Este no ha sido «El año de la furia» para Sara Sálamo, que ha tenido tiempo para rodar esta película, escribir un libro y ser madre de nuevo. Portavoz del feminismo allá donde va, no puede evitar posicionarse. «A veces pienso: '¿me compensa?'. Quizás soy un poco inconsciente», confiesa
02 jun 2021 . Actualizado a las 12:13 h.Sara Sálamo (Tenerife, 1992) se embarca en un proyecto tras otro, en la carrera y en la vida. En un confinamiento de lo más productivo ha sumado un nuevo miembro a su familia con Isco Alarcón, y ha sacado tiempo para debutar en las librerías con El ocaso del mono que arañaba la pared. Este viernes estrenó por fin su última película, El año de la furia, que retrasó un mes su llegada a la taquilla. Joven, guapa, actriz y pareja de un futbolista del Real Madrid, basta una conversación con ella para darse cuenta de que no encaja en el cliché. Abanderada del feminismo, es una activista de los animales y nunca pierde la ocasión de tomar partido, aunque a veces le cueste muchas críticas y algún que otro contrato. «Por posicionarme tanto, hay campañas de publicidad o ciertas cosas que no llegan a término», reconoce esta tinerfeña con familia gallega que se conoce muy bien la costa de Redes.
-Estrenas «El año de la furia» esquivando el covid.
-Sí. El año de la furia nuestro probablemente fue el del 2020, que no sabíamos lo que estaba pasando. La verdad es que estoy con muchas ganas de reabrir un poco el tema de las salas y de que se reanude todo. Se retrasó el estreno por miedo a la cuarta ola, porque justo coincidía la primera fecha cuando se preveía, el 30 de abril, por eso se pasó al 28 de mayo. La verdad es que esperábamos que este año fuera mejor que el anterior, pero estamos ahí, ahí. Aunque tener trabajo, y encima de lo que te gusta, es una lotería. Estoy muy contenta.
-El personaje de la película que responde más al prototipo de héroe posiblemente sea el tuyo, Jenny.
-Sí, no lo había pensado así. Pero me parece interesante de lo que trata la película, que es que te mojes o no te mojes en política, te acaba arrastrando de una forma u otra. Tanto si eres activamente partidaria o te posicionas claramente sobre una ideología o no, igualmente te acaba arrastrando. Y Jenny es un personaje que a priori se moja lo justo, pero luego vemos que no, que en cierta forma está opinando sobre lo que quiere para sí y para su entorno.
-En cualquier caso es una mujer con las ideas muy claras y que está dispuesta a luchar por ellas. ¿Os parecéis?
-Sí, la verdad es que sí. Yo no llego al nivel de Jenny, me posiciono desde otro lugar, pero sí que ambas intentamos posicionarnos de una forma u otra.
-¿Y qué tal es tener de madre ficticia a Maribel Verdú?
-Es una suerte. Además a Maribel la conocí antes del rodaje, porque empezamos a trabajar en su casa. Y a parte de la figura de Maribel Verdú, que yo tenía muchas ganas de conocerla y de trabajar con ella, a título personal, desde el minuto uno conectamos mucho. Es una mujer muy divertida, le gusta mucho lo que hace y se lo pasa muy bien en el trabajo, entonces eso te hace pasártelo bien a ti también. Fue un placer.
-Las dos huis de Uruguay escapando de la dictadura española y luego os vais a Buenos Aires, donde os encontráis otro escenario complicado, ¿como si os persiguiera la desgracia?
-De hecho, el final de la peli las aboca a otra situación similar, es como que encadenan tres terribles etapas, como si fueran ellas las desencadenantes de etapas horribles para la sociedad. Son las gafes de la vida, ¡ja, ja! Huyen de España escapando del horror de una dictadura y justo llegan a Montevideo en el 72, cuando se empieza a vivir en la calle el miedo a opinar, a estar a favor de los tupamaros. Como dices tú, mucha suerte no tienen en ese sentido.
-En la película dicen: «El país se está convirtiendo en una cárcel de tres millones de habitantes». ¿Se ha convertido el mundo también en eso este último año?
-Pues mira, yo lo veo bastante diferente en el sentido de que sí que hemos estado como en una cárcel física, porque hemos tenido que estar en casa y debemos seguir estando lo máximo posible. Pero con las redes sociales, que es algo que antes no había, todos tenemos un altavoz con el que hablar. En cambio, en ese momento la diferencia era la represión de que si dices lo que piensas, la repercusión es muy fuerte. Hoy en día tenemos otro tipo de coacciones o limitaciones de libertad, pero al menos la mayoría podemos decir lo que pensamos sin acabar en la cárcel.
-En la cárcel no, pero condenado públicamente y expuesto en las redes, sin filtros ni control, sí.
-Yo entiendo que mucha gente no se moje, porque a veces pienso: «¿me compensa?». Porque claro, como las redes sociales están también tan polarizadas y no dejan de darnos la razón sobre nuestra ideología… Y no es un lugar de debate sano, porque tú expones una idea y recibes mucho odio. Luego también está el miedo a que te dejen de contratar, o a que ciertas marcas se quieran posicionar de tu parte… Por ese tipo de cosas entiendo que a mucha gente no le compense. Pero por otro lado, me da como un poco de rabia. Veo otros países, como América o Estados Unidos, en los que los artistas se posicionan claramente y dicen lo que piensan todo el tiempo. Me parece que te dediques a lo que te dediques, no tiene que ver con que te silencien. Puedes ser escritor, carpintero, actor o ingeniero, y tener una opinión sobre un tema. No te tiene por qué limitar tu profesión a lo que piensas, pero en este caso sí es así, y me da un poco de pena y de rabia.
Posicionarte, como todo en la vida, te trae cosas buenas y cosas malas; es un peaje que hay que pagar
-¿Hay que ser valiente para hacerlo?
-O inconsciente, ¡ja, ja! Quizás lo soy un poco. Hay que ser muy osado.
-Hace poco contaste una anécdota. ¿Qué te pasó votando en Madrid?
-Pues que una señora me preguntó dónde estaba la papeleta del partido al que quería votar, le dije que no lo sabía y me miró como superextraña, ¡como si no hubiera otras opciones! Fue muy llamativo, porque se paró para mirar la ropa que llevaba y eso. Fue muy cómico y muy exagerado, y claro, me tuve que reír.
-En las redes sueles hacer reivindicaciones feministas. Hablas de la carga mental, del acoso que has recibido en determinadas situaciones…
-Pero es que encima, aunque yo expongo cosas que me han pasado en primera persona, te las ponen en duda. O te dicen: «eso es mentira». Hay gente como que no ve la realidad, o no es consciente. O te piden que no te quejes porque en otros países están peor. Me sorprenden mucho muchas respuestas que realmente no sé si las escriben buscando que les vuelvas a contestar... Porque hay como un tipo de fetiche de que alguien con muchos seguidores te conteste. Es innegable que todavía es necesario el movimiento feminista, es cierto que hemos alcanzado muchas cosas, pero quedan muchas otras que alcanzar para tener una igualdad total. Y estamos en eso, simplemente es querer tener las mismas oportunidades y privilegios que los hombres. Y que no haya uno por encima del otro, es que es absurdo. El feminismo no busca pisotear a nadie, solo que tengamos las mismas opciones, que no tengamos tanto miedo en la calle, que no haya mujeres asesinadas a manos de sus parejas… Erradicar ese tipo de cosas.
-Y decir en alto muchas cosas que no se dicen por miedo.
-Claro. En una película que vi recientemente, The assistant, narra muy bien esto. El verte en el papel de vivir en el trabajo una situación de este tipo y debatirte entre decirlo o no, y en el caso de que decidas decirlo, cuál va a ser la repercusión. Te van a tratar de loca, de histérica, te van a amenazar con otra cosa… Y pensar algo así te limita. Normalmente, cuando las personas no denuncian, es por miedo a perder el trabajo, a que no te quieran volver a contratar… O incluso en una situación de malos tratos, que no haya una represalia mayor. Y cuando hay una condena, que cuando la cumpla no te vuelva a buscar. Siempre es por miedo, creo.
-¿Alguna vez has tenido que decir no, o te han dicho no en algún trabajo por decir lo que piensas?
-Yo soy consciente que muchas veces, por mi ideología, o por posicionarme tanto, hay campañas de publicidad o ciertas cosas que no llegan a término. Y al revés, por mi ideología precisamente me contratan marcas que tienen que ver con mi vinculación al mundo de los animales, por ejemplo. Posicionarte, como todo en la vida, te trae cosas buenas y cosas malas, es un peaje que hay que pagar. Pero a mí me resulta lo más sensato. He rechazado campañas de muchísimo dinero porque tenían artículos de piel, por ejemplo. Sería un poco hipócrita simplemente hacerlo por dinero.
He sido del Atlético de siempre, en casa no hay discusiones por el fútbol
-Y aún con todo lo que estamos hablando seguimos viendo titulares como «Sara Sálamo ya no lleva flequillo», por ejemplo. O te califican como «la pareja de Isco», culpándote de su rendimiento en el campo.
-¡Ja, ja! Sí, sí… Realmente muchas veces ni me he pronunciado sobre este tema porque cansa un poco, con lo que cuesta hacerse un hueco en esta profesión en la que hay un 80 % de paro en el sector del cine, de los actores… Con lo que cuesta simplemente que te tengan en cuenta para papeles, que te ninguneen tu carrera o te rebajen a ser algo de alguien, en este caso la pareja de Isco, es un poco triste, o titulares como dices del flequillo… Son cosas que al final los medios buscan un clic y establecen los titulares para eso, pero a veces hacen daño. La cuestión está en saber que está mal para corregirlo.
-Otro de los temas que has ayudado a visibilizar es el de la maternidad. Hablas de la lactancia e incluso de la depresión posparto.
-Yo lo hago porque me he encontrado muchas sorpresas, y es simplemente para que otras mujeres no se lleven esas sorpresas desagradables. No es todo de color de rosa, la maternidad es increíble, lo mejor que me ha pasado, pero tiene su parte dura y menos bonita. No todo es con filtros y maquillaje. Es cierto que ahora mismo nos estamos conociendo a nosotras mismas un poco más, o se le da más importancia a la mujer, vamos conociendo temas como el suelo pélvico. Hasta hace muy poco no teníamos ni idea de lo que era eso, ni de dónde estaba, ni nada de nada. Nuestras madres y nuestras abuelas no se hacían una valoración de suelo pélvico. Esto acarrea desde incontinencia fecal y urinaria, pasando por problemas con la sexualidad… muchas cosas. Pero como son problemas que solo nos repercuten a nosotras, y una mujer que esté todo el día quejándose está feísimo, pues eso derivó en que no se estudiaban estas afecciones o en que no les diésemos importancia. Por suerte, la cosa está cambiando, y tenemos que darle visibilidad a los problemas que sufrimos nosotras también.
-Eres madre joven, una excepción.
-Bueno... no tan, tan joven. Soy madre joven dentro de lo establecido, pero mi madre me tuvo con 21 años y la relación que tenemos ya la quisiera yo para mí y para mis hijos cuando sean mayores. A ver si no habiendo un salto generacional muy grande, podemos entendernos mejor y tenemos un código más afín.
-En una publicación por el día de la madre homenajeabas a tu abuela también. ¿Estás muy unida a ella?
-Sí, de hecho a mi abuela la llamo ma en vez de abu o tata, o lo que sea que se les llama a las abuelas, porque para mí es una segunda madre. A mi madre la llamo mamá y a mi abuela ma. Es muy importante para mí.
-Muchos primeros libros de autores ajenos a la literatura son autobiográficos o de autoayuda, pero tú te lanzaste a la novela a la primera con «El ocaso del mono que arañaba la pared».
-Bueno, hay bastante de mí en la novela. Hay muchas reflexiones personales. Mi padre también es escritor, y cuando leo cosas suyas lo veo a él todo el rato. Él se reía, y ahora al leer esto mío, me dice: «¿Tú no me decías que solo me veías a mí? Pues ahora yo te veo a ti todo el rato». El autor siempre deja muchas cosas de sí mismo en las páginas, pero igualmente es una novela de ficción donde ocurren millones de cosas que no tienen que ver conmigo. Fue una petición de la editorial, me animé a hacerlo y espero pronto poder contar más novedades, porque hay un proyecto muy interesante que viene derivado de la novela.
-El confinamiento te ha dado para trabajar, para escribir…
-Sí, para mucho. Rodé la serie de Relatos confinados, publicamos la novela, fui madre otra vez… ¡ja, ja, ja! La verdad es que me ha dado tiempo a bastante. Ahora estoy con el estreno de El año de la furia y pendiente del rodaje de una peli que empezaré pronto también, así que todo muy completito. Justo ahora me voy a rodar un corto que me hace especial ilusión porque va sobre los cuidadores, que para mí son los grandes olvidados. Es un reto, me apetece mucho contar esta historia. Los cuidadores son muy importantes, los remunerados y los no remunerados.
-Sigues siendo del Atlético de Madrid, ¿hay peleas en casa con el fútbol?
-Yo lo he dicho siempre, no es nuevo. He sido del Atlético de siempre, y si me vuelven a preguntar, pues lo cuento. Nadie estará ya sorprendido. Pero no, no hay pelea cuando hay fútbol, ja, ja.
-Sorprende tu nombre, Sara Ainhoa. ¿De dónde viene Ainhoa?
-Mi madre quería Sara, mi padre Ainhoa, no se pusieron de acuerdo y me encasquetaron los dos. No hay más, ¡ja, ja!
-¿Te veremos por Galicia?
-Yo veraneaba en Redes, y le tengo mucho cariño a tu tierra. Tengo familia allí, veraneábamos también por Ares, por toda esa zona, y tengo recuerdos bonitos de esos veranos. Tengo ganas de ir a comer unos pimientos de Padrón, ¡que me encantan! Ahora que soy vegetariana ya no tomo pulpo ni nada de eso...