¿Hacia dónde va Ciudadanos? De cogobernar en Madrid a bordear la desaparición

Manuel Varela Fariña
Manuel Varela MADRID / LA VOZ

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Begoña Villacís, Edmundo Bal e Inés Arrimadas, durante un mitin de campaña en Chueca
Begoña Villacís, Edmundo Bal e Inés Arrimadas, durante un mitin de campaña en Chueca Benito Ordóñez

El partido podría quedar sin representación en las elecciones, con una campaña en la que no participa ninguno de sus consejeros con Ayuso y donde el hijo de Bal anunció que no lo votará

29 abr 2021 . Actualizado a las 09:38 h.

Subiendo hacia la plaza de Chueca, una mujer con la mascarilla de Ciudadanos le reconoce a otra con ajedrezado madrileño que «esto ya no le apetece mucho». Quizá sea porque los mítines han perdido fuelle electoral hace años o porque, pese a ligeros vaivenes coqueteando con el 5 % de los votos en las encuestas, el partido esté a un paso de salir de la Asamblea el próximo martes tras haberlo hecho ya del Gobierno de Madrid. Vetusta Morla, Sergent García, La Fuga y Dorian silencian desde los altavoces las risas de varios grupos de turistas sentados en las terrazas. En el medio de la plaza se agolpan unas decenas de simpatizantes de Ciudadanos, casi todos anunciándolo con sus mascarillas y, otros, reconocibles a pesar de ellas, como el diputado Miguel Gutiérrez o la coordinadora del partido en Galicia, Beatriz Pino.

Suena el tema de Vitamina C, la boyband que Ciudadanos creó para la decepcionante campaña catalana y en la que Edmundo Bal es batería. La vicealcaldesa Begoña Villacís otorga a Isabel Díaz Ayuso «sus votos» y ofrece a los naranjas para completar la absoluta en vez de Vox: «A ver de quién depende la libertad». Mientras, el candidato mira al suelo para ilustrar las desdichas del partido y las suyas propias.

El hijo de Bal no lo votará

Bal se presentó como el cesado en marzo del 2019, reivindicando su relevo como abogado del Estado por negarse a reducir la acusación a sedición en el juicio del procés. Lo hizo como el tercero de los fichajes estrella que, en solo una semana, el entonces efervescente Albert Rivera mostró a sus simpatizantes entre rojigualdas y banderas europeas. El primero fue Marcos de Quinto, el multimillonario de los refrescos que, tras meses enlatado en polémicas, impartió hace un par de semanas una charla sobre gestión a diputados del PP en el Congreso. Después, Rivera incorporó a Sara Giménez, abogada, activista por los derechos de los gitanos y acompañante de Bal este miércoles en la madrileña plaza de Chueca.

«Soy de centro, ¡sin bandos!», proclamó con ímpetu la diputada, quien destacó que «forma parte de un grupo de valientes en un momento de polarización». En una campaña subida a la hipérbole y disfrazada de generales, Ciudadanos se revuelve para recordar al electorado que son la opción moderada. Como la militante que subía renqueante hacia Chueca, Bal sabe que en el mitin no conseguirá votos, pero quizá sí en los debates. La vehemencia en reclamar al resto de candidatos que no abandonasen el encuentro radiofónico del pasado viernes evidenció esa frustración.

Bal convive, además, con la paradoja de buscar gobernar con quien se lo negó hace unas semanas. En la campaña tienden la mano a Isabel Díaz Ayuso, pero a la vez le reprochan que se haya agenciado todos los éxitos del breve bipartito. La candidata popular va camino de doblar su representación en el parlamento mientras Ciudadanos se pierde por debajo del umbral mínimo del 5 % de los votos para entrar en él. Hace solo dos años que multiplicaron por cuatro ese porcentaje. Ahora, más de la mitad de los votos se esfuman hacia el PP, según el CIS.

Y otra paradoja más en la cabeza de Bal: su hijo afirmó este miércoles en una entrevista que es abstencionista y que no votará a su padre. Sí lo hará una familia que destacaba en medio de la plaza madrileña por ser los únicos sin aparente vinculación con el partido. «Se habla mucho del voto útil, pero para mi lo son ellos. Son la opción moderada, los otros representan a las dos Españas. Yo no quiero eso», sostiene el padre.

Sin consejeros

La tormenta murciana llevó a Ayuso a disolver la Asamblea y destituir a los seis consejeros de Cs. Ninguno figura en las listas y, en consecuencia, ninguno apareció por Chueca. Los había independientes, como Manuel Giménez, el responsable de Economía al que Edmundo Bal e Inés Arrimadas señalan como responsable del «milagro económico» madrileño durante la pandemia. También fichajes del PP, como el fugaz expresidente Ángel Garrido, reliquia de un breve instante en el que Ciudadanos se vio engullendo a los populares. Quien mejor ilustra el proceso inverso que se vive ahora —al margen del lapsus con Toni Cantó— es Marta Rivera de la Cruz, en la órbita del Partido Popular.

La exconsejera gallega rechazó hacer declaraciones a La Voz durante la campaña, en la que tampoco ha hablado públicamente. Hace un par de semanas, sin embargo, apareció junto a Isabel Díaz Ayuso en la inauguración de una exposición del pintor y escultor Antonio López. Rivera fue la principal promotora de la muestra, pero dejó de ser consejera en marzo. La candidata popular dijo varias veces que desea contar con ella en caso de continuar en el gobierno, dejando a Marta Rivera como miembro de Ciudadanos más próximo a entrar en el Gobierno de Madrid.