El escritor angloindio sirve una relectura de la magna obra de Cervantes que sitúa las andanzas de su antihéroe en los Estados Unidos de Trump
24 ago 2020 . Actualizado a las 09:08 h.Gran osadía muestra Salman Rushdie (Bombay, 1947) al abordar el Quijote, como si servir una relectura de la obra de Cervantes no fuese ya de inicio una falta de respeto. No es el primero. Avellaneda, Chesterton, Unamuno, Graham Greene y Trapiello, entre otros, han hecho sus pinitos con mayor o menor fortuna. El escritor angloindio lanza a su antihéroe por las carreteras del Estados Unidos de Trump -a lomos de su Rocinante-Chevrolet- en unas andanzas cargadas de ironía (¿autobiográfica?) por estos mundos posmodernos atrapados en la red de las pantallas de Internet y los concursos y reality shows (la misma Dulcinea es una estrella de un programa de televisión). Rushdie ha encontrado un filón en su visión satirizante de Norteamérica, como pudo verse -y sin ser una novedad en su obra- en su anterior novela: La decadencia de Nerón Golden. Los excesos, extremos, vulgaridades e irrealidades del paisaje y el paisanaje de EE.UU. son los molinos manchegos de este viajante de productos farmacéuticos, Smile, cuya peripecia modulan el desencanto y la desidia que salen a su ingenuo paso, ofuscado por su audaz misión de caballero seductor (que cree facilitada por el talento epistolar). Rushdie no alcanza a Cervantes -ni lo ha de pretender- pero garantiza una lectura divertida y absorbente.