Muere Luis Roldán, ex director general de la Guardia Civil, a los 78 años

MELCHOR SAIZ-PARDO COLPISA | MADRID

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Icono de la corrupción durante los Gobiernos de González, fue condenado a 31 años de cárcel por saquear los fondos reservados del instituto armado y enriquecerse con comisiones ilegales

24 mar 2022 . Actualizado a las 11:06 h.

El exdirector general de la Guardia Civil Luis Roldán, icono de la corrupción de los Gobiernos de Felipe González, ha fallecido esta noche en el hospital zaragozano de San Juan de Dios, donde estaba ingresado desde hace varias semanas. Roldán, de 78 años y condenado por enriquecerse al frente del instituto armado, también fue concejal del Ayuntamiento de Zaragoza por el PSOE y delegado del Gobierno en Navarra entre 1982 y 1986.

Casado tres veces y con cuatro hijos, los últimos años de su vida los pasó en su Zaragoza natal, en una situación económica precaria, según él mismo denunció, aunque lo cierto es que nunca apareció el dinero saqueado ni pagó los 9,2 millones de multa que le impuso el Tribunal Supremo.

Roldán, que el 31 de octubre de 1986 se convirtió en el primer civil nombrado director general de la Benemérita, fue condenado, tras una rocambolesca fuga que terminó con su captura meses después en Bangkok, por el Tribunal Supremo a 31 años de cárcel por apropiarse de 9,6 millones de euros de la institución armada a través, entre otras cosas, del saqueo de los fondos reservados.

Luis Roldán estuvo al frente de la Guardia Civil más de siete años, hasta que las informaciones periodísticas comenzaron a desvelar el desproporcionado incremento de su patrimonio particular. En diciembre de 1993, el Ejecutivo socialista, ya en pleno escándalo, decidió destituirle al tiempo que el Congreso de los Diputados abría una comisión de investigación, que en junio de 1994 acabaría por certificar que Roldán se había enriquecido de forma doble: con el desvío a su bolsillo de fondos reservados del cuerpo y concediendo a dedo obras de la Guardia Civil, cobrando por ello comisiones a través de un testaferro.

Huida hasta Bangkok

Pero antes incluso de que el Parlamento hiciera públicas sus conclusiones, Luis Roldán, ya cercado por la justicia, decidió huir, en una fuga que puso en aprietos al Ejecutivo de González, salpicado ya por otros casos de corrupción. Su huida comenzó el 26 de abril de 1994. Estuvo diez meses fugado hasta que fue finalmente localizado en Laos y detenido el 27 de febrero de 1995 en el aeropuerto de Bangkok. Fue una operación internacional cuyos detalles todavía se desconocen del todo.

El Supremo le condenó en 1999 a 31 años por cohecho, falsedad en documento mercantil, malversación de caudales públicos, estafa y delito contra la Hacienda Pública. Una segunda sentencia le impuso otros 3 años por el caso Urralburu. La sentencia del alto tribunal consideró probado que se lucró con las obras de construcción y rehabilitación de cuarteles, cobrando «elevadas» comisiones a través de testaferros, y mediante el desvío de fondos reservados destinados a la seguridad del Estado. Para cobijar sus ganancias creó una sociedad ficticia, compró bienes inmuebles y ocultó el dinero entre España y Suiza con la ayuda de varios compinches.

Cumplió diez años efectivos de condena sin pisar la calle, en el módulo especial masculino de la cárcel de mujeres de Brieva, en Ávila, (el mismo en el que tuvo preso Iñaki Urdangarin) hasta que, en el 2005, le fue concedido el segundo grado, lo que le abrió las puertas a los primeros permisos. En el 2010, tras cumplir quince años de prisión, abandonó la cárcel de forma definitiva.

Roldán, que dirigió la Guardia Civil en algunos de los años más duros de la historia del terrorismo etarra, vivió su momento de gloria en 1992, poco antes de que se comenzaran a airear sus chanchullos en las adjudicaciones y con los fondos reservados, con la desarticulación en 1992 de la cúpula de la banda en armada en Bidart, en Francia, gracias a la información de los servicios antiterroristas del instituto armado. También bajo su mandato fue arrestado el que por entonces el etarra más buscado, el sanguinario Henri Parot, pistolero del comando itinerante que se había convertido en la pesadilla de las fuerzas de seguridad.