Aragonès toma el mando de la Generalitat alejado de la retórica separatista radical

Cristian Reino BARCELONA / COLPISA

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Pere Aragonès dirigió este miércoles, como presidente interino de la Generalitat, su primer consejo de gobierno, en el que dejó vacío el asiento de Torra
Pere Aragonès dirigió este miércoles, como presidente interino de la Generalitat, su primer consejo de gobierno, en el que dejó vacío el asiento de Torra Andreu Dalmau

El líder de ERC declara al estrenarse en el cargo que, tras la inhabilitación de Torra, «no hay presidente» en Cataluña

30 sep 2020 . Actualizado a las 20:51 h.

Esquerra Republicana camina con pies de plomo ante el temor de que una parte del independentismo acuse a Pere Aragonès de usurpador del poder y de aprovecharse de la represión para alcanzar la presidencia de la Generalitat. Por ello, cogió este miércoles las riendas del Gobierno catalán con un perfil muy bajo. El que le obligan la ley y el pacto al que han llegado JxCat y ERC para pilotar el relevo de Quim Torra y el que el propio líder independentista ha querido adoptar.

Aragonès es desde este miércoles la primera autoridad política de Cataluña, pero sin admitir que es presidente. Lo dejó claro en su primera intervención en la Cámara catalana, después de encabezar su primer consejo de Gobierno. «Tras la inhabilitación de Torra no hay presidente», afirmó, para que no haya equívocos. «No lo habrá hasta que el Parlamento escoja a uno. No normalizaremos la situación», añadió.

Aragonès asume funciones limitadas del presidente de la Generalitat durante un período de transición que debería concluir el 7 de febrero próximo con la celebración de unas elecciones catalanas. «No hay cambio de presidente», recalcó la consejera de Presidencia, Meritxell Budó.

La prueba del nueve de lo fino que han tenido que hilar JxCat y ERC su pacto para no herir sensibilidades es el nombre del cargo de Aragonès tras la firma del decreto que sustituye al inhabilitado Torra: «Vicepresidente del Govern en sustitución de la presidencia de la Generalitat y consejero de Economía y Hacienda». Ni puede convocar elecciones ni nombrar ni cesar consejeros ni se ha instalado en el Palau de la Generalitat.

Aragonès marca distancias

Pero que Aragonès marcara perfil bajo y que tenga las funciones muy limitadas, no quiere decir que no tenga margen de actuación. Lo visualizó en el breve discurso que pronunció en el pleno que celebró la Cámara catalana de despedida del anterior jefe del Ejecutivo. El presidente interino marcó distancias desde el primer momento de la línea radical de su antecesor y también de la que sigue JxCat. Cerró filas en lo personal con su antecesor, calificó el Gobierno que encabeza como el «del presidente Torra» y como objetivo se propuso seguir trabajando en «la libertad y la dignidad del país», en el «día a día» de los catalanes y en la lucha contra la pandemia hasta las elecciones.

También cargó contra la Justicia y denunció la «represión del Estado», pero evitó los ataques directos contra el Gobierno central y no compró la propuesta lanzada por Torra de convertir las próximas elecciones catalanas en un plebiscito sobre el mandato del 1-O. «Este Gobierno en funciones se ha de limitar a los asuntos ordinarios», dijo. Ni una mención a la mesa de diálogo.

Budó, horas antes y tras la reunión del gabinete, había afirmado que la inhabilitación de Torra dificulta el diálogo entre Madrid y Barcelona. E insistió en que si el orden del día no incluye por escrito que se puede abordar la amnistía y la autodeterminación, la parte catalana no participará en la mesa.

Aragonès cerró filas con Torra, pero no encontró reciprocidad. El expresidente de la Generalitat se despidió de la Cámara catalana, donde compareció como invitado en un pleno monográfico sobre su inhabilitación, con un discurso muy contundente contra el Estado español al que acusó de orquestar un «golpe de Estado» judicial para «derrocarle». Llamó a las fuerzas secesionistas a la «revuelta», a defender con uñas y dientes y hasta las últimas consecuencias la soberanía de Cataluña y a convertir las elecciones en un plebiscito sobre el 1-O.

El presidente interino, un secesionista al que Junqueras apartó del 1-O para protegerlo

Pere Aragonès recuerda que cuando de pequeño jugaba al fútbol, se ponía de árbitro. Ahora, años después, vuelve a enfundarse la camiseta negra para encabezar la Generalitat de forma interina, sabiendo que JxCat y ERC se van a dar leña hasta el día de las elecciones. Aragonès se define como un «hombre de partido». Es de la nueva hornada de jóvenes dirigentes de Esquerra que dio el salto desde la cantera de las juventudes.

Fue mano derecha de Oriol Junqueras durante la pasada legislatura. Sin embargo, a diferencia de sus otros dos más estrechos colaboradores, como Lluís Salvador o Josep Maria Jové, no fue imputado por el 1-O. La explicación es que quedó al margen de todo el operativo. Junqueras decidió crear un cordón sanitario interno y le protegió de las consecuencias penales, con vistas a coger las riendas del partido (y ahora de la Generalitat) en el futuro. Tanto él como Elsa Artadi (JxCat) fueron de los pocos dirigentes secesionistas que se quedaron en la Administración catalana tras la aplicación del 155.

El otro acontecimiento que le marcó, con diez años, fue la llamada operación Garzón, en 1992, contra 45 presuntos miembros de Terra Lliure. A partir de ahí se hizo independentista.

Tiene experiencia en la negociación con diferentes Gobiernos centrales. Acudía junto a Junqueras como secretario de Economía a las convocatorias de Cristóbal Montoro del Consejo de Política Fiscal y Financiera y mantiene una interlocución fluida con el presidente Pedro Sánchez y con la vicepresidenta Carmen Calvo. Cree en el diálogo con Madrid, pero «sin renuncias».

Tiene por delante cuatro meses al frente del Ejecutivo. Y sobre sus espaldas puede recaer, después de las elecciones, la responsabilidad de intentar enderezar la política catalana tras ocho años de procés.