Con su apoyo, España ha conseguido por primera vez que le paguen por financiar la deuda
11 dic 2020 . Actualizado a las 09:02 h.El Banco Central Europeo (BCE) no quiere repetir los errores del pasado. Todavía escuece el recuerdo de la última crisis, por eso el organismo comandado por Christine Lagarde decidió este jueves continuar con el despliegue de artillería para mantener a flote las economías del euro mientras dure la pandemia.
Faltan 20 días para dejar atrás el 2020, pero con la despedida del año no se dará por concluida la crisis ni desaparecerá el covid-19, por eso el consejo de gobierno del BCE decidió hacer más mullido el colchón de auxilio financiero con la inyección de 500.000 millones de euros más a través del programa de compra de deuda de emergencia vinculada a la pandemia (PEPP), que ya asciende a 1,85 billones de euros y de los que se han consumido 717.900 millones. Esta nueva partida de dinero se irá desembolsando hasta marzo del 2022, como mínimo, para mantener unas «condiciones de financiación favorables», especialmente para los países más vulnerables como España. Y podría ampliarse hasta que Fráncfort «juzgue que la crisis del coronavirus se ha acabado». El nuevo paquete de estímulos estaba en la lista de deseos para esta Navidad de muchos. Las expectativas se han cumplido. El BCE también reinvertirá los beneficios que obtiene prestando dinero en seguir comprando deuda hasta el 2023 y mantendrá el ritmo de adquisición de bonos soberanos bajo el paraguas del programa de compra ordinario (APP) en los 20.000 millones de euros mensuales. Eso sí, no tocará los tipos de interés, al menos hasta que la inflación (que cerrará en el 0,2 %) se acerque al objetivo del 2 %. Para facilitar las cosas a los bancos también mantendrá vigente el criterio de flexibilidad para aceptar activos de peor calidad como garantía.
¿Por qué toma esta decisión?
A pesar de que el Tesoro español no sufre estrés para colocar sus bonos -gracias a la acción del BCE, que está pujando por ellos-, en los últimos meses las condiciones de financiación de las empresas en la zona euro se han endurecido. El crédito a las empresas se contrajo un 7,1 % en septiembre y un 6,8 % adicional en octubre. El BCE ve una «desaceleración en un contexto de endurecimiento del crédito». Eso solo puede suponer una cosa: problemas. «Afrontamos circunstancias que son a corto plazo más difíciles por la segunda ola y las medidas de contención», explicó Lagarde.
¿Son tan malas las previsiones?
Esta misma semana, el ministro de Inclusión y Seguridad Social, José Luis Escrivá, anticipó un crecimiento de la economía española del 2,4 %. Lagarde no es tan optimista para el conjunto de la zona euro. La francesa aseguró ayer que las economías sufrirán una contracción media del 2,2 % en los tres últimos meses del año debido a las restricciones impuestas por la segunda ola. El covid-19 en el 2020 habrá arrasado con el 7,3 % de la riqueza (el 11,2 % de la española, según el Gobierno). El PIB se recuperará lentamente en el 2021 (3,9 %) y cogerá ritmo en el 2022, alcanzando un crecimiento del 4,2 %. Si las cosas no se tuercen, claro. Ahora la gran preocupación es que el dinero llegue a las familias y las empresas, muchas en situación de insolvencia por la fatiga de estos nueve meses de pandemia. Nadie sabe hasta cuándo podrán aguantar.
¿Cómo afecta a la economía real?
La estrategia del BCE de inundar de dinero barato la economía busca aliviar a los países con problemas para financiar sus gastos y conseguir que el dinero llegue a las empresas y las familias. ¿Cómo? Con la política de tipos de interés bajos e incluso negativos, que desincentivan el apalancamiento del dinero en los depósitos de los bancos. A pesar de los ingentes estímulos desplegados hasta ahora para mantener viva la correa de transmisión, Lagarde vislumbra problemas con el crédito en el 2021. A medida que aumente el riesgo de impago por el deterioro de la solvencia de empresas (sobre todo del sector servicios) y familias, los bancos serán más reacios a conceder préstamos, por eso la francesa ha defendido la necesidad de seguir comprando deuda sin un horizonte claro de retirada. También ha pedido a los países que mantengan sus políticas de estímulos. Una retirada antes de tiempo podría ser fatal. Eso sí, las medidas de apoyo deberán ser lo más «temporales» y «selectivas» posible y deberán venir acompañadas de reformas estructurales de calado que el Gobierno todavía está diseñando.
¿Por qué es importante para España?
Sin la ayuda del BCE, España ya habría pedido el rescate. Aproximadamente el 62 % de la deuda que ha emitido el Tesoro durante la pandemia está en manos del eurobanco. La irrupción del organismo ha sido crucial para relajar las tensiones en los mercados de deuda. Gracias a su intervención, hoy a España ya le pagan por financiar su deuda a 10 años, algo impensable hace solo ocho años, cuando pagaba un 7,56 % (julio del 2012) por pedir prestado. La rentabilidad del bono español se situó ayer en mínimos históricos (-0,016 %) entrando por primera vez en terreno negativo, un hito al alcance de pocas economías, como la alemana. Eso significa que los inversores están dispuestos a resguardar su dinero invirtiéndolo en deuda española porque ofrece garantías de devolución. «Este descenso ratifica la confianza en la eficacia de las medidas adoptadas por el Gobierno español», celebró ayer el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital. Los datos ponen en entredicho la interpretación del Ejecutivo. Solo hay que pasar la lupa a los «inversores». El BCE copa la mayoría del portafolio de una deuda pública que se disparará a casi el 120 % este año. Su devolución es una incógnita. Aunque el supervisor bancario no quiere ni oír hablar de quitas o reestructuraciones, algunos organismos como el FMI han sugerido vincular los reembolsos al ritmo de crecimiento de las economías. Los expertos creen que, por el momento, la deuda española es digerible, siempre que los tipos de interés se mantengan bajos. Y la acción del BCE aquí volverá a ser determinante.