Rumanía, Moldavia y Polonia recibieron ya a 70.000 personas en un solo día
26 feb 2022 . Actualizado a las 09:33 h.Familias enteras, con ropa de abrigo, maletas y carritos de bebés, cruzan la frontera ucraniana hacia los países limítrofes del este. Lo hacen por carretera y en tren, ya que el espacio aéreo está cerrado en Ucrania y Moldavia, país que declaró el estado de emergencia el jueves tras el ataque ruso. Por ferrocarril viajan sobre todo desde la ciudad de Leópolis (Lviv) hacia el oeste de Polonia, país que ya acoge a dos millones de ciudadanos ucranianos desde el inicio de la invasión rusa en la región de Donesk en el 2014. «Tenemos que estar preparados para una oleada de hasta un millón de personas», advirtió esta semana decía el primer ministro polaco Maciej Wasik. Pero eso solo en dirección a Polonia.
La ONU estima que la crisis humanitaria puede suponer un éxodo masivo de hasta cinco millones de personas, en función de cómo evolucionen los acontecimientos sobre el terreno en los próximos días. Por ahora han huido ya unas 70.000 personas en las últimas horas, la mayoría hacia Polonia, Moldavia y Rumanía. Solo a Moldavia lo hicieron más de 20.000, según la primera ministra, Natalia Gavrilita. A pesar del estado de alarma decretado en todo el país, que en su territorio cuenta con la particularidad de la región autónoma de Transnistria —autoproclamada república, nostálgica de la era soviética y satélite del Kremlin—, mantiene las fronteras abiertas.
Polonia ha recibido, por su parte, a más de 29.000 refugiados, según la última estimación ofrecida por el Ministerio del Interior, recogida por la agencia de noticias nacional PAP. A Rumanía, que comparte buena parte de su frontera con Ucrania, han llegado más de 10.000 personas en apenas 24 horas, según el ministro del Interior, Lucian Bode, que ha confirmado que el flujo de llegadas se ha disparado desde que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, diese orden de iniciar la invasión. Una de las localidades que mayor número de personas acogieron ayer en Rumanía es Suceava, a una hora en coche de la frontera. El ayuntamiento de la ciudad, hermanada con la ucraniana Chernivtsí, adquirió colchones, tiendas de campaña, generadores eléctricos y material sanitario para recibir la oleada migratoria. Las autoridades rumanas precisaron que no todas estas personas quieren quedarse en el país, ya que más de 3.600 han seguido su viaje con vistas a llegar a otros países.
Los 27 ministros de Interior de la Unión Europea se reunirán mañana para analizar los flujos de desplazados y valorar la capacidad de acogida. La vicepresidenta de la Comisión Europea para la Democracia y Demografía, Dubravka Suica, aseguró ayer que la UE ya «está lista» para recibirlos.
Hungría, Polonia y Eslovaquia abren ahora sus fronteras tras cerrarlas a los exiliados sirios
El llamado B9 —o Bloque de Bucarest, donde se originó este grupo— encontró una nueva cohesión ante el desafío migratorio derivado de la invasión rusa de Ucrania. Reunidos en Varsovia, los líderes de nueve países europeos, hoy socios de la UE y también miembros de la OTAN, pero en la órbita de Moscú en tiempos del Pacto de Varsovia, mostraron una unidad desconocida en un grupo no siempre armónico o hasta hostil hacia Bruselas. «Debemos apoyar a Ucrania con más fuerza, incluido el suministro de armas», afirmó en la apertura de la cumbre del B9 el presidente polaco, Andrzej Duda.
Ante la crisis migratoria del 2015, Polonia y Hungría reaccionaron cerrando la puerta a los refugiados, la mayoría sirios. En los años siguientes rechazaron cualquier propuesta de la Comisión Europea para un reparto equilibrado de esos peticionarios de asilo o de la inmigración irregular llegada a través del Mediterráneo. Ni Alemania ni los socios del sur europeo, como España, lograron apartarles de esas posiciones.
Ahora auxilian a las columnas de ucranianos que llegan hasta sus fronteras, la mayor parte de ellos mujeres y niños, ya que los hombres entre 18 y 60 años han sido movilizados para la defensa del país. El ultranacionalista húngaro Víktor Orbán afirmó que la invasión rusa puede provocar una crisis migratoria mayor incluso que la desencadenada en los noventa por las guerras en los Balcanes.
El Papa visita la embajada rusa ante la Santa Sede para mediar en el conflicto
En un gesto insólito para un Pontífice, el papa Francisco se desplazó ayer en un automóvil utilitario hasta la embajada de Rusia ante la Santa Sede, situada en Vía della Conciliazione, a pocos pasos de la plaza de San Pedro, «para mostrar su preocupación» ante la invasión de Ucrania ordenada por Moscú. El Vaticano confirmó esta peculiar visita explicando que Jorge Mario Bergoglio estuvo durante algo más de media hora dialogando con el jefe de la legación diplomática rusa, Alexander Avdeev.
La inesperada conversación entre el obispo de Roma y el diplomático a las órdenes del presidente ruso, Vladimir Putin, se produce después de la intervención el día anterior del secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal Pietro Parolin. «Aún hay tiempo para la buena voluntad, aún hay espacio para la negociación, aún hay lugar para el ejercicio de una sabiduría [...] y evite al mundo la locura y los horrores de la guerra», dijo Parolin.
El embajador de Ucrania ante la Santa Sede, Andriy Yurash, defendió que su país está abierto a una posible «mediación» del Papa en el conflicto, aunque advirtió que en este momento del lado ruso «no se dan las condiciones para sentarse en una mesa a negociar».
Condena de los ortodoxos
El patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, condenó el «ataque sin motivos de Rusia» contra Ucrania e instó a rezar para que el Gobierno de Putin «comprenda las trágicas consecuencias» de la ofensiva militar que pueden traer consigo incluso «una guerra mundial». «El diálogo honesto es el único medio para resolver cualquier problema y cualquier controversia», destacó.