«No necesito una vagina para sentirme mujer»

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LAS VIDAS DE MIRELA Y PABLO se juntaron cuando Óscar, recién graduado en moda, les propuso posar para su colección rompiendo estereotipos y dando visibilidad al colectivo trans. A través de la moda cuentan su historia

26 jul 2021 . Actualizado a las 09:00 h.

Mirela Roberta Medrado de Carvalho tiene 31 años. Pablo San José Toba, 21. Se conocieron haciendo de modelos por un día en una sesión de fotos para Óscar Hurtado, estudiante de moda. Con su colección quiere romper barreras y dar voz al colectivo transgénero. Las fotos, que se realizaron en A Coruña, donde viven los tres, son solo un instante de su vida. Hoy en YES os contamos su historia.

«Tengo cita este mes para hacer el preoperatorio de mastectomía. Ya había perdido la fe después de cinco años de espera. Incluso había ido a una clínica privada a pedir presupuesto. Pero, por fin, me llegó la cita de la Seguridad Social. Son muchas sensaciones juntas, es emoción, entusiasmo, pensar ‘llegó el momento’… Y también miedo, pensar y si queda mal… Tienes muchas cosas en la cabeza». Él es Pablo: «Llevo 20 años viviendo así». Inició el proceso de transición con 12 años. A los 15, la Justicia le concedió el cambio de género en el DNI. La ley trans para él llega ya en otro momento de su vida, pero tanto Mirela como él creen que todo suma para ir dando pasos: «Para la sociedad supuestamente se avanzó mucho, pero solo estando ahí y viviéndolo sabes que queda mucho por hacer», cuenta Mirela.

«Recuerdo que me dijeron que necesitaba un informe de un psicólogo para el cambio de nombre. Iba a baile y tuve que recoger firmas de todo el mundo conforme me conocía como Pablo, como chico. Ir al psicólogo me pareció algo fuera de lo normal: tener que responder a una pregunta sobre qué soy. Siempre lo tuve claro, tú no me vas a decir lo que yo soy». Pablo ya tenía casi aparcado en su memoria ese recuerdo. «El colegio fue chungo, mi mente va borrando etapas». «La maldad de la infancia es innata, igual es maldad hacia una persona trans que hacia la persona que lleva gafas. El bullying está ahí». En casa, el proceso de transición lo recuerda «ni bien ni mal», «en ese momento ni siquiera se sabía lo que era cuando decía que quería ser un chico». «Pensaba: ‘¿Pero qué pasa, por qué quiero ser un chico y por qué todo el mundo es ‘normal’?’. Mi madre no tenía ni idea, me preguntaba: ‘¿Por qué vas vestido de chico?’. Tuvimos mucha suerte porque encontramos una asociación y a mi madre, mi padre y a mí se nos abrió un mundo. Nos dimos cuenta de que no me pasaba nada, simplemente que era una realidad que no conocíamos».

ACABAR CON LAS ETIQUETAS

Pablo cree que la sociedad todavía está condicionada por los estereotipos: «Estamos rodeados de ellos. Siempre hay que buscarle un nombre, una etiqueta a la que pertenecer. Deja ya de buscarle un nombre a las cosas, vive y sé feliz». Pablo se define como radical y con las cosas muy claras. Tiene dos trabajos: en una empresa de suministro de metales y en el comedor del colegio en el que estudió. Todos conocen su historia. «Estoy más tranquilo si lo cuento». «No llego y digo: ‘Hola, soy Pablo y soy trans’. Pero si es un trabajo en el que voy a pasar tiempo, en el que compartes vestuario, cuando llevo a lo mejor un mes, siempre busco una anécdota o una broma para contarlo. Si no lo hago, siento que oculto algo y estoy incómodo». La reacción, cuenta Pablo, «siempre fue buena». «Veo más complicado el tema de salir de fiesta. No el tema de ligar, sino el momento en el que lo explico. O le digo “sorpresa” como me pasó una vez, que me quedé en blanco. Me tocó el paquete y no encontró nada. Me fui del local, me subí a un taxi y me fui a casa».

Pablo se para a pensar y se le viene toda su vida de repente a la cabeza: «Cada vez que hablo de esto pienso: ‘¡Qué pereza!’. Es pereza ir a la playa, en el baño, en los vestuarios... Todo es una pereza, que no se te note nada. Porque llevo 20 años viviendo así… Pero no llevas una rutina sana y tranquila. Cuando soy consciente de todo lo que conlleva, me abrumo».

LA FAMILIA

Mirela está con Pablo y asiente. «Me encantaría no tener que preocuparme en la playa. Me gustaría poder ponerme una braguita y no llevarme un susto. Yo no soy de las que está tumbada como una momia en la arena, me gusta moverme». Se operó el pecho y no se plantea más cirugías: «No me hace falta una vagina para sentirme mujer. He visto cómo otras personas pasaban por el proceso y no es fácil». Pablo, como Mirela, tampoco se plantea operarse los órganos sexuales: «No me encanta lo que tengo, pero es un proceso que tienes que aprender a asumir».

Mirela llegó con 19 de Brasil. «Entre los 17 y los 18 años ya tuve el cambio, pero cuando vine a España tuve que volver a cortarme el pelo, cambiarme la vestimenta y volver a empezar de cero otra vez. Mi madre no lo aceptaba». Se fue seis meses a Brasil: «Y volví como Mirela». Ahora la relación con su madre es muy buena: «Mi madre es mi mejor amiga. Yo con la lucha fui presentándole a mis amigos gais y trans y cuando conoció cómo muchos daban todo por sus madres y se paró a pensar lo aceptó. Que den amor a sus hijos es lo único que queremos».

A los 23 empezó la transición. «Fui buscándome, me veía bien, sin necesidad de cambiarme. Ya vestía así, sin bragas y sujetador, pero así. Y entonces fue una cuestión de tiempo, aprendí que tenía que hormonarme, cuándo y dónde. Y ahora que me puse los pechos ya me siento realizada. No quiero ningún cambio más». Trabajó como peluquera y vivió una temporada en Francia con su expareja. «Se nota el cambio en estos años. Pero aún falta». Entre sus referentes trans está la modelo brasileña Lea T. «La serie La Veneno también sirvió para abrir muchas puertas y romper muchos estereotipos».

«ME SENTÍ GENIAL»

Para el trabajo de su amigo Óscar hizo de modelo por unas horas: «Me sentí genial, me encanta posar». Para el diseñador fue una forma de conocer su historia. «Con Mirela me di cuenta de que tiene una cintura incluso más estrecha que las medidas estándar de modelaje. ¿Por qué no puede ser ella modelo y hacer campañas de publicidad?». Óscar, que tiene como su gran referente a los diseñadores clásicos, en especial a Alexander McQueen y su forma de entender la moda como algo que sirve para cambiar la sociedad, vio otra forma de vida: «Para preparar el shooting hablé con ella y pasé mucho tiempo conociendo todo por lo que pasó. Conocí la otra cara de la moneda. Mirela le ha plantado cara a lo que le ha pasado con una sonrisa. Dijo: ‘Voy a vivir de esta manera, voy a hacer esto y si lo que estoy haciendo no te gusta, me va a dar igual’». De eso ya pasaron casi diez años. Como Pablo, Mirela cree que es el momento de acabar con los estereotipos y las etiquetas: «Tenemos primero que ser fuertes, siempre van a ir a por nosotros». Empoderados y convertidos en modelos por un día, posando frente a una pantalla con imágenes que hacen referencia al futuro, los dos solo quieren seguir siendo felices. Y vivir tranquilos, y sin etiquetas.