El primer ministro británico pretende construir otro yate real
28 jun 2021 . Actualizado a las 08:38 h.La capacidad de Boris Johnson para tomar decisiones o lanzar propuestas polémicas en los momentos menos oportunos parece infinita. Así, tras gastarse en plena pandemia del covid-19 casi un millón de euros en pintar el avión que utiliza para sus viajes y 14 millones más en una sala de prensa y en otra de crisis en el 10 de Downing Street, las cuales están inspiradas en las de la Casa Blanca de Washington (Estados Unidos), ahora el primer ministro británico quiere invertir otros cientos de millones del dinero público en darle a la reina Isabel II un nuevo yate real.
La embarcación, cuyo coste rondaría las 200 millones de libras (233 millones de euros), comenzaría a construirse en el 2022, cuando la monarca celebrará los 70 años de su coronación. Sin embargo, la nave no será solo para el uso y disfrute de la soberana y sus familiares, sino que, sobre todo, servirá para probarle al mundo la pujanza del país tras el brexit y para promover internacionalmente la industria británica e incentivar el comercio exterior.
«Este nuevo buque insignia será el primero de su clase en el mundo y reflejará el creciente estatus del Reino Unido como una gran nación marítima y comercialmente independiente», afirmó el premier días pasados. Asimismo, aseguró que el yate será administrado por la Royal Navy (Armada Real) y tendrá una vida de 30 años.
De materializarse el anuncio de Johnson, este sería el primer yate real en casi cinco lustros. En 1997, el emblemático Britannia, con el cual Isabel II recorrió medio mundo y recibió a dignatarios como los presidentes estadounidenses Dwight Eisenhower, Gerald Ford y Ronald Reagan, fue retirado de servicio tras 44 años navegando, por decisión del entonces flamante primer ministro laborista Tony Blair.
Viajes en avión, no en barco
Blair consideraba un gasto innecesario una nave de esas características, porque el grueso de los viajes al extranjero de los miembros de la Casa Real se hacían, y hacen, en avión. El yate no fue desguazado, como su predecesor el Victoria y Alberto, sino que hoy es un museo en el puerto de la ciudad escocesa de Edimburgo.
El Britannia fue diseñado para transportar a la soberana y también para operar como un hospital en caso de guerra, algo que nunca hizo, pese a que, durante su vida, el país participó en conflictos, como las Malvinas (1982) y la operación Tormenta del Desierto (1990) en Irak.
Sin embargo, el Gobierno no ha informado de las características de la nueva embarcación y solamente ha difundido un boceto. El bosquejo fue criticado por expertos en la construcción naval. «Parece un pesquero de arrastre de la década de los 50 y no un yate real que pueda cruzar el Atlántico o el Pacífico», declaró a la prensa británica Stephen Payne, diseñador del crucero trasatlántico Queen Mary 2.
Ni en palacio gusta
La oposición laborista no ha perdido la oportunidad para criticar la idea, por considerarla inoportuna, pues el país continúa batallando contra el coronavirus y tratando de recuperar los cerca de dos millones de puestos de trabajo que se perdieron en la pandemia. «Queremos que el dinero público se utilice para una recuperación económica verde (respetuosa con el medio ambiente), para financiar al NHS (sanidad pública) y para que las familias progresen. Si este barco va a impulsar el comercio y crear empleos en todo el país, el Gobierno tiene que explicar cómo», reclamó la diputada Bridget Phillipson.
La idea tampoco habría agradado a la soberana británica. «No es algo que hayamos pedido», habría declarado un funcionario del palacio de Buckingham al diario Sunday Times, el cual aseguró que la reina no ve con buenos ojos que se bautice al futuro yate con el nombre o título de su marido: Felipe, duque de Edimburgo, quien falleció en abril pasado.