La coproductora del documental del caso Wanninkhof de HBO ha entrevistado a la gallega: «¿Que cómo la convencimos? Creo que cuando le dijimos que había una generación de estudiantes de Periodismo y de Derecho que no conocía su historia y que podía volver a pasar»
29 oct 2021 . Actualizado a las 10:35 h.Es el día que todo creador desea. El de que su obra llegue al gran público. Estamos a martes 26 de octubre y Dolores. La verdad sobre el caso Wanninkhof ve la luz a través de HBO Max. Toñi Moreno (El Prat de Llobregat, 1973) aguarda con impaciencia. Está nerviosa. Es una jornada de estrés. La cita para la entrevista es a las once y media de la mañana. Va en un tren y la pospone dos horas. La una y media. Sigue sin tiempo. Lo dejamos para la tarde-noche. A las ocho. Pero sigue sin parar. El día no le da. Pide media hora más. Finalmente, atiende, subiéndose a un taxi: «Llevo así todo el día. No paro», justifica. Y la charla, entre indicaciones al conductor, comienza.
—Créeme, es un día de muchos nervios. Todo el equipo ha trabajado muy duro.
—Dada la amistad que tú tenías con Dolores, ¿te ha resultado más difícil este trabajo que otros?
—Hacía trece años que no la veía. Porque la vida te separa y me dediqué a otras cosas. Bueno, en Navidad nos llamábamos y eso, lo típico. No me ha sido difícil entrevistarla, primero porque lo que he hecho es intentar ser objetiva y, con el juicio por delante, las pruebas y el caso, hablar con ella de todos estos temas.
—Y trece años después, ¿cómo la has encontrado?
—Hombre, me ha sorprendido mucho cuando he visto que a esta mujer le hemos parado la vida en seco entre todos. Y no ha sido capaz de remontar. De trabajar. De rehacer su vida. Sí me impresionó que trece años después parecía que no había pasado el tiempo. Espero que este documental le haya servido un poco de terapia para vaciarse, cerrar esa puerta y empezar de cero. Todavía es joven y se merece una oportunidad.
—Dada esa vinculación con Dolores, y aunque hayan pasado 13 años sin veros, cuando me senté a ver la docuserie, iba con la idea de que podía haber cierto sesgo hacia ella. Y la verdad es que no lo hay. Es un producto cien por cien objetivo. ¿Cómo se consigue?
—Porque yo desde el primer momento le dije a Xelo Montesinos y a Víctor García [los otros dos productores de la serie], que yo no iba a dirigir. Que necesitaba una directora como Noemí Redondo, que le ha puesto la genialidad y el cerebro que necesitaba este documental. Se ha contado la verdad desde todos los puntos de vista. Yo aporté la parte de Dolores, que era la que controlaba.
—En el documental se le ha dado voz a prácticamente todas las partes y, en muchos casos, con idéntico peso. ¿Es esa una de sus claves?
—Es que aquí hay varias víctimas. Dos muy claras: que son Rocío y Sonia Carabantes. Luego una tercera que es Dolores, a la que este país debe resarcir. Pero, luego, también hay otras víctimas que son las madres de las dos niñas. Y por eso hay que darles voz y peso. Porque son víctimas como el resto.
—En el caso de Tony Alexander King, ¿intentasteis también entrevistarlo?
—Nosotros hemos intentado hablar con todas las partes. A todo el mundo que tiene algo que ver con este caso. Los que salen son los que han querido hablar. Unos a cara descubierta, otros con ella cubierta. Los demás es que han dicho que no y puede haber otros a los que no hemos logrado acceder.
—¿En este caso no quiso él o Instituciones Penitenciarias ya no os dio acceso?
—Es que no lo sé. No sé en qué punto estaba eso. Entre otras cosas, porque el caso es Dolores, que es como se llama el documental. Sería absurdo contestar algo que no sé.
—Tú, como madre, ¿entiendes el rechazo que Alicia, la madre de Rocío, pueda sentir todavía hacia Dolores Vázquez?
—Yo lo que entiendo es que una madre que está convencida de una verdad la defienda hasta el final. En lo demás no es importante mi opinión. Alicia es lo que hizo.
—¿Crees posible un reencuentro entre Dolores y Alicia?
—Pues no lo sé. Eso deberías preguntárselo a ellas. Son dos víctimas. Cuando esto ocurre, según cuenta Loli, ellas habían logrado tener una relación estupenda y ojalá que estas dos mujeres quisieran reencontrarse, pero es algo muy privado que les corresponde a ellas. Es un tema súper privado. Ni siquiera lo hemos intentado.
—¿Cómo consigues convencer a Dolores?
—Lo hicimos entre todos, porque subimos a verla Víctor García y yo. Luego Noemí. Y la frase que a ella le hizo crack en la cabeza fue esta: «Hay una generación que está estudiando Periodismo y Derecho que no te conoce, que no conoce tu caso. Y esto puede volver a pasar. Entonces, creo que tienes que hacer esto por esta generación para que no vuelva a pasar y que todo el mundo conozca los detalles del mayor error judicial de este país».
—¿Tardó mucho en decidirse?
—Bueno, claro que tardó. Si lleva 20 años sin hablar es por algo. Ella lo que tiene es el recuerdo de veinte mil flashes apuntándola, saliendo de su casa el día que fue detenida. Y verse en titulares en prensa en los que no se reconocía. Ella no tenía inquietud en estar con nosotros. Ella es una gran desconfiada porque la vida le ha hecho ser así. No se fiaba de nadie. Ni de mí. Pero bueno, nos fuimos ganando su confianza; ella fue relajándose y creo que al final ha sido muy generosa.
—¿Ha visto el resultado?
—Creo que no y creo que no lo va a ver.
—La viste todavía sin pasar página.
—Sí. Me la encontré y dije: «Vuelvo para mi casa». Porque la vi igual que al principio del caso. Como si le hubiera pasado ayer. Pero creo que el hecho de haberse sentado y contar todo lo que tenía dentro, haber contado todo lo que le había pasado, incluso en la cárcel, episodios que no había hablado ni con sus mejores amigos… Yo creo que la va a liberar y a venir bien. Es mi opinión.
—¿Cómo consiguió vivir tanto tiempo en Betanzos sin casi ser identificada?
—«Han pasado 20 años y hay mucha gente que no la reconoce. Pero otra gente sí, y al pasar por su lado, se dan codazos, pero la gente es bastante respetuosa con ella. Ha vuelto a sus orígenes, donde está enterrada su madre y se siente segura con su familia. Luego, hace una vida normal, como cualquiera. Vive en un apartamento, cocina, baja a la compra… Eso sí, vive con poquísimos recursos porque no ha tenido derecho a pensión al no haber cotizado los años que tenía que haber cotizado. No sé si alcanza los cuatrocientos euros. Yo creo que este país le debe una disculpa y una indemnización.
—¿Hasta qué punto crees que esa situación precaria en la que vive le obligó un poco ahora a hablar?
—Para nada. Sí, ella tuvo que vender la casa y vive de ese dinero y de la ayuda. Pero ya te he explicado los motivos por los que ella habló.
—En la serie se habla de Dolores y de Loli, como si fueran dos mujeres diferentes. ¿Ahora mismo es más Dolores o Loli?
—Creo que cada vez es más Loli. Ella nunca se ha sentido Dolores, porque no se ha sentido identificada con la persona que veíamos todos. Para ella era una extraña. En el documental creo que empieza siendo Dolores y acaba siendo Loli porque acaba desnudándose y mostrándose como es.
—¿Crees que el espectador también se queda con esa sensación y ve ese cambio?
—Yo creo que el espectador va a conocerla. Va a entender muchas cosas. En algunos momentos no va a entender por qué ha tomado algunas decisiones. Pero, al menos, va a conocer su versión, que antes no sabía.
—Mujer, yudoca, alto cargo directivo, gesto algo desafiante y lesbiana. ¿En qué medida todo esto le ha condenado de cara a la sociedad?
—Es la imagen que construimos entre todos y de la que ella no pudo defenderse. Habrá cosas que fueron utilizadas de manera malevolente, otras que son verdad… A ella le gusta el deporte y hacía yudo, pero se vendió como que eso era malo. Que era autoritaria porque era directora de un hotel de cuatro estrellas. Bueno, hay gente que no se atrevió a dar un paso al frente y decir que esta persona era un encanto, pero ella tiene cartas de empleados en las que se posicionaban a su favor. Sin embargo, con la presión social que había, nadie se atrevió a dar un paso al frente.
—¿Crees que la actual sociedad, si esto ocurriera ahora de primeras, también la habría condenado?
—Pienso que este documental es muy necesario, porque si volviera a pasar un caso parecido, creo que volvería a suceder lo mismo. Todos tenemos que hacer autocrítica, yo como periodista la primera, para que no vuelva a pasar. Sí, sí. Desgraciadamente, desayuno todas las mañanas con alguna agresión homófoba en algún instituto. Hay cosas en las que hemos avanzado, pero otras tantas que hay que luchar. Y por eso este documental es absolutamente necesario.