allí desde el inicio de la invasión. Desde el Ministerio de Defensa ruso informaron de un «reagrupamiento de fuerzas» en el frente de Kiev y explicaron que la estrategia en este último mes había consistido en mantener entretenidas a las tropas enemigas para que no reforzaran el Dombás. Aseguraron que el objetivo se había logrado y que ahora se centrarán, precisamente, en «liberar» esta parte del este del país. Entre las palabras de los responsables de Defensa y las del equipo negociador ruso en Estambul y la realidad sobre el terreno se percibía una seria desconexión. Si en Kiev no pararon las explosiones, en Chernígov ocurrió lo mismo. Esta ciudad se encuentra 130 kilómetros al norte de la capital y allí el gobernador, Vyacheslav Chaus, recurrió a Telegram para denunciar que, «tras decir que reducirían su actividad, nos han bombardeado durante toda la noche destrozando bibliotecas, centros comerciales y viviendas civiles. ¿Alguien puede creer su palabra? Por supuesto que no». Esta zona, fronteriza con Bielorrusia, ha sido castigada desde el comienzo de la guerra por artillería y aviación y expertos del centro de estudios estratégicos Study of War citados por el periódico The New York Times indicaron que «los rusos se preparan para tomar posiciones defensivas a lo lago de río Snov y han dinamitado varios puentes». Las ambulancias no dejaron de traer civiles toda la jornada. Una evacuación entre el rugido continuo del cielo gris de una Kiev lluviosa. Cada día aumentan los fallecidos, la destrucción y la cantidad de refugiados y desplazados internos. Naciones Unidas elevó a cuatro millones el número de ucranianos que han salido del país; la mitad, según Unicef, niños. Una situación similar se repite con los desplazados internos, cuya cifra supera los seis millones y más de la mitad son menores. En medio del proceso negociador en Turquía y del clamor de la guerra, el presidente Volodímir Zelenski aprovechó para hablar con su homólogo estadounidense, Joe Biden. Informó de esta conversación, «de una hora de duración», a través de Twitter. Dijo que hablaron de «un mayor apoyo defensivo específico y la llegada de ayuda macrofinanciera y humanitaria». Pero los civiles rescatados del frente norte de Kiev no sabían nada de la declaración rusa en Estambul y tampoco de los discursos diarios de su líder. Estaban confundidos. «Ya no sabemos ni quién bombardea, es constante. Irpín no está tan destrozado, pero Bucha está arrasada», lamentaba Valeryi, que a sus 64 años solo las bombas sobre su misma casa le han obligado a dejar la ciudad. Su mujer le ayuda a limpiar el barro de su pierna ortopédica. Están vivos y su único pensamiento ahora es volver a casa en cuento callen las bombas.