Disputa entre dos por la cancillería alemana

Pablo L. Barbero BERLÍN / E. LA VOZ

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La próxima retirada de Angela Merkel de la política tras 15 años en el poder ha convulsionado el panorama político alemán, que se debate entre la ecologista Annalena Baerbock y el conservador Armin Laschet

25 abr 2021 . Actualizado a las 09:24 h.

Los partidos se apresuran a tomar posiciones de cara a las elecciones del 26 de septiembre. Hasta entonces se prevé un agitado panorama. Esta semana se han conocido los candidatos de dos formaciones llamadas a tener un rol crucial en el próximo Gobierno: los conservadores de la CDU/CSU y los Verdes. Los primeros lideran la intención de voto, pero no tienen garantizado gobernar. Los segundos se encuentran ante las mejores perspectivas de su historia y todo apunta a que entrarán en la próxima coalición.

Pilar Canicoba

La primera ecologista que apunta a lo más alto

Annalena Baerbock tiene opciones de alcanzar el poder por su tono moderado y pragmático

Pablo L. Barbero

La recién anunciada candidata a canciller de los Verdes, Annalena Baerbock, se considera un hito por varias causas. En primer lugar, es la primera vez que los Verdes designan a una mujer como candidata a la Cancillería y abandonan su tradicional fórmula bicéfala en la que dos líderes se repartían el protagonismo. Pero sobre todo es un hito porque por primera vez en los cuarenta años de historia de la formación, el partido ecologista cuenta con opciones reales de alcanzar el poder de Alemania.

La encargada de intentarlo será una mujer de 40 años con una gran preparación. Baerbock, jurista especializada en derecho internacional y antigua atleta, destaca por su tono moderado y pragmático, pero tiene una carencia: nunca ha ejercido un cargo gubernamental, ni siquiera a escala regional.

Le falta, por tanto, la experiencia de la gestión pública. Eso no quita para que haya protagonizado un ascenso meteórico en los últimos meses. Baerbock ha protagonizado numerosas apariciones públicas para criticar al gobierno de Angela Merkel por su gestión sanitaria. Armada con una batería inagotable de datos y argumentos, se ha abierto un hueco gracias a su oratoria clara y a una extraordinaria capacidad de dar respuestas rápidas y sólidas a temas complejos.

Hasta la semana pasada, era solo una mitad de la estructura bicéfala de los Verdes, junto a su compañero Robert Habeck. En una reunión, ambos líderes acordaron que la candidatura recaería en Baerbock. El evento fue una sucesión de halagos y buenos deseos. El pulso por la candidatura fue pura armonía y moderación en comparación con el de los conservadores, que casi se desgarraron en una lucha interna.

De la mano de Baerbock, los Verdes acuden cohesionados ante el electorado y con grandes posibilidades de entrar en el próximo gobierno federal. Si lo harán en coalición con los conservadores o bien en una alianza a tres con socialdemócratas y liberales es todavía una incógnita. Muchas cosas pueden pasar de aquí a final de verano. Según las últimas encuestas, la intención de voto de los ecologistas se encuentra en torno al 22 %, solo cinco puntos por debajo de los conservadores.

Nuevo comienzo

Para ella, Alemania necesita «un nuevo comienzo». Apuesta por renovar la política nacional y hacer de la economía verde el nuevo pilar económico de la mayor potencia de Europa. Ella representa el renacer de los Verdes, superando las habituales trifulcas internas entre las corrientes fundamentalista y pragmática. El partido quedó relegado a la irrelevancia tras acusar el desgaste de dos legislaturas como socio menor del canciller socialdemócrata Gerhard Schröder (1998-2005). Desde entonces la formación ha remontado el vuelo y se encuentra antes las mejores perspectivas de su historia.

Nacida en Hannover (capital del land de Baja Sajonia), Baerbock creció en un hogar de clase media con un profundo sentido ecologista. De pequeña solía acompañar a sus padres en las marchas del movimiento antinuclear. Iba para gimnasta de alto rendimiento, especializada en potro y trampolín, pero se quedó a medio camino.

Estudió derecho internacional entre Alemania y Florida (Estados Unidos) y luego completó su formación en la School of Economics de Londres. A los 28 años se convirtió en líder de los Verdes en el land de Brandeburgo. Nueve años después ingresó en el Bundestag, a lo que siguió, en el 2018, su elección como copresidenta del partido.

Aunque su candidatura no es aún formal -debe ser todavía ratificada por las bases de su partido en un congreso en junio-, con su trayectoria y las proyecciones que sitúan a los Verdes en el próximo Gobierno se puede decir que Baerbock ya hace historia. El 26 de septiembre se verá hacia qué lado se inclina su suerte.

Pilar Canicoba

Un conservador con corazón minero

Armin Laschet sucede a Merkel en la línea de un conservadurismo moderado y fiel a la UE

Pablo L. Barbero

El nuevo rostro de los conservadores alemanes representa, por un lado, la Alemania más abierta. Nacido en la ciudad de Aquisgrán, cerca de la frontera con los Países Bajos y Bélgica, Armin Laschet fue europarlamentario, habla perfectamente francés y se considera un europeísta convencido. Pero, al mismo tiempo, es un símbolo de la política más regional. Laschet suele presentarse como un tipo familiar muy arraigado a su tierra, Renania del Norte-Westfalia. Padre de tres hijos, se considera un hombre sencillo y amante de las tradiciones, como los famosos carnavales de Colonia, donde disfruta como un vecino más.

De cualquier modo, el político conservador que sucede a Merkel como aspirante a la Cancillería es un experimentado en la arena política. Nació en 1961 en el seno de una familia de fuertes raíces católicas y de valores conservadores. Su padre fue minero antes de convertirse en maestro de escuela y su madre destacaba por su activismo en la iglesia local.

Laschet fue un estudiante más bien mediocre, pero terminó la carrera de Derecho y trabajó como periodista antes de establecerse como abogado y lanzarse a la política. Primero fue concejal de Aquisgrán (1989-2004), más tarde miembro del Bundestag (1994-98), del Parlamento Europeo (1999-2005) y finalmente del parlamento estatal del land de Renania del Norte-Westfalia (desde 2010).

En el 2017 se convirtió en presidente regional de este land, el más poblado de Alemania y antiguo feudo socialdemócrata. Dos años más tarde se convertiría en jefe de la Unión Cristianodemócrata (CDU), después de que Annegrett Kramp-Karrenbauer, delfín de Angela Merkel, fracasara en su objetivo de relanzar el partido.

Su carrera la ha logrado sin grandes apoyos externos y a base de esfuerzo y dedicación. Merkel le dio su bendición en el 2015, cuando apoyó sin reservas a la canciller en su decisión de acoger a cientos de miles de migrantes de Siria y Afganistán durante la crisis de refugiados del 2015.

Comparte con ella una extraordinaria capacidad de trabajo: no se levanta de la mesa de negociación hasta llegar a un acuerdo. Pero también ha protagonizado desencuentros con su predecesora.

Laschet optó por una interpretación más laxa de las restricciones que Merkel en la primera ola, aunque luego tuvo que rectificar e impuso el primer confinamiento estricto del país. Estos vaivenes deterioraron en parte su imagen de gestor.

Como líder de la CDU ha promovido cambios de calado, como el establecimiento de un código ético más severo entre los miembros del partido a raíz de los últimos escándalos de corrupción que llevaron a la expulsión de tres parlamentarios por negocios fraudulentos con mascarillas. «Nos hemos vuelto demasiado cómodos», dijo recientemente.

De conseguir la Cancillería, Laschet quiere poner el acento en la protección del clima y promover un ministerio digital, al tiempo que aboga por simplificar la compleja burocracia alemana.

En contraposición con Markus Söder, el derechista bávaro con quien protagonizó un agónico pulso por la candidatura, Laschet representa un conservadurismo moderado, de tono conciliador y en línea con el legado de Merkel. «Solo ganaremos si nos mantenemos fuertes en el centro», repite. Promete garantizar las grandes líneas de la política exterior alemana: fidelidad a la UE, al eje franco-alemán y priorizar los lazos con EE.UU.

Tras resolver el entuerto de su candidatura, solo tiene puesta la vista en las elecciones del 26 de septiembre. La CDU cuenta con una intención de voto en torno al 27 %, lo que no le garantiza la gobernabilidad. Hasta entonces Laschet tiene como reto quitarse de encima la fama de político poco carismático y convencer a la opinión pública de que es un hombre de Estado más allá de su amada tierra renana.