Los republicanos se adentran en un camino peligroso con su apoyo a Trump

Ronald Brownstein THE ATLANTIC

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MABEL RODRÍGUEZ

Con sus maniobras están erosionando la democracia en Estados Unidos

20 dic 2020 . Actualizado a las 09:41 h.

La tolerancia de los republicanos, si no el apoyo activo, al intento del presidente Donald Trump de revertir las elecciones del 2020 hace pertinente una pregunta: ¿el Partido Republicano se puede calificar todavía como un partido democrático, o se está transformando en algo muy diferente?

Con el rechazo del Tribunal Supremo al último esfuerzo legal para invalidar los resultados de los estados claves, parece que hay pocas posibilidades de que Trump logre dar la vuelta a la victoria de Joe Biden. El fracaso de Trump en ese frente ha oscurecido su éxito al lograr que una franja creciente de su partido se uniera a su causa, una dinámica que ya está impulsando nuevos esfuerzos republicanos para dificultar el voto y suscitando preocupaciones sobre el compromiso del partido con los principios básicos de las reglas democráticas occidentales, incluida la transferencia pacífica del poder.

«Es difícil saber dónde están sus corazones, pero su comportamiento no es el de un partido democrático», afirma Susan Stokes, directora del Chicago Center on Democracy en la Universidad de Chicago. Stokes, como otros expertos, asegura que el Partido Republicano está cambiando gradualmente en dirección al tipo de «erosión democrática» visible en otros países, incluyendo a Turquía, bajo el Gobierno de Recep Erdogan, a Hungría, bajo el de Víktor Orbán, o, en el ejemplo más extremo, a Rusia, con Vladimir Putin. En esas naciones, un partido que llega al poder a través de elecciones democráticas busca luego utilizar el Estado para perpetuarse.

«Con uno de nuestros partidos políticos tratando de revertir los resultados de unas elecciones libres y justas, estamos mucho más en ese camino ahora que antes de las elecciones», señala Stokes. Los republicanos «han estado transitando por esa senda durante el mandato de Trump, pero este es su regalo de despedida, que es más extremo que lo que ha sucedido antes».

Los republicanos han utilizado su poder y su red de funcionarios para poner obstáculos como impedir, en su momento, que el expresidente Barack Obama tuviese la oportunidad de designar una plaza vital en el Tribunal Supremo de EE.UU. También han mirado hacia otro lado o han incitado a Trump a acciones que destruyen las normas democráticas, incluido el intento de convertir el Servicio Postal del Gobierno en un arma, inclinar los resultados del censo y presionar al Departamento de Justicia para investigar a sus oponentes.

Las encuestas han detectado que la mayoría de los votantes republicanos creen, sin evidencia, que les han robado las elecciones. Un estudio académico, basado en una encuesta nacional realizada a principios de este año, encontró que una proporción asombrosamente grande miembros de este partido respaldaron proposiciones antidemocráticas como: «El estilo de vida estadounidense tradicional está desapareciendo tan rápido que es posible que tengamos que usar la fuerza para salvarlo». El comportamiento del Partido Republicano durante el período posterior a las elecciones sugiere que estos no son sentimientos abstractos: los secretarios de Estado en Georgia y Arizona, que han rechazado las acusaciones de fraude de Trump, se han enfrentado amenazas de muerte y una multitud de manifestantes armados se reunieron el pasado 5 de diciembre frente a la casa de la secretaria de estado de Míchigan, quien también apoyó los resultados de su estado.

Geoffrey Kabaservice, el director de estudios políticos del Niskanen Center, cree que la condescendencia de los republicanos hacia las dudosas estrategias de Trump constituye un momento decisivo en la historia de los republicanos. «Una vez que el Partido Republicano se metió en esta idea de que la supresión de votantes era el camino a seguir, una vez que dejó de creer que era el partido mayoritario —que todo el proyecto estadounidense estaba en juego, y que los demócratas arruinarían el país si se mantenían en el poder—, entonces todo está permitido, incluidos los medios antidemocráticos», indicó Kabaservice. Algunos funcionarios republicanos locales clave se han resistido notablemente a la presión de Trump, pero, como señala Kabaservice, ellos también son de alguna manera responsables del proceso de impugnar las elecciones que intenta el ya expresidente.

Más revelador puede ser el creciente número de republicanos electos que han respaldado los intentos de Trump de descalificar un gran número de actas, y que los legisladores estatales republicanos anulen la votación y envíen partidarios del expresidente al colegio electoral. A Wendy Weiser, directora del Programa Democracia del Centro Brennan para la Justicia, le preocupa que la serie de derrotas legales de Trump haya producido complacencia pública sobre la magnitud de ese movimiento en las últimas semanas. Otra medida de apoyo republicano es la inusual demanda presentada la semana pasado por el Fiscal General de Texas, Ken Paxton, solicitando al Tribunal Supremo no aceptar los resultados en cuatro estados clave en los que ganó Biden: Georgia, Míchigan, Pensilvania y Wisconsin. Los funcionarios de los cuatro estados ya la han desestimado, pero siguen abiertas en otros 17 estados de mayoría republicana.

Un partido preocupado en no provocar a la derecha

El representante por Rhode Island, David Cicilline, quien preside el Comité de Comunicaciones y Política Democrática, considera que el apoyo de los republicanos del Congreso a los esfuerzos de Trump es «horrible» y peligroso. «Es difícil creer que las personas [que] hacen un juramento para apoyar y defender la Constitución se esfuercen para apoyar a un presidente que está socavando nuestra Constitución, nuestra democracia y el Estado de derecho y se nieguen a aceptar la decisión de los votantes», señaló. Pero Cicilline agregó que los demócratas están equilibrando esa convicción con el deseo de centrarse en la transición de la Administración Biden y la renuencia a dar más oxígeno a las afirmaciones de Trump.

Sin embargo, una consecuencia de esa elección es que los republicanos parecen no sentir ningún peligro político por apoyar a Trump. Como suele ocurrir, en el Partido Republicano parecen más preocupados por evitar una reacción violenta de la derecha si no apoyan a Trump que por el rechazo desde el centro o la izquierda si lo hacen.

Una medida de la presión de la derecha son las nuevas llamadas estatales y federales de los republicanos a crear leyes que dificulten la votación, con requisitos estrictos de identificación de votantes que los estados conservadores han aprobado durante la última década, y que los grupos humanitarios argumentan que privan de sus derechos de forma desproporcionada a las minorías y a los votantes de bajos ingresos.

Legisladores estatales republicanos en Texas ya han presentado una variedad de nuevas propuestas que podrían dificultar la votación, después de que los demócratas aumentaran notablemente su voto total en el estado. Más dramático aún es el hecho de que la mayoría republicana en el Senado de Georgia anunciara que el próximo año intentará prohibir las urnas electorales; derogar la ley estatal que permite a cualquier votante solicitar una papeleta por correo por cualquier motivo; y requerir identificación de votante para todos los votos emitidos por correo.

© 2020 The Atlantic. Distribuido por Tribune Content Agency. Traducción: Lorena Maya.