Casado constata que Mañueco no es Ayuso y Sánchez ve roto su discurso triunfalista sobre la coalición

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

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Los presidentes de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso
Los presidentes de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso Chema Moya | Efe

La presidenta madrileña insiste en adelantar el congreso regional y García-Egea descarta la idea y responde que las elecciones las gana el líder nacional del partido

15 feb 2022 . Actualizado a las 11:08 h.

Todas las encuestas, salvo la del CIS, apuntaban a lo mismo desde hace meses. El PP ganaría las elecciones en Castilla y León, pero no tendría mayoría suficiente para gobernar en solitario. Inexplicablemente, la dirección nacional del partido parecía ser la única que no lo veía. En Génova alentaron el adelanto electoral con la arriesgada teoría de que, una vez convocados los comicios, irían a más hasta alcanzar esa mayoría absoluta o al menos suficiente como para repetir la jugada de Díaz Ayuso en Madrid y gobernar en solitario. Un apuesta muy arriesgada que ha terminado en fiasco pese a la victoria en las elecciones.

Detrás de la decisión de adelantar los comicios con la excusa de una inminente traición de Ciudadanos sobre la que nunca se aportaron pruebas fehacientes, se escondía una doble estrategia por parte de Pablo Casado. Por una parte, evidenciar un cambio de ciclo político nacional con una victoria inapelable que llegaría después de la lograda en Madrid y a la que debía suceder inmediatamente otra en Andalucía. Y, por otra, con el adelanto en Castilla y León y el esperado triunfo aplastante Casado buscaba bajar los humos a Isabel Díaz Ayuso dejando claro que su victoria incontestable en Madrid no era fruto de su carisma personal, sino del auge nacional del PP.

Andalucía puede esperar

Los dos propósitos se han visto frustrados. Aunque los populares han ganado las elecciones y van a gobernar con toda probabilidad, la victoria se ha quedado lejos de las expectativas. De hecho, al popular Alfonso Fernández Mañueco le va a dar muchos más dolores de cabeza Vox, dentro o fuera de su Gobierno, de los que le daba Ciudadanos con Francisco Igea como vicepresidente. No es lo mismo gobernar en coalición con un Cs en agonía política que dependiendo de los de Santiago Abascal en pleno subidón. Y ello, independientemente de que, para la investidura, Mañueco consiguiera una complicada e improbable fórmula que le otorgara más síes que noes sin contar con el apoyo de Vox.

La consecuencia es que, con estos resultados, se quiebra además la estrategia diseñada en Génova para la segunda parte de la legislatura. Difícilmente dará ahora Juan Manuel Moreno el paso de adelantar cuanto antes las elecciones en Andalucía para asumir el riesgo de correr la misma suerte que Mañueco: cambiar a un socio cómodo como Cs por uno molesto como Vox.

Y, en cuanto a la batalla interna con Díaz Ayuso, Casado sale también escaldado porque el escenario en Castilla y León es muy distinto al de Madrid, en donde la presidenta regional obtuvo un 44,7 % de los votos y, a solo cuatro escaños de la mayoría absoluta, puede gobernar cómodamente en solitario a pesar de tener que pactar puntualmente con Vox.

Lejos de amainar, la batalla interna entre Casado y Ayuso se va a recrudecer, como demuestra el hecho de que este mismo lunes el portavoz del Gobierno regional, Enrique Osorio, insistiera en que debe adelantarse el congreso autonómico y que el secretario general, Teodoro García Egea, no solo descartara la idea sino que asegurara que Casado «es el que gana» cuando «la papeleta es del PP, encabece la lista Isabel Díaz Ayuso, Alberto Núñez Feijoo o Alfonso Fernández Mañueco».

Por si fuera poco, Díaz Ayuso felicitó a Mañueco en Twitter con una fotografía junto a los presidentes de Galicia, Andalucía y Castilla y León en la que, pese a que estaba al lado de ellos en ese momento, no aparece Casado.

El claro retroceso de la coalición rompe el discurso de Sánchez

El PSOE llegó a creer que sería capaz de dar la vuelta a las encuestas, —o de cumplir la del CIS, la única que le daba como ganador— y que podría acabar gobernando en Castilla y León por primera vez desde hace 35 años. Pero el resultado ha terminado siendo peor incluso que la expectativa más baja. Los socialistas han retrocedido siete escaños respecto a las anteriores elecciones, en la que su candidato, Luis Tudanca, se impuso al PP pero no pudo gobernar.

En es ese mal resultado ha influido una campaña dubitativa de los socialistas en asuntos como el de la ganadería, en el que comenzaron desautorizando las declaraciones del ministro Alberto Garzón, pero terminaron asumiendo buena parte de su discurso durante la campaña para tratar de marcar distancias con el PP. Al igual que ocurrió en Madrid, al PSOE le ha acabado lastrando ir de la mano de Unidas Podemos en la carrera electoral

Pedro Sánchez arrancó la campaña con una baja implicación personal ante la sospecha de que los populares conseguirían un buen resultado que les permitiera gobernar en solitario. Pero, a raíz de la encuesta del CIS, que daba al PSOE como ganador y le concedía posibilidades de gobernar, el jefe del Ejecutivo se volcó en la campaña para tratar de rentabilizar una posible victoria.

Al final, eso ha jugado en su contra. Por una parte, la victoria del PP y el claro retroceso del Gobierno de coalición con el mal resultado del PSOE y de Unidas Podemos rompe el discurso de que Madrid era una excepción en una España en la que la izquierda sigue dominando claramente. La sensación de que la campaña de Tudanca estaba dirigida desde Ferraz no le hizo ningún favor.

Tampoco acertaron los socialistas en la estrategia frente a la España vaciada. En un primer momento, el PSOE alentó a esas formaciones pensando en que podrían ser sus aliados para forjar una mayoría en Castilla y León, tal y como ocurre con Teruel Existe, cuyo apoyo en el Congreso fue decisivo para la investidura de Sánchez. Pero, a la postre, la mayoría de ese voto ha procedido de un trasvase de sufragios desde el PSOE que ha lastrado sus posibilidades. El máximo reflejo de esa consecuencia se produce en Soria, en donde los socialistas han quedado relegados a la tercera posición, por detrás de Soria ¡Ya»! y el PP. Algo que, en unas generales, les dejaría sin escaño en esa provincia.