Boric inicia en Chile un eje de izquierda «antidictadores» en Latinoamérica

Héctor Estepa
Héctor Estepa BOGOTÁ / E. LA VOZ

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Gabriel Boric, acompañado de la futura ministra del Interior, tras asumir el cargo de presidente de Chile
Gabriel Boric, acompañado de la futura ministra del Interior, tras asumir el cargo de presidente de Chile Pablo Sanhueza | REUTERS

Asume la presidencia con la promesa de profundos cambios en el país

12 mar 2022 . Actualizado a las 09:54 h.

Un sonriente Sebastián Piñera sostenía ayer ante Gabriel Boric la estrella de cinco puntas del libertador Bernardo O' Higgins. Con ese traspaso del símbolo de poder en Chile se consumó el ascenso a la presidencia del político izquierdista, de solo 36 años, apenas tres meses después de ganar en las urnas. «Sepan que vamos a dar lo mejor de nosotros para estar a la altura del desafío que tenemos como país. Es difícil encontrar las palabras», dijo Boric tras colgarse la banda presidencial.

Su llegada al liderazgo del país andino supone la creación de un nuevo eje de izquierda en América Latina. En primer lugar, por la juventud de quienes la forman. El pleno del Gabinete tiene una media de edad de 49 años, pero el núcleo duro del Ejecutivo está formado por treintañeros.

Giorgio Jackson, secretario general de la presidencia, es de 1985. Izkia Siches, ministra del Interior, es del 86, como Boric, y la comunista Camila Vallejo, nueva portavoz, nació en el 88. Todos ellos surgieron para el gran público durante las protestas estudiantiles del 2009-2011 y ahora forman el núcleo duro de un Gobierno rupturista.

La «nueva izquierda» chilena también se diferencia de la de buena parte del continente debido a la naturaleza de su política exterior. Boric ha criticado profundamente al Gobierno venezolano de Nicolás Maduro y al nicaragüense de Daniel Ortega. Considera «dictadores» a ambos líderes. Ha abogado activamente y con duros comunicados en redes sociales por la liberación de los presos políticos en el país centroamericano. De hecho, ninguno de los dos países tuvieron representantes en la ceremonia de investidura. 

Exiliados y opositores

Todo lo contrario. Sentados en la tribuna estaban el premio Cervantes de literatura Sergio Ramírez y la poetisa Gioconda Belli, nicaragüenses, exiliados políticos y opositores al Gobierno de Ortega, invitados expresamente por Boric.

Ya fue una declaración de intenciones el nombramiento como ministra de Exteriores de Antonia Urrejola, exlíder de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que ha denunciado en los últimos años déficits democráticos de esos dos Gobiernos.

Sí llegó a la ceremonia Bruno Rodríguez, ministro de Exteriores de Cuba, país sobre el que Boric no se pronuncia a menudo, aunque, eso sí, se posicionó a favor de los manifestantes que en julio protestaron contra el Gobierno de Miguel Díaz-Canel.

También estuvieron en la tribuna líderes relevantes de la izquierda latinoamericana, como el presidente boliviano, Luis Arce; el candidato presidencial colombiano, Gustavo Petro; y los ex presidentes José Mujica (Uruguay) y Dilma Rousseff (Brasil).

No lo tendrá fácil Gabriel Boric para gobernar. Su agenda, en pos de la igualdad y de un mayor protagonismo del Estado en la economía, es rupturista, y buena parte de sus votantes tienen puestas sus esperanzas en esos cambios profundos. Si no se dan rápido, podrían generar frustración. Y eso es, realmente, complicado. El balance de fuerzas en el fragmentado Legislativo es muy equilibrado, y Boric tendrá que convencer a sectores del centroizquierda y del centroderecha si quiere sacar adelante algunos de sus proyectos. Es decir: tendrá, por fuerza, que moderarlos.

Por otro lado, la Convención Constitucional elabora una nueva carta magna que deberá estar perfilada a mediados de año. Esa será la primera gran prueba de fuego del Gobierno. Parte de la Cámara está proponiendo grandes cambios a nivel institucional y de diseño de país, que deberán ser refrendados en un plebiscito, en una sociedad que está muy polarizada.