La banda se vio obligada a claudicar, acorralada por una serie de factores y la pérdida de apoyos
17 oct 2021 . Actualizado a las 10:44 h.«Sentimos primero una gran alegría, sobre todo un gran alivio, porque esto se acababa, ya no íbamos a mirar debajo del coche ni a la salida del portal, significaba recobrar la libertad». Así recuerda Gorka Landaburu aquel 20 de octubre del 2011, cuando ETA difundió un histórico comunicado con el que ponía fin a más de cuatro décadas de terrorismo. Pero, añade, «al mismo tiempo sentimos un sabor agridulce por el recuerdo de tanto sufrimiento y tanto dolor, de tantos entierros a los que habíamos asistido». Al cabo de cuatro meses, el periodista, que había sufrido un gravísimo atentado en su casa de Zarauz en el 2001, prescindió de los escoltas, que lo habían protegido durante 12 años.
¿Quién derrotó a ETA?
Múltiples factores. «En la derrota de ETA intervienen muchos factores, el trabajo de las fuerzas de seguridad del Estado, incluida la policía vasca, que desmanteló el comando que me envió el paquete bomba, la colaboración con Francia, que fue muy importante, y la justicia»», señala Landaburu. «Pero también la presión de la sociedad vasca, que por fin se había despertado del letargo, del miedo en que vivía desde hacía mucho tiempo, lo que hace que ETA se dé cuenta de que cada vez tiene menos apoyo popular», explica. Menciona, como otro factor destacado, «el proceso de paz de Zapatero y las conversaciones entre Jesús Eguiguren y Arnaldo Otegi, que jugó un papel importante, nos guste o no nos guste, para obligar a ETA a abandonar las armas».
José Antonio Pérez, coordinador de la monumental Historia y memoria del terrorismo en el País Vasco, 1968-2010 (Editorial Confluencias), relativiza el papel que jugó la sociedad vasca en el final de ETA. «Fundamentalmente fueron los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, los jueces, el acorralamiento internacional tras los atentados del 11S, la persecución de Francia, toda una serie de factores para derrotar a ETA», asegura el historiador.
¿Qué queda de ese pasado?
Cambio absoluto y algunos rescoldos. «El cambio en el País Vasco es absoluto, la vida política se ha normalizado», afirma Pérez. Aunque «el humus en el que se basó el fanatismo de ETA no ha desaparecido del todo, y sigue habiendo conatos, como las palizas a algunos chavales o los recibimientos a los etarras, que son cada vez más espaciados y tienen un público muy limitado, unas docenas de personas», estima. En su opinión, «a veces se magnifica el eco de todas esas expresiones, con las que hay que terminar, sobre todo para que las jóvenes generaciones no idealicen a los terroristas como héroes revolucionarios».
Según Landaburu, «el lado positivo y más importante es que ya vivimos en libertad después de décadas de dolor y sufrimiento, no hay amenazas, ya no están los pueblos llenos de pancartas con fotos de los presos, han desaparecido las miradas de odio y hemos emprendido un camino hacia la convivencia, no hablo de reconciliación». «En el lado negativo, hay todavía recibimientos a presos, los ongi etorri, que son pocos, pero inaceptables y tienen que dejar de hacerse; también hay actos inadmisibles como la paliza que le dieron a un concejal del PP, pero son casos aislados a los que se da mucha más importancia de la que tienen, aunque hay que condenarlos», sostiene. Varios ediles del PP han sufrido agresiones e insultos en los últimos tiempos.
Pérez ve negativo que «mucha gente joven y no tan joven empieza a ver el terrorismo como algo lejano y no identifique a Bildu como el heredero del brazo político de ETA», «Decir que ETA sigue existiendo es falso, fue derrotada, pero su brazo político, que se reconvirtió, está en las instituciones porque cumple la ley y su fuerza más importante, Sortu, admitió que tenía que rechazar el terrorismo a partir de su creación y no con carácter retroactivo».
las víctimas
Muchos casos sin resolver. El comunicado etarra del 2011 marcaba la derrota de la banda terrorista después de cometer múltiples atentados que costaron la vida a alrededor de 850 personas. «Todavía sigue habiendo casos que no están esclarecidos, y no me refiero a los 300 atentados que fueron cometidos por ETA, pero no han sido judicializados porque no se ha podido determinar quién fue el responsable individual», explica Pérez, que ha estudiado el tema a fondo. «Hay, además, casos que no se sabe si son de ETA, la ultraderecha o fuerzas parapoliciales, especialmente en los años de plomo, entre 1978 y 1980, y gente desaparecida, como tres jóvenes gallegos», explica el historiador.
Tres relatos en pugna y la importancia de obras como «Patria» o «Maixabel»
«Hay una pugna por difundir un relato que sea hegemónico o mayoritario, que pase a la posteridad, sobre los años de terrorismo», asegura Pérez. Destaca tres relatos. En primer lugar, «la visión del pasado de la izquierda aberzale, que sostiene que existió un conflicto político que justificó una respuesta armada para enfrentarse al Estado, que negaba la libertad de Euskalerria». «Dentro de ese relato, el final de ETA sería una concesión de la organización terrorista, una vez que percibe que la vía militar está agotada, una renuncia generosa ante el pueblo vasco para que inicie otra estrategia con el mismo objetivo, la independencia», explica. «Viene a justificar lo que no es sino una derrota, que tras 50 años no han conseguido sus objetivos políticos, pero este relato tiene un recorrido limitado a quienes lo promueven», concluye.
En segundo lugar, está «el relato que hacemos los historiadores, más allá de la propaganda y las manipulaciones, basado en el análisis crítico de las fuentes, que trata de explicar cuáles fueron las causas de la aparición de ETA, su historia y las consecuencias de su derrota». «Uno de los puntos fuertes de este relato es poner en el centro a las víctimas», señala.
Relato autocomplaciente
Por último, hay un relato que «se trata de difundir desde determinadas instancias públicas, especialmente el nacionalismo moderado (PNV), que gobierna en coalición con los socialistas, e instituciones memorialistas». Es una exposición que «dice que todos habríamos sido víctimas de la violencia política, no solo del terrorismo, sino también de la policial y de la ultraderecha; y luego la sociedad vasca habría sido la gran artífice del fin y la derrota de ETA». «Desgraciadamente no fue la sociedad vasca la que logró el final de ETA, su reacción fue bastante débil, aunque es cierto que tuvo su protagonismo, sobre todo después del asesinato de Miguel Ángel Blanco», afirma. «Es lo que algunos llamamos el síndrome de Vichy a la vasca, que todo el mundo se sienta parte de la resistencia, de la nazi en Francia y aquí de la democrática frente al terror; es una visión autocomplaciente», sostiene. Por eso, «puede ser la que prospere, porque es el relato más cómodo, no nos interroga a cada uno de nosotros sobre el comportamiento que tuvimos en aquel período».
Destaca «otras formas de difundir la historia a través de la literatura, las series o las películas, que están teniendo un peso decisivo, como Maixabel o Patria, que ayudan a visibilizar, de una manera muy clara y comprometida, ese terror oculto que se extendió durante décadas en el País Vasco».
¿Se debe pactar con EH Bildu? División sobre el papel de la coalición de la izquierda aberzale
«EH Bildu es una coalición democrática en la que también hay personas que condenaron a ETA», considera Landaburu. «No se debería pactar con una organización política que sigue sin condenar el terrorismo», asegura Pérez. El periodista afirma que «hay que exigir a la izquierda aberzale, y a Otegi en particular, que haga una autocrítica de su pasado, pero es complicado, porque sería decir a sus presos lo que habéis hecho no ha servido para nada, como así ha sido». Hace diez años había 595 presos etarras en España: hoy, 185, 66 de ellos en el País Vasco.
«Nos guste o no, Bildu tiene representación en el Parlamento y es la segunda fuerza en el País Vasco», afirma Landaburu. «Son radicales, independentistas, pero han apostado por la política, y el voto a EH Bildu tiene el mismo valor que el del PSOE, el PP, y el de Vox, que es un partido como los demás, y si siempre les hemos dicho que dejaran las pistolas y que hicieran política, ¿por qué ahora se saca a la palestra?», se pregunta. Y responde: «El PP y Vox quieren sacar rédito electoral utilizando a las víctimas, es una vergüenza y no lo vamos a permitir». «Las víctimas son un símbolo de la resistencia al terrorismo, a las que hay que apoyar y que merecen, todas, respeto absoluto, y no instrumentalizarlas políticamente, por unos o por otros», afirma Pérez.
El historiador estima que EH Bildu ha tenido una gran astucia para reinventarse: «Muchos la consideran una formación ecologista, feminista, progresista, a favor de los derechos humanos, ya no son votos manchados de sangre». Esto significa «la naturalización de una fuerza política que sigue sin condenar el terrorismo y creyendo que los terroristas fueron héroes».