Un estudio internacional revela que el bullicio de las actividades humanas altera la rutina, la fisiología, la reproducción e incluso causa la muerte de los animales marinos.
05 feb 2021 . Actualizado a las 09:18 h.Por más que las profundidades del océano sean concebidas como un ecosistema oscuro distante y remoto, resulta que no. De eso se dio cuenta Carlos Duarte, investigador de la Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdalá, en una ocasión en la que estaba escuchando las grabaciones recogidas por unos hidrófonos colocados en una zona abisal de la costa este de Estados Unidos y comprobó, no sin sorpresa, que se escuchaba claramente el sonido de la lluvia en la superficie. Y no precisamente de fondo, sino como el sonido dominante en el entorno del océano profundo. «Entonces me di cuenta de cuán conectada está acústicamente la superficie del océano, donde se genera la mayor parte del ruido humano, con las profundidades marinas», explica Duarte.
No es extraño entonces que, años después, ese científico de origen portugués vinculado a Galicia, haya liderado un estudio internacional que trata de determinar las consecuencias del ruido que las actividades humanas provocan en el ecosistema marino. El trabajo, que ha contado con participación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y en el que se ha revisado la literatura científica al respecto, concluye que «el ruido causado por el hombre en el océano altera el comportamiento, la fisiología, la reproducción y, en casos extremos, incluso causa la muerte de los animales».
Los investigadores, cuyo estudio ha sido publicado por la revista Science, plantean que el bullicio proveniente de fuentes antropológicas sea considerado a escala mundial un factor de estrés, al tiempo que proponen que se desarrollen políticas de gestión para mitigar sus efectos.
«Los animales marinos son sensibles al sonido, que utilizan como una señal sensorial prominente que guía todos los aspectos de su comportamiento y ecología. Debido a que el sonido viaja lejos y rápidamente bajo el agua, el paisaje sonoro cobra especial relevancia», señala Víctor Eguíluz, investigador del CSIC en el Instituto de Física Interdisciplinar y Sistemas Complejos (IFISC-CSIC-UIB), centro del CSIC y la Universidad de las Islas Baleares.
El problema del ruido en los océanos se ha agravado a partir de la Revolución Industrial. El tráfico marítimo, la explotación de recursos y el desarrollo de infraestructuras que invaden el entorno marino han aumentado los ruidos generados por las actividades humanas (antropofonía), mientras que los sonidos de origen biológico (la biofonía) han ido silenciándose por la caza, la pesca y la degradación de los ecosistemas, según apuntan los investigadores. Eso tiene efectos en las especies. El cambio climático y otras presiones humanas «han provocado el deterioro de hábitats, como los arrecifes de coral, las praderas marinas y los lechos de algas marinas, y han silenciado sonidos característicos». Esa ausencia de ruido natural tiene consecuencias importantes, dado que sirven de guía a las larvas de peces y a otros animales para encontrar sus hábitats.
Más de 10.000 artículos
El estudio, que está liderado por la Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdalá de Arabia Saudí -y en el que se han involucrado científicos de España, Arabia Saudí, Dinamarca, Estados Unidos, Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, Países Bajos, Alemania, Noruega y Canadá- es fruto de la evaluación de más de 10.000 artículos científicos en los que se evidencia el impacto del ruido generado por el ser humano en la vida marina en todo el mundo. «Este esfuerzo sin precedentes ha demostrado la abrumadora evidencia de la prevalencia de los impactos del ruido provocado por el hombre en los animales marinos, hasta el punto de que no se puede ignorar la urgencia de tomar medidas», apunta Michelle Havlik, investigadora de la Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdalá.
Porque otra conclusión que se ha obtenido en el estudio es, precisamente, que problema de la contaminación acústica «se puede revertir de manera rápida». La prueba más reciente está en lo ocurrido en los océanos durante el confinamiento de la sociedad provocado por la pandemia de covid-19, semanas en las que los ruidos predominantes volvieron a ser los generados por los animales marinos.
Por eso, el estudio propone «impulsar acciones de gestión para reducir los niveles de ruido en el océano, como fomentar el uso de nuevas tecnologías -disminuir el ruido de motores o de hélices, mejorar los materiales del casco de los barcos, el uso de motores eléctricos- o el impulso de medidas reglamentarias para reducir el ruido de los barcos comerciales bajo el agua, algo que desde 2014 promueve la Organización Marítima Internacional (OMI) a través de una serie de directrices voluntarias.