Los Presupuestos y la ley de vivienda debilitan el poder de Calviño en el Gobierno
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Sánchez marginó a la vicepresidenta primera en la negociación con Podemos
12 oct 2021 . Actualizado a las 10:01 h.El pasado 10 de julio Pedro Sánchez sorprendió con una amplísima remodelación de su Gobierno que, más que como un cambio de caras para sacar del Ejecutivo a las figuras más desgastadas, se interpretó como un claro giro que situaba todo el foco en la recuperación económica. El ascenso de la ministra de Economía, Nadia Calviño, a la vicepresidenta primera del Gobierno, sustituyendo en ese cargo a la destituida Carmen Calvo, era, según ese análisis, un evidente mensaje de Sánchez a la Unión Europea sobre su compromiso con la ortodoxia económica y fiscal. Y, también, a sus socios de coalición de Unidas Podemos, al situar en la cúpula del Ejecutivo a quien había sido hasta entonces el muro contra el que se estrellaban las propuestas de mayor gasto social, primero de Pablo Iglesias y después de Yolanda Díaz. Calviño tomaba el mando tras imponerse en la batalla contra el socio minoritario del Gobierno.
Tres meses después, ese análisis se ha demostrado equivocado. La semana que se cierra con la presentación de los Presupuestos y de la ley de vivienda ha dejado claro que el poder de Calviño es más teórico que real, que la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, le sigue ganando los pulsos, y que Sánchez la puentea cuando es necesario para garantizarse la estabilidad de su Gobierno negociando personalmente con Díaz de espaldas a Calviño.
Solo un día antes de que el presidente del Gobierno y la ministra de Trabajo firmaran el pacto para intervenir los precios de los alquileres y desatascar la presentación de los Presupuestos, Calviño aseguraba públicamente que no se iban a regular los arrendamientos porque, según dijo, aunque es «fundamental» que los ciudadanos tengan acceso a la vivienda, «esto no se resuelve solo con una medida o una ley». Su propuesta era un programa de vivienda pública y el aumentar las viviendas en alquiler.
La vicepresidenta, descolocada
Pero 24 horas después, Sánchez llamaba a Yolanda Díaz para mantener una reunión cara a cara, previa al Consejo de Ministros de ese día, en la que se cerró el pacto para aprobar la ley de vivienda, que incluía aquello que Calviño negaba y que el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, había rechazado también un día antes en una reunión con la ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra. En esa nueva reunión de urgencia en Moncloa estuvieron Sánchez, Bolaños, Díaz, Belarra y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, pero no Calviño, que fue apartada de las negociaciones para impedir un bloqueo.
La vicepresidenta primera del Gobierno quedaba así no solo desautorizada por Sánchez, sino también descolocada, porque asistió a la reunión del Consejo de Ministros sin saber que había ya un pacto con Unidas Podemos sobre los alquileres y sobre los Presupuestos. De hecho, Calviño acabó presidiendo aquel día la reunión de los ministros que aprobaba aquello a lo que ella se oponía, dado que Sánchez se tuvo que ausentar a mitad de la cita para acudir a un acto en Sevilla.
Todas las batallas perdidas
La intervención de los precios de los alquileres es solo un capítulo más en las últimas derrotas de Calviño dentro del Gobierno. La ministra de Economía se había opuesto también a la propuesta de Unidas Podemos de que los Presupuestos incluyeran una subida del impuesto de Sociedades que estableciera el tipo mínimo en el 15%. Su excusa en este caso era que era preferible esperar para escuchar las propuestas fiscales del grupo de expertos consultados por el Gobierno. Pero tampoco aquí fue atendido su planteamiento.
Una situación similar a ese intento de dilatar en el tiempo las propuestas de Unidas Podemos se produjo en la subida del Salario Mínimo Interprofesional. Calviño la frenó a primeros de año, cuando Yolanda Díaz empezó a presionar para que se aprobara. Luego, cuando Sánchez cedió y se mostró dispuesto a incrementar de nuevo el SMI, Calviño aseguró públicamente que solo tendría efecto a partir de octubre. Pero finalmente se aprobó con efecto inmediato en septiembre.
La otra batalla que Calviño no pudo ganar fue la de las medidas para tratar de contener la factura de la luz, en donde era partidaria de negociar con las eléctricas. Podemos presionó para que se detrajeran unilateralmente los «beneficios caídos del cielo» de las energéticas. Y eso fue lo que Sánchez aprobó finalmente, aunque ahora pretende moderar su impacto si la Unión Europea aprueba un paquete de medidas que afecte a todos los países.
Sectores del PSOE recelan del protagonismo de Yolanda Díaz
La pérdida de autoridad y peso político de Calviño en las decisiones económicas que toma el Goberno discurre en paralelo a la consolidación del liderazgo de Yolanda Díaz, no solo en Unidas Podemos, sino también en el seno del propio Ejecutivo. Dirigentes socialistas que sintonizan con la ministra de Economía no acaban de entender el papel de número dos de facto que Sánchez dispensa a Díaz con imágenes como la de su paseo por los jardines de la Moncloa previo al anuncio de acuerdo en los Presupuestos.
Una escena que refuerza el protagonismo de la representante de Unidas Podemos por encima incluso del que Sánchez otorgaba Pablo Iglesias y que, a juicio de los críticos, puede acabar beneficiando a la plataforma de izquierda que impulsa Díaz. En el entorno de Sánchez la visión es otra. El jefe del Ejecutivo teme un desplome de Unidas Podemos —o de la plataforma que lo sustituya—, en las generales, que podría en peligro la mayoría de izquierdas. De ahí que promocione a Díaz, a la que considera una figura mucho menos radical que Iglesias y capaz de recuperar las expectativas de voto de Unidas Podemos sin que eso tenga que perjudicar las opciones del PSOE, que acabará beneficiándose también electoralmente de medidas como las ayudas a los jóvenes para alquiler y el cheque para consumo en cultura.
Aunque de puertas adentro es el gasto social lo que se considera rentable en términos electorales, Sánchez cree que Calviño, la figura del Ejecutivo más respetada en Bruselas, es una figura clave para mantener la credibilidad del Gobierno en Europa. Y, aunque medidas como el aumento de las partidas del gasto corriente en los Presupuestos contradicen las propuestas de la vicepresidenta no se plantea prescindir de ella.