Arrancó como concejala en Ferrol hace ya veinte años, logró recomponer una izquierda alternativa al PSOE en Galicia, llegó al Parlamento y al Congreso, y de ahí, gracias a su amigo Pablo Iglesias, al Gobierno. Será la segunda vicepresidenta gallega de Pedro Sánchez
15 mar 2021 . Actualizado a las 14:09 h.Si Pablo Iglesias tenía que mirar a algún lado para encontrar relevo en su Vicepresidencia Segunda, lo normal era que mirara al centro, a quien lleva un año destacando, por su temple, en la parte morada del Ejecutivo (aunque formalmente no es de Podemos), la mejor valorada en cada encuesta, y en quien tiene máxima confianza. Esa persona es Yolanda Díaz Pérez, que si nada se tuerce se convertirá en nueva vicepresidenta del Gobierno de Pedro Sánchez, la segunda gallega en ese selecto escalafón, junto a la coruñesa Nadia Calviño. Para entender el movimiento hay que remontarse 9 años atrás. En otoño del 2012 un joven profesor asociado de la Complutense acudió a Galicia a la llamada de una antigua compañera de las Juventudes Comunistas para que le ayudara en la primera campaña electoral en España a la que acudía con un experimento, una formación transversal de izquierdas entre federalistas e independentistas: se llamó Alternativa Galega de Esquerdas, AGE. Aquel treintañero estuvo dos meses viviendo en un piso junto a la plaza de España de A Coruña, asesorando al partido y advirtiendo que lo que sucedía en aquella campaña -que volvería a ganar Feijoo- podía trasladarse al resto de España. Faltaban dos años para el nacimiento de Podemos, y ahí vio su germen. Él era Pablo Iglesias y ella, Yolanda Díaz. No han separado sus trayectorias políticas desde entonces.
Ese episodio es clave para advertir lo que ha pasado después en la política española y por qué esta abogada ferrolana ocupa desde hace 14 meses el Ministerio de Trabajo, convertida desde hace ya tiempo en la mano derecha de Iglesias, ahora en el gran referente de la izquierda alternativa.
Llegó en enero del 2020 a un desinflado ministerio que había perdido competencias, pero que finalmente se ha convertido en el gran trampolín de Díaz, gracias a una acertada gestión de los ERTE durante la pandemia, y a que ha sabido manejarse con acierto en el Consejo de Ministros entre el PSOE y Podemos. Nada de ruido, ninguna salida de tono, sin astracanadas, y ganándose el respeto de sindicatos (viniendo de una familia vinculada a CC.OO. podría parecer fácil) y empresarios (mucho más complicado siendo una militante del Partido Comunista, que ya no de Izquierda Unida, de donde se fue discretamente en el otoño del 2019).
El departamento de Trabajo parecía ya entonces la culminación de una actividad política iniciada muy joven, desde la cuna (Fene, 1971), por nacer en un barrio muy obrero, el de Perlío, junto a los astilleros, en una familia militante, de afiliados al PC y a Comisiones (aunque otra parte de la familia está vinculada al Bloque, partido cuya relación con Yolanda Díaz es nula). Pero la Vicepresidencia es un paso más, y no es descartable que sea incluso la candidata de Podemos a la Presidencia del Gobierno, cuando sean esas elecciones (como muy tarde, en el 2023).
Fue en las calles de Santiago donde Yolanda Díaz desarrolló su militancia (izquierdista y feminista); en esa ciudad estaba su madre, limpiadora en un hospital, Carmela, fallecida hace unos años (le ha puesto ese nombre a su hija en recuerdo a ella). Estuvo junto a su madre mientras cursaba Derecho y trabajaba para pagarse los estudios. Al acabar la carrera, optó por convertirse en autónoma, con despacho propio en Ferrol; lo fácil habría sido aceptar el ofrecimiento que le hicieron en CC.OO. para ser una liberada junto a su padre, Suso Díaz, metalúrgico e histórico secretario xeral del sindicato, quien hace unas semanas ponía en valor en La Voz el trabajo de su hija en Madrid: «No ministerio ten un equipazo de primeira división. Iso é o que a axuda a facer o que está facendo».
Antes de llegar ahí se puso la toga a inicios del siglo XXI. Licenciada en Derecho, desde abajo logró rehabilitar Esquerda Unida devolviendo las siglas a la corporación de Ferrol, y convenciendo a la vieja guardia de la formación (entre ellos, el recientemente fallecido Fernando Miramontes, uno de sus referentes) de que ella tenía que ser la candidata. Se forjó cuatro años en la oposición en el Concello, hasta que en el 2007 alcanza su primer hito: teniente de alcalde con el socialista Vicente Irisarri en un gobierno de coalición del que ambos acabaron fatal.
El siguiente paso fue dejar Ferrol y montar AGE con Xosé Manuel Beiras de padrino y Pablo Iglesias de becario, consiguiendo su acta en el Parlamento de Galicia. Tras varios desencuentros, dio el salto a Madrid, primero como diputada y luego como ministra. Desde ahí, 14 meses volcada en los ERTE y en la gestión de las quiebras de empresas, con firmeza, destacando por su tono calmado, y asumiendo un rol institucional que no han tomado otros compañeros. Lo admiten en privado adversarios políticos. Un ejemplo: su presencia en el arranque del Año Santo, en Santiago, como representante del Gobierno.
Su crecimiento político ha sido a costa del «sacrificio personal» -es algo que repite constantemente-, de no poder ver apenas a su hija y a su marido Andrés. Ellos han asumido el esfuerzo de mudarse desde Ferrolterra hasta Madrid para seguir la, por ahora, imparable trayectoria de Yolanda Díaz.